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Game of Thrones
Oscar García

Al caer la tarde, los guardias de Palacio de Gobierno observan perplejos la presencia de un pequeño intrigante que se pasea por el frontis de la casa de Pizarro con intenciones desconocidas. Falta un día para el diálogo entre el presidente y , luego de un año marcado por venganzas políticas y ministros decapitados, así que los ánimos en la plaza no están para las bromas. “Circulen, señores”, implora la autoridad ante el revuelo que concita Omar Milla a su alrededor, un diseñador gráfico de 23 años que ha ganado fama internacional por imitar a Tyrion Lannister, el pequeño gigante de la serie . Su parecido es tal que mucha gente le habla en inglés cuando le pide un selfie, pensando que es el mismo Peter Dinklage, el actor que encarna al personaje en el show. Él se ríe. Tiene poco más de un año en esto y se ha acostumbrado.

La coyuntura política y la fuerza simbólica del lugar obligan a Milla a hacer un breve análisis de cómo serían las cosas si el Perú fuera uno de los reinos de Westeros, un continente en esa Edad Media de fantasía en la que transcurre la serie "Game of Thrones". “Si esto fuera Juego de tronos, el objetivo principal sería sacar al presidente con traiciones y mentiras. Posiblemente en la reunión intentarían matarlo”, dice con seguridad, como si lo estuviera viendo en una película. En lugar de clanes familiares en disputa, tendríamos partidos políticos que entablarían alianzas para desestabilizar a los gobernantes. “Estas serían momentáneas, porque todas son siempre puñaladas”. En el juego de tronos ganas o mueres, dice la reina Cersei Lannister, que cada vez parece más al borde de perder la razón. Otro diría que, salvo el poder, todo es ilusión.

Es verdad que en "Game of Thrones", convertida desde el año pasado en la serie más premiada en la historia de la TV, las alianzas políticas son tan volátiles como la unidad del Frente Amplio; que los líos entre hermanos se resuelven con espada o actos de magia negra y no con tuits cachacientos, como los Fujimori. La verdad más espeluznante es que los gobernantes débiles, sin muñeca política, los que pecan de ingenuos nunca –nunca– duran en sus puestos o con la cabeza sobre sus cuellos.

Poder es poder 
El periodista Pedro Salinas es un fan de la serie que piensa que un enfrentamiento entre el Ejecutivo y el Legislativo –es decir, entre pepekausas y keikistas–, como los que hemos visto el último año, se habría resuelto con un derramamiento de sangre antes que con un diálogo con conferencia de prensa y sonrisas rígidas para las cámaras. “Y en ese hipotético escenario, no tengo ninguna duda de que habrían triunfado los keikistas, quienes tienen más parecidos con una novela de J. R. R. Tolkien que con una de George R. R. Martin. Si me preguntan, los fujimoristas son más parecidos a los orcos que a los dothrakis”, añade con humor.

Para la politóloga Gabriela Camacho, autora de “La Legitimidad en Juego de Tronos” IEP 2015, un encuentro entre PPK y Keiko Fujimori hubiera terminado con bastante más sangre. "Finalmente se trata de dos líderes o grupos políticos reclamando de alguna manera la legitimidad de gobernar al pueblo. Ambos se sienten como los representantes legítimos del pueblo y en el caso de Westeros vemos a dónde ha llevado esa situación anteriormente". En su opinión, la serie deja lecciones que se pueden extrapolar con facilidad a la política de cualquier lugar. "Muestran la delgada línea en la que debe balancearse siempre un buen político, haciendo malabares entre numerosas cosas y recurriendo a la fuerza en algunos momentos, al apoyo de la gente en otros y a la astucia y al olfato político siempre", puntualiza. 

Descubre este sábado en Somos de que otras maneras "Game of Thrones" ha sido usada para ejemplificar casos de coyuntura política tanto en Perú como en el mundo. 

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