Entre las figuras grabadas destacan representaciones antropomorfas, círculos concéntricos y símbolos que, se dice, son un mapa de ubicación. (Foto: Flor Ruíz)
Entre las figuras grabadas destacan representaciones antropomorfas, círculos concéntricos y símbolos que, se dice, son un mapa de ubicación. (Foto: Flor Ruíz)
Álvaro Rocha

Las figuras brillan, se apagan, vuelven, nadie las entiende realmente, pero perseveran por milenios. Los que elaboraron los petroglifos de Huanacaure hace 3.500 años no trataron de dejar un mensaje a la posteridad o dar las claves de un itinerario secreto que lleve a una ciudad secreta, como los de Pusharo, en Madre de Dios, que ilusos investigadores señalaron que sería el mapa para llegar al Paititi. 

Lo cierto es que los artistas que diseñaron figuras astrales, animales, plantas y seres zoomorfos en Huanacaure retrataban su tiempo y su cosmovisión. Muchos especialistas, entre ellos Julio C. Tello y el americano Donald Lathrap, sostienen que la cultura se originó en la Amazonía. Los conquistadores españoles asumieron que la evangelización de los nativos selváticos iba a ser más simple que en las sociedades andinas. Se equivocaron. 

A pesar de haber explorado cada rincón del Tahuantinsuyo, los chapetones habían desdeñado la selva central. Fueron los franciscanos, partiendo del convento de Ocopa, los que intentaron evangelizar a los nativos, y debieron asombrarse ante la cantidad de petroglifos en el valle de Satipo, costumbres paganas que entendían del todo. Hasta que en 1742 se dio la rebelión de Juan Santos Atahualpa, que convocó a yáneshas, asháninkas y shipibos e impidió incursiones foráneas hasta la época republicana. 

Huancaure está rodeado de un bosque de cedros y una plantación de cacao que le pertenece a don Tito, que estudió termodinámica en Italia y anda asado, con razón, porque no le dan ni un sol por visitar estos vestigios milenarios. 

Patrimonio explosivo
A tiro de piedra de Satipo, los petroglifos de Huanacaure ya han sido dinamitados dos veces –felizmente sin dañar los grabados– por inescrupulosos que buscaban algún tesoro en su interior. 

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