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Carnaval
Nora Sugobono

Unas 16 botellas de las 800 que encontramos en Carnaval tienen al menos 70 años. Entre ellas hay, por ejemplo, un rarísimo Grand Marnier amarillo de 1930. Ese dato nada más –énfasis en las 800 etiquetas: destilados y aperitivos de todo el planeta– podrá darle una idea de cómo son las cosas aquí. Carnaval no es un bar cualquiera; eso debe quedar claro. Tampoco es una iniciativa pensada para todo el mundo. Este es quizá el proyecto más importante dedicado a la coctelería de vanguardia en el Perú, pero tiene que ser entendido bajo sus propias reglas. Algunos lo encuentran transgresor; otros, pretencioso; otros, extraordinario.

Aaron Díaz ha diseñado y cuidado cada detalle –desde las 20 variedades de hielos hechos con agua filtrada por ósmosis inversa, hasta dónde van los enchufes en el espacio– del sueño que viene alimentando sus pasiones por ya varios años. Carnaval forma parte del grupo MCK (Osaka, DonDoh) en sociedad con Díaz y abrió sus puertas oficialmente en octubre del año pasado. La carta inaugural de coctelería ha sido bautizada como Alquimia e irá cambiando cada ocho meses. Revisarla es como jugar con una tabla periódica. 25 cocteles son clasificados entre complejos, sours, semisecos, semidulces y refrescantes. Hay un hechizante White Negroni, totalmente transparente, que llega a la mesa con un hielo tallado a mano en la forma de un diamante. Uno pensaría que es un vaso de agua si no fuera porque se sabe de antemano que el Campari ha sido destilado para despojarlo de su rojo habitual. Otro, el Black Truffle, lleva ron Havana Club Selección de Maestros, trufa, Campari, Punt e Mes y mezcal Alipús. Se termina con un trozo de queso Grana Padano ensartado en un mondadientes. Cómalo antes o después de probar el coctel. O ambos.

Lo que resulta de verdad interesante en Carnaval es la cantidad de aspectos que abarca la propuesta. Empezando por la degustación de 7 medios cocteles de Alquimia; seguida por cocteles embotellados para llevar; versiones de gin, vodka, cerveza y pisco con su marca; y un staff de bartenders que no solo está detrás de la barra: también atendiendo las mesas o llenando de humo esferas de hielo. Hay sitio para probar cualquiera de los espirituosos en vitrina y, asimismo, coctelería en su versión más tradicional (hay chilcanos o pisco sours). Esta es una experiencia sin precedentes que puede llegar tan lejos como la sed, la buena cabeza (y sí, el presupuesto) lo permitan. Salud.

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