Rafaella León

Para escribir sobre el fue necesario mirar a todos lados: a los médicos, a los policías vigilando que las calles permanecieran vacías, a la gente aplaudiendo en los balcones, a los emprendedores que volcaron sus talentos en algo nuevo, a muchísimos proyectos solidarios que movilizaron ideas y ayuda. Pero cuando decidimos mirar a los niños, . Y además, ilustrada por ellos. Cientos de pequeños lectores de Somos –casi 500- enviaron sus dibujos sobre cómo veían ellos al monstruo verde y puntiagudo que les había arrebatado un año de recreos, de juegos como los de antes, cercanos y sin miedo a tocar al otro, y que instaló en sus caritas, y hasta nuevo aviso, unas telas que ya adoptaron como parte de sus vidas.

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El 19 de marzo fue un día difícil, el país se enteraba de las tres primeras víctimas mortales del nuevo coronavirus. Una de ellas fue Eduardo Ruiz García, economista y sociólogo, hallado sin vida en el edificio Santa Ana, de Miraflores. En la fachada y pasadizos del lugar vimos, por primera vez, la imagen de un grupo de hombres cubiertos con equipos de protección personal, botas, guantes y cascos, como en las películas de ciencia ficción. La imagen que no se iría más. Ruiz solía ejercer un oficio extinto, era consejero. Decenas de personas iban a verlo, como si fuera un psicólogo (que no era), pero que ofrecía la paz con la que se deben tomar decisiones. Había estudiado teología y filosofía, las materias que lo convirtieron en un gurú de la amistad para muchas personas. Una de ellas, la abogada Claudia Drago, nos contactó para pedirnos escribir sobre él. “Me gustaría que se sepa quién fue y qué significó para mí”.

Muchas muertes vendrían después, muchas de ellas nos conmoverían, había que ponerle nombre y apellido a esta tragedia. Pero una en especial llamó mi atención. El coronel PNP Pedro Pinto Díaz era un hombre ejemplar y muy querido, según fui leyendo en las redes sociales, llenas de mensajes de sus ex alumnos de las escuelas de oficiales donde enseñó. En abril estuvo en cuarentena junto a centenares de oficiales en Chiclayo, pero él tuvo que ser trasladado ya grave al hospital. Me involucré en su historia, hablé con el director del Hospital Regional de Chiclayo, con sus amigos de la primera promoción de la Escuela de Oficiales de Chorrillos, con un ex ministro y jefes policiales que lo conocieron y lo apreciaron. Todos me dijeron que el gobierno debía ascenderlo a general, de manera póstuma, cosa que ocurrió. En mayo nos escribió el general Danilo Guevara: “Gracias a El Comercio por crear a este acto de justicia”.

Nunca sentimos tan cerca al virus como el día en que nuestro compañero de Somos, Óscar García, nos escribió: “Soy sospechoso Covid, estoy en la clínica, me harán la prueba”. Era 9 de marzo, y aunque nunca se lo dijimos, él tenía claro que además de estar todos preocupados por él, sabíamos que tenía entre sus manos . El más crudo y cercano testimonio de lo que significaba mirar de frente al bicho, plantarle cara a un remoto pero posible resultado adverso, y sobrevivir para escribir en primera persona lo que los periodistas siempre quisiéramos contar: nuestra lucha personal con la muerte. Óscar narró esta historia en varias entregas, en las que se puso en evidencia las muchas falencias de la respuesta sanitaria frente al covid.

Un día nos preguntamos ¿quiénes son los ciudadanos que voluntariamente se enlistaron para los ensayos iniciales de la vacuna? Fueron seis mil para las pruebas de la vacuna china Sinopharm, entre agosto y setiembre, y una docena de ellos aceptaron contar sus historias en Somos. Estudiantes, profesionales, desempleados, emprendedores, padres de familia, todos con algo en común: su deseo de poner no solo el hombro y el corazón, sino aportar a la ciencia en este episodio inédito para la humanidad.

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