The Cars Somos
The Cars Somos
Oscar García

Tras la muerte de un músico admirado se ha vuelto mórbida tradición esperar que le sucedan otras dos más. "Se van de a tres", dicen en las redes en esos casos, superstición que no exige más neurona que la de la lógica simple: nos parece que los ídolos mueren con más frecuencia solo porque estamos más viejos en general. Como esos venerables que revisan los obituarios del diario solo para ver a quién conocen.

Aún así, la semana pasada fue tan fatal que provocó sacar el rosario. Arrancó con la muerte de Camilo Sesto, terremoto de grado de 10 para la balada hispana. Tres días después se fue el loco genial de Daniel Johnston (58), el mago del folk lo-fi, que dejó tras de sí una estela de cassetes auto producidos para recordar o redescubrir. El viernes fue el turno de Eddie Money (75), recordado, entre otros temas, por sus hitazos Think I´m in love y Two tickets to paradise.

El domingo, otra muerte remeció con fuerza a los nostálgicos de la vieja FM. Ric Ocasek (70), el larguirucho líder de la banda de new wave The Cars, fue hallado muerto en el piso de su departamento en Manhattan. La noticia disparó una cadena de tristeza y pésames de parte de muchas celebridades del rock y miembros de una industria en la que brilló como músico y productor. Beck, Weezer, The Killers, The Hold Steady, Courtney Love, Dee Snider... todos tuvieran una palabra amable o algo que recordar sobre el músico que partió.

Con su metro noventa y tres de estatura y delgadez extrema, Ocasek parecía un extraterrestre cool cuando aterrizó en la escena rockera de Boston en los años setenta. Al mando de The Cars, ayudó a recuperar cierta diversión y ligereza perdida en la música rock de su época, que se debatía aún entre la seriedad del progresivo y la militancia punk. A punta de ganchos perfectos, cosecha del mejor power pop, Ocasek hizo furor desde su primer single, Just what i needed, en el que se destacaba el extraño uso de un sintetizador como instrumento solista, un sonido que haría escuela en las bandas new wave que llegarían.

En The Cars impresionaba el contraste de sus dos frontman, Ocasek, y su socio Benjamin Orr. El primero era el arquetipo del freak arty de salón, alguien que los primeros 20 años de su vida se los pasó en el sótano de sus papás haciendo música para sí mismo. Al lado de Ocasek y su morfología de mantis religiosa, Orr era el popular de la escuela. Apuesto, competente con el bajo y con rango vocal amplio (iba del tenor al baritono con fluencia), le tocó cantar hits como Just what i needed, Let´s Go y sobre todo Drive, ese terremoto emocional hecho balada y acaso su canción más conocida en el Perú, porque no la han dejado de pasar. La canción es autoría de Ocasek.

En contraste a la seguridad de alfa de Orr, la interpretación de Ric era menos segura, neurótica como su presencia escénica, y por eso mismo, más cercana. Podía ser proclive a la ansiedad (Tonight She Comes) y al humor autocompasivo. A Ocasek le encantaba reírse de sí mismo en sus letras y también lo atormentaba el deseo no resuelto. Touch and Go, de su disco Panorama (1980) es muestra de esto. Una narración en la que letra y música recrean un clima de inestable urgencia sexual, en el poco frecuente compás de 5/4. Esta solo se resuelve en el coro, en una métrica más estándar y que se siente como un orgasmo suave o el remanso tras la marea agitada.

En actividad, Ocasek y compañía fueron una máquina para disparar hits, al menos durante una década, aunque es consenso que como banda no hayan tenido la concentración necesaria para cerrar un álbum absolutamente redondo, en el que no haya al menos un par de temas de relleno. En el Perú de los ochenta, eran reyes en las fiestas con canciones hiperbailables como Shake it up (que tiene que haber inspirado a Los Prisioneros para su single Papapa) o You Might Think. Tan inmediata y pegajosa era su música, que era escogida para comerciales locales de TV, como jingles, en los que uno duda si se habrán pagado regalías. Y el chauvinismo aquí impone recordar que el peruano Alberto Vargas, legendario ilustrador y creador de las Vargas Girls, ilustró la portada de su segundo álbum, Candy-o (1979).  

El último single que se le recuerda por estos lares, You are the girl, que fue extraído del que hasta el 2011 fuera su último disco (Door To Door, 1987), fue una despedida agridulce. El álbum sonaba desgastado, fracasó en ventas y motivó la ruptura de la banda. No era su mejor trabajo y los tiempos habían cambiado, pero aquel encantador single no se mancha, ni su cómico video en el que el grupo interpreta a una suerte de nerds del espacio, sobrexcitados y buscando compañía femenina intergaláctica. Un video así no hubiera sido posible en estos tiempos de corrección.

En los años que siguieron, Ocasek destacó más como productor, una faceta que había empezado a trajinar en paralelo con The Cars, al producir a bandas underground de Nueva York como Suicide y Bad Brains. Le pondría su firma a dos de los mejores trabajos de Weezer, la banda de los noventa que el lunes le dedicó algunas conmovedoras palabras de despedida a su mentor. Su última aparición con The Cars fue solo el año pasado, para su inducción en el Salón de la Fama del Rock & Roll. Esa vez interpretaron algunos temas. 

Ocasek fue encontrado muerto la tarde del domingo 15 de setiembre por su esposa, la modelo de los ochenta Paulina Poriskova, con la que construyó uno de los matrimonios más largos del rock. Ambos se conocieron en la filmación del video de Drive, en 1984, en el que Paulina era la estrella. Su peculiar relación, que no era otra que la improbable conjunción entre un tipo feo y la mujer más bonita sobre la tierra, era vista como ejemplar. La pareja anunció el año pasado su separación tras tres décadas. Paulina dijo ayer que Ric se había sometido a una cirugía reciente, sin especificar. El reporte dice que su deceso fue por causas naturales.

Ambos tuvieron dos hijos y una casa de ensueño en Gramercy Park. Antes de separarse, Poriskova llegó a decir a la prensa que su esposo era una combinación perfecta de "Mr. Spock, David Bowie, Jesucristo y Chopin". En otra ocasión, aseguro que detestaba los "chicos bonitos" y que Ocasek no tenía nada que envidiarle a George Clooney. //

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