MDN
Belmond Andean Explorer
Rafaella León

Los 16 vagones del Belmond Andean Explorer atraviesan los Andes –Arequipa, Puno y Cusco- a 48 km por hora. Veintidós pasajeros van dentro de esa serpiente de 305 metros de largo que llevará sus toneladas de acero y madera hasta los 4.300 msnm, en el punto más alto del recorrido. ¿Soroche? Eso no existe si se viaja en un hotel rodante con personal médico a bordo y equipo de oxígeno en cada habitación-cabina.

Como sucede en las películas, el lujo está en los detalles. Cada mozo, barman, maitre, supervisor de servicio y camarero a bordo conoce nuestro nombre y lo pronuncia con dejo propio: entre ese ejército de 30 talentosos hombres y mujeres de la tripulación hay piuranos, chalacos, puneños, arequipeños y cusqueños, muchos con la experiencia de haberse formado en el hotel Monasterio de la Ciudad Imperial. Con amabilidad y destreza ofrecen aquello que no nos hace falta en la vida -una toallita humedecida con agua de flores, un gintonic con pimienta molle- y al cabo de un rato entendemos que sí, claro que lo necesitábamos, solo que -como cuando uno es feliz- no lo sabíamos.

De los 16 vagones de la serpiente, dos son restaurantes y otros dos, bares. Mientras se sirve una cena en cuatro tiempos –capucchino de pallares, tortellini de alpaca, pato crocante en salsa de betarragas cusqueñas y arroz con leche, fresas al horno y pétalos de manzanilla-, llegamos al Lago Titicaca. Como parte del tour los viajeros comparten una mañana con los Uros, diestros constructores de plataformas de totora. Una trucha, un caldo de quinua y fruta fresca para el almuerzo no desentonan con el detalle inglés de la tarde: de regreso en el tren, el tea time de las cinco.

Dos mil dólares cuesta el boleto más caro (incluye cabina personal con baño privado, alimentos, bebidas y tours durante todo el viaje). La tarifa más económica bordea los 500 dólares.

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