Giannina y su socio Anthony realizan un máximo de tres funkos semanales. No producen en serie. (Eduardo Cavero / El Comercio)
Alicia Rojas Sánchez

Funko Pop es una de las marcas de muñecos más famosas del momento. El éxito está basado en que todo puede convertirse en un funko. Superhéroes, estrellas de rock, personajes de series televisivas, actores de cine, todos pueden ser adaptados a esta estética juguetona muy ligada al estilo chibi, que significa ‘pequeño’ en japonés.

Giannina Marcovich es la fundadora de Píntame la Cancha , un espacio de proyectos de diseño. Junto a su socio, el artista Anthony Gonzales, ahora se dedican a diseñar funkos personalizados.

—Antes de empezar con Píntame la Cancha, ¿mapeaste si a alguien se le había ocurrido la misma idea?
Indagaba en las tiendas donde los vendían y me encontré con que la misma marca fomenta que tú los crees. Empecé a buscar y me di cuenta de que en el Perú nadie los personalizaba. Fuera del Perú hay algunos artistas que los ‘customizan’ (adaptan), son independientes que empezaron a hacer lo mismo que yo. No son muchos, pero en el extranjero sí llegan a tener contacto con Funko y de hecho la marca comparte publicaciones de ellos.

—¿A ti ya te contactaron?
Todavía no. Pero sería un golazo.

—¿Cómo es la mecánica? ¿En qué te fijas para ilustrar a una persona?
Hasta la raya del peinado hace que el Funko se parezca. Hay rasgos claves, como las cejas, los lentes, el peinado y algún otro elemento. Empiezo con la misma cabeza y una nariz fina. Luego construyo el personaje desde la boca. Me mandan fotos y empiezo a dibujar muchas veces sobre estas para tener lo más similar, luego lo traslado a la base y empiezo a jugar con las formas porque la cabeza hay que ir adaptándola al Funko. Los hago hasta con dos accesorios y eso obliga a la persona a pensar en cosas que la identifican. Un libro, una revista de cómics, un mando de play. El acabado final siempre es más llamativo.

—¿Qué es lo más extravagante que te han pedido?
A mí me encantan los personajes que implican disfraces, uniformes, que salen del jean y polo. Además, es un reto mayor. Una vez me pidieron hacer a un director de arte con cuerpo de Batman. Una chica me pidió ilustrarla con un pijama de pingüino. Cuando llegan a ese punto, me gusta mucho más el personaje final, pues sé que, apenas lo vean, lo van a reconocer. Construyes a un pequeño Frankenstein.

—¿Qué tipo de rostro es el más complicado de hacer?
Como la base de la cabeza es la misma, el hecho de que tenga barba o gorros es más complicado. Como son pequeñas piezas, hay que manipularlas con mucho cuidado para que no se rompan.

—¿Nunca tuviste que rechazar un rostro imposible?
No, siempre trabajo con tiempos. Tenemos un máximo de tres funkos semanales, por lo mismo que no son en serie. Son todos desde cero e implican más tiempo. A veces he tenido que advertir eso.

—¿Qué personaje público no saldría en Píntame la Cancha?
Phillip Butters [risas] no lo haría yo.

—¿Por ser consecuente o por un reto manual?
Por consecuencia. Creo que no hay imposibles para el artista que modela. A mí no me gustaría tener un ícono pop negativo en mi marca.

—¿Y a quién sí te gustaría tener?
Personajes peruanos nostálgicos. Me gustaría modelar a todos los de Patacláun. Luego, me gustaría sacar una lista de escritores, los más reconocibles. También hacer funkos de Mar de Copas, Sabina, Drexler, Kevin Johansen. A él lo haría con su guitarra de Kitty. No hay funkos de ellos y eso motiva, porque es algo nuevo.

—¿Qué personaje público peruano tiene el mejor rostro para ‘funkear’?
Me preocuparía más por que el personaje conozca qué son los funkos. Por ejemplo, Wendy Ramos, Guille Castañeda, son fanáticos de los funkos. Beto Ortiz es ‘funkeable’ porque tiene elementos muy reconocibles.

—Cómo diseñarías a PPK?
PPK tiene una particularidad: su rostro es alargado y sería un reto convertirlo al modelo de la cabeza de Funko, pero sí tiene facciones y un peinado que lo caracterizan. Pero creo que a él se le notaría más por el cuerpo, tendría una pancita de todas maneras, y accesorios que lo harían más evidente.

—¿Crees que entre las personas crece el gusto, el interés, por cosas así?
Es una tendencia que, felizmente, se está extendiendo aquí. En el Perú es frecuente escuchar a gente que regatea el arte, pero siento que se están dando pasos importantes para empezar a valorar esto. Las ferias independientes, los mismos espacios que están creando las marcas para los ilustradores, para los artesanos, hay una preocupación por volver a valorar esas cosas.

—¿Dónde está la clave para el ilustrador o artista?
La vanguardia está en no tener miedo a hacer cosas distintas, eso es algo que tengo muy claro. Es demasiado divertido, terminas trasladando autenticidad y la diversidad de características a un muñeco, una imagen, un personaje versionado a Funko, pero que tiene toda esa carga única de la persona.

—Eres como un hada, pero sin la varita mágica.
Si un extraño te empieza a contar cosas que no conoces, llegar a ese nivel de extracción y trasladar al personaje es una chambaza que se logra con paciencia. Todo el proceso de la ilustración es bastante complicado porque estás haciendo a una persona que no conoces y que aprecias ahora solo por fotos. Me parece un trabajo delicado y un reto, siempre. No hay un proceso, pero sí un nivel de conocimiento del personaje que se logra después de estar horas mirándolo, investigándolo, probando.

—Y es un arte fácil de entender.
Es bacán porque el concepto de ícono se traslada y tú, siendo una persona común y corriente, puedes convertirte en uno. Creo que este tema de arte representado en el personaje es superdivertido y es lo que la gente sigue pidiendo.

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