¿Qué le parecería vivir en una ciudad con la que pueda interactuar? Una ciudad que actúe más como un organismo vivo, una ciudad que responda a sus necesidades
Alrededor del mundo este tipo de ciudades ya están siendo construidas, desde Masdar en Abu Dhabi hasta Songdo en Corea del Sur.
Ahora bien, la ciudad más cerca de usted podría estar a la espera de una renovación extrema.
En el futuro, todo lo que hay en una ciudad, desde la red eléctrica pasando por las tuberías de alcantarillado y hasta las calles, edificios y automóviles estarán conectados a una red.
Habrá edificios que le apagarán la luz, carros que se manejen solos encontrarán ese tan anhelado espacio de parqueo. Hasta los basureros serán inteligentes.
Pero, ¿cómo nos preparamos para este futuro inteligente? ¿Quién hará un monitoreo y controlará los sensores que paulatinamente estarán más presentes en cada edificio, poste de luz y tubería? ¿Es ese el futuro que queremos?
Muchas corporaciones que se dedican a la tecnología como IBM, Siemens, Microsoft, Intel y Cisco actualmente tienen una enorme actividad comercializando software para resolver gran cantidad de problemas de las ciudades, desde escapes de agua hasta contaminación del aire y congestión vial.
En Singapur, Estocolmo y California IBM está recolectando información del tráfico y probándola a través de algoritmos para predecir dónde ocurrirá un embotellamiento una hora antes de que suceda.
Mientras tanto, Río de Janeiro cuenta con un centro de control al estilo de la NASA donde múltiples pantallas absorben la información generada por sensores y cámaras ubicados alrededor de la ciudad.
En total, IBM tiene alrededor de 2.500 proyectos alrededor del mundo e, incluso, ha registrado la marca ciudades más inteligentes (Smarter Cities).
En un reciente evento sobre ciudades inteligentes de IBM, uno de sus ingenieros bromeó diciendo que la compañía tiende a mirar a las tuberías y después viene la gente y destruye todos nuestros preciosos sistemas optimizados.
Ese comentario resume el sentimiento que algunos tienen sobre el enfoque corporativo del manejo de la ciudad.
Algunos quieren afinar el funcionamiento de una ciudad como se hace con un auto de carreras, pero, en el proceso, dejan afuera a los ciudadanos, dice Anthony Townsend, director del Instituto del Futuro y autor del libro Smart Cities: Big Data, Civic Hackers and Quest for a New Utopia.
IBM sostiene que sí involucra a los ciudadanos en sus proyectos de ciudades inteligentes.
En Dublín ha trabajado con el ayuntamiento para hacer disponibles una gran cantidad de datos que ha llevado a crear pequeñas e ingeniosas aplicaciones como ParkYa, que usa la información del tráfico para ayudarle a la gente a encontrar los mejores espacios de parqueo en la ciudad.
Y en la ciudad estadounidense de Dubuque) en Iowa, donde esta misma empresa está desarrollando medidores de agua inteligentes, ha puesto información a disposición de los ciudadanos a través de un portal de la comunidad, de manera que individuos puedan ver su uso de agua y hasta compararlo con el de sus vecinos.
Pero hay una sensación de que para esta firma las ciudades son un problema esperando por ser resuelto.
Necesitamos construir ciudades que se adapten a las necesidades de sus ciudadanos pero antes no era posible porque no había información suficiente, explica la doctora Lisa Amini, directora de IBM Research.
Amini hace una comparación entre los patrimonios de las ciudades, como el alumbrado eléctrico, los semáforos y las tuberías de agua, y los patrimonios de las grandes corporaciones, para los cuales los sistemas de IBM fueron originalmente diseñados.
Townsend no está convencido de que la tecnología se puede transferir tan fácilmente.
El Gobierno no toma decisiones como lo hacen las empresas. Los ciudadanos no son consumidores, dice.
China está ocupada construyendo decenas de nuevas ciudades y está empezando a adoptar enormes salas de control como la que IBM ha creado en Río.
Esto es algo que para Townsend es preocupante.
La sala de control en Río fue creada por un alcalde progresista, pero ¿qué pasa si llegan los chicos malos? ¿Estamos creando capacidades que pueden llegar a ser mal usadas?, se pregunta.
RED CIUDADANA Hay otro capítulo en la historia de las ciudades inteligentes. Uno que está siendo escrito por los ciudadanos, quienes están usando las aplicaciones, sensores caseros, teléfonos inteligentes e internet para dar respuesta a los problemas que son importantes para ellos.
En Nueva York, por ejemplo, cada vez que hay fuertes lluvias en la ciudad, las aguas negras se desbordan y llegan al puerto a un ritmo de más de 96 mil millones de litros cada año.
Pero el uso de un procesador Arduino, un sensor que mide los niveles de agua en las tuberías de aguas negras y una aplicación para teléfonos inteligentes llamada Dont Flush me (no me tires de la cadena), te avisa si es seguro bajar la cadena sin que esos residuos sigan contaminando.
Otro ejemplo es Egg (huevo), una red de sensores en la que la comunidad es la principal protagonista, que alerta sobre un problema a menudo oculto en nuestras ciudades.
Investigadores estiman que dos millones de personas mueren cada año como resultado de la contaminación del aire y, a medida que las ciudades se vuelven más superpobladas, es probable que el problema empeore.
Egg recopila datos sobre la calidad del aire mediante la venta de un sensor barato que la gente pone fuera de sus hogares y que recoge las lecturas de los gases de efecto invernadero, el óxido de nitrógeno (NO2) y el monóxido de carbono (CO).
Los datos se envían a internet, donde se integran en un mapa para mostrar los niveles de contaminación en todo el mundo.
Conseguir que los ciudadanos participen en el proceso de mejora de las ciudades es crucial, piensa Andrew Hudson-Smith, director del Centro de Análisis Espacial Avanzado del University College de Londres.
Él y su equipo han creado un panel de control de la ciudad para hacer de Londres más inteligente.
Como el centro de control de Río de Janeiro, este tablero de instrumentos recopila datos como los niveles de contaminación, el clima y el nivel del agua en el río.
Pero también ve algunas cosas que Río no controla, como lo que es tendencia en Twitter y lo feliz que es la ciudad.
Una versión de este panel de control está conectado en una pared de iPads en la oficina del alcalde de Londres, Boris Johnson.
Pero lo más importante, también hay una versión disponible en la web.
El público tiene la misma información que los políticos y eso tiene el potencial de ser muy poderoso, dice.
Muchas de las grandes empresas están mirando el modelo de sala de control, pero ahora cuestionan esa idea.
¿Por qué encerrar toda esta tecnología en una habitación cuando se puede poner en las manos de todo el mundo?, se pregunta Hudson-Smith.
SERVICIOS BAJO PRESIÓN No hay duda de que las ciudades se tienen que volver más inteligentes.
Para el año 2050 se estima que el 75% de la población mundial vivirá en zonas urbanas, algo que pondrá presión sobre la red de transporte, los servicios de emergencia y los servicios públicos que ya están llegando a sus límites de capacidad.
En la actualidad los proyectos para ciudades más inteligentes son a muy pequeña escala: la creación de centros tecnológicos o zonas verdes, experimentos con redes eléctricas inteligentes o la introducción de autobuses eléctricos o sistemas de bicicletas compartidas.
Se habla un montón sobre ciudades inteligentes, pero no existe ninguna tecnología por ahí que en realidad esté cambiando la vida de las personas, dice Hudson-Smith.
También piensa que estamos en un punto de inflexión y en cinco años, predice, las cosas van a ser muy inteligentes, agrega.
En ese entonces la infraestructura de datos de nuestras ciudades va a ser tan importante como lo son ahora el metro o las carreteras.
Si estos datos deben controlados por grandes empresas o por los mismos ciudadanos aún no está claro. Pero vale la pena recordar las palabras de Dan Hill, director ejecutivo de la firma de investigación Fabrica, sobre para qué fueron diseñadas originalmente las ciudades.
Nosotros no contruimos ciudades para que sean eficientes. Las hicimos para la cultura, el comercio y la comunidad, elementos que son todos muy ineficientes.
En la prisa por hacer que se desempeñen mejor, podríamos estar perdiendo su mayor activo, reflexiona.
Porque al final, serán ciudadados inteligentes quienes puedan crear verdaderas ciudades inteligentes.