AGENCIA MATERIA
¿Cuál es la diferencia entre el mayor fraude científico en lo que va de siglo y un descubrimiento de premio? La cafeína , entre otras cosas. La noticia de que un equipo de investigadores ha logrado clonar células madre humanas ha dado la vuelta al mundo. Menos divulgada ha sido la receta que ha sido clave para que ese equipo haya logrado lo que nadie antes había conseguido. El secreto, según explica una de las autoras de la investigación, es la cafeína.
“Una de las funciones de la cafeína es impedir que se active el óvulo antes de lo que queremos y dé al traste con el proceso”, explica Nuria Martí, una embrióloga española que, tras ser víctima de un ERE (tipo de despido laboral) en el centro de investigación en el que trabajaba, se marchó a investigar a EE.UU. Su destino fue el laboratorio de Shoukhrat Mitalipov en la Universidad de Ciencia y Salud de Oregón . Allí se ha logrado por primera vez usar la clonación para generar embriones humanos a partir de óvulos donados por mujeres en EEUU.
“Uno de los problemas que teníamos cuando trabajábamos en España era que sólo podíamos usar los óvulos descartados de las técnicas de reproducción asistida, por lo que su calidad no era óptima”, explica Martí. En EEUU, a cambio de entre 3.000 y 6.000 dólares, según la revista Nature , las voluntarias del estudio han donado óvulos, los primeros que se ha logrado clonar para obtener células madre con el perfil de un segundo donante. El objetivo a largo plazo es que ese segundo donante sea un enfermo y que las células madre ayuden a regenerar sus tejidos dañados por enfermedades. Pero, hasta entonces, queda aún mucho por andar.
Muchos otros equipos habían intentado lo mismo, en algunos casos sentenciando sus carreras profesionales para siempre. El caso más célebre es el del coreano Hwang Woo-Suk , que pasó de ser el científico del año a convertirse en el mayor impostor de la ciencia reciente. Dos estudios de Woo-Suk publicados en la revista Science aseguraban que había obtenido células madre por clonación. Esas células llevaban dentro el ADN de un donante, es decir, podrían convertirse en tejidos idénticos a los de su dueño que podrían servir para reparar sus tejidos dañados.
EL CLONADOR TRANQUILO La técnica de Woo-Suk no era nueva. En 1996, investigadores de Reino Unido habían demostrado que el proceso, conocido como transferencia nuclear, funcionaba en animales. Como prueba presentaron a la oveja Dolly, el primer mamífero clonado. De forma instantánea se comenzó a especular si la clonación humana era posible y si podría ser la respuesta a muchas de las enfermedades que azotaban al ser humano. Pero en 2003 Dolly murió de vejez prematura (vivió la mitad que una oveja normal), lo que rebajó considerablemente los sueños de curar enfermedades con la clonación. Tuvo que pasar casi una década para que alguien clamase haber realizado la clonación humana gracias a la transferencia nuclear. Woo-Suk, un investigador de un país con una industria biotecnológica pujante, lo había conseguido. Pero en 2006, dos años después de su campanada mundial, se descubrió que sus estudios estaban amañados. La clonación terapéutica volvió entonces al limbo mientras Woo-Sook se reconvertía como clonador de mascotas a medida y candidato a resucitar al mamut de la extinción .
De una forma mucho más callada, el equipo de Mitalipov, que llevaba años investigando sus técnicas con macacos, ha dado ahora una nueva campanada, probablemente definitiva. Su trabajo se inspira en la misma técnica usada por los padres de Dolly y por Woo-Suk. Se toma un óvulo humano sano, se le saca su núcleo, donde está la mayoría de su ADN, y se reemplaza con el núcleo de una célula adulta de un donante. Cuando el óvulo se activa este se siente fecundado y comienza a producir un embrión (en puridad un amasijo de células llamado blastocisto). A los cinco o seis días se extraen células madre del blastocisto para detener el desarrollo embrionario (se destruye el blastocisto) y se apartan las células madre para mantenerlas en su estado ideal, ese en el que pueden convertirse en cualquier tejido del cuerpo humano. En su estudio, Mitalipov, Martí y el resto del equipo demuestran que, partiendo de ese material, pueden generar células especializadas del corazón y otros tejidos. En teoría, esas células son prácticamente idénticas a las del donante, por lo que si se llegan a usar en futuras terapias (algo que aún no es seguro) no causarían rechazo tras un trasplante. Pero, ¿qué han hecho estos investigadores para lograr algo que nadie había logrado desde que se alumbró a Dolly?
La cafeína ha sido decisiva, explica Martí, ya que ha permitido manipular el óvulo para transferir el ADN del donante sin que se activase antes de tiempo. “Es algo que ya habíamos probado en otras especies”, detalla. También ha sido clave, dice, la calidad de los óvulos usados. Cuanto más sanos estaban, más posibilidades de éxito había. “Con los más sanos, las posibilidades de éxito son del 50%, con otros, solo del 12% y con algunos es imposible generar células madre”, comenta. En términos absolutos se necesitaron 15 óvulos en el caso de una donante y cinco en otro, señala Nature. Este detalle, poder escalar el proceso para producir un volumen suficiente de células madre, será clave para saber si estas células tienen verdadero potencial terapéutico. Por ahora tienen un competidor aventajado: las iPSC, células reprogramadas a partir de células adultas tomadas de la piel, que no necesitan óvulos ni mujeres donantes y que también pueden generar casi cualquier tipo de tejido del cuerpo.
“Esto no es como lo del coreano Woo-Suk”, zanja Cristina Eguizábal , experta en investigación con células madre y reproducción que trabaja en Centro Vasco de Transfusiones y Tejidos Humanos (CVTTH), sobre el estudio dirigido por Mitalipov. “Este es un estudio importante porque por primera vez se mejora la técnica de transferencia nuclear para aplicarla en humanos, pero la mayoría de los laboratorios siguen hoy centrados en las iPSC”, opina.
Mitalipov lleva años investigando nuevas técnicas terapéuticas con primates que le han ayudado, por ejemplo, a impedir la transmisión de ciertas dolencias hereditarias de las madres a los hijos . El impacto de las investigaciones ha sido tal que países como Reino Unido ya barajan aprobarlos, en caso de que funcionen en humanos.
El nuevo trabajo de Mitalipov es mucho más complejo, pero su potencial de aplicación es infinitamente mayor. De pasar a poder curar enfermedades raras, podrían tratarse dolencias más comunes como el alzhéimer, el párkinson o las dolencias coronarias. Pero antes, las nuevas células clonadas deben demostrar que son inocuas, un reto en el que parten en desventaja frente a sus principales competidoras ,las iPSC, cuyo perfeccionamiento se lleva puliendo desde hace años. Tal es su pujanza que sus creadores recibieron el Nobel de Medicina el año pasado por su creación . No obstante hay algunas lagunas que podrían dar la vuelta a la tortilla, ya que, al parecer, las células reprogramadas guardan algo de su memoria adulta, lo que limitaría sus posibles aplicaciones en terapias . “El valor terapéutico de este descubrimiento está aún por ver”, comenta Eguizábal, “primero habrá que hacer estudios comparando los dos tipos de células para ver cuál es mejor”, añade. El equipo de Mitalipov ya está realizando esos estudios.