El cuerpo de los ancestros humanos evolucionó para lanzar objetos hace unos dos millones de años, según un nuevo estudio.
Lo que permitió esa capacidad evolutiva, al parecer, fueron cambios en la anatomía de la especie extinguida Homo erectus.
Las evidencias arqueológicas muestran que la caza se hizo más intensa durante este periodo, algo que los científicos atribuyen al desarrollo de la capacidad de lanzamiento.
Según las conclusiones del estudio publicado en la revista especializada Nature, esa nueva destreza ayudó al desarrollo de los cazadores ancestrales y les permitió migrar por todo el mundo.
Sólo los humanos tienen la capacidad de lanzar un objeto con mucha rapidez.
Podemos arrojar cosas mucho más rápido que nuestro más cercano pariente animal con vida, el chimpancé, que sólo logra lanzar algo a unos 32 km/h frente a los 145 km/h que puede alcanzar un atleta profesional.
Para investigar cómo sucedió el desarrollo evolutivo de esa habilidad, los científicos tuvieron primero que entender la biomecánica del lanzamiento de hoy en día.
MOVIMIENTO RÁPIDO Para ello analizaron el lanzamiento de varios jóvenes jugadores de béisbol, utilizando cámaras especiales de captura de movimiento.
Y observaron que el hombro actúa como una especie de onda (también conocida como china, tirachinas o resortera) a medida que el brazo gira hacia atrás.
Los ligamentos y tendones que rodean al hombro se estiran y almacenan energía elástica, que le da potencia al lanzamiento hacia el frente.
Cuando esta energía queda en libertad genera lo que los científicos creen que es el movimiento más rápido que el cuerpo humano puede producir.
Los cambios en la anatomía de los hominini (antepasado del género Homo) que tuvieron lugar hace dos millones de años fueron los que permitieron ese almacenamiento de energía en el hombro, que resultaron en la capacidad de lanzar objetos rápidamente, y por lo tanto de cazar.
El éxito en la caza hizo que nuestros antepasados pudieran hacerse parcialmente carnívoros, y comieran carne rica en calorías y en grasa, que mejoró drásticamente la calidad de su dieta, le dijo a la BBC el líder del estudio, Neil Roach, de la Universidad de George Washington, en Estados Unidos.
Este cambio dietario desencadenó una transformación radical en la biología de nuestros ancestros, que les permitió desarrollar cuerpos más grandes, cerebros más grandes y tener más hijos. También generó cambios interesantes en su estructura social, explicó.
Sobre esa época empezamos a ver los orígenes de las divisiones del trabajo, en las que algunos cazan mientras otros recolectan.
Y probablemente también nos permitió trasladarnos a nuevos ambientes, como zonas donde no había vegetación de la que mantenernos antes de tener la habilidad de cazar, dijo el doctor Roach.
Pero puntualizó que es importante recordar que lo que creemos sobre la caza y el comportamiento es todavía una hipótesis y hace falta continuar investigando.
UN PROBLEMA FASCINANTE Otro miembro del equipo de investigadores, Daniel Lieberman, de la Universidad estadounidense de Harvard, le dijo a la BBC que lo más fascinante para él había sido el hallazgo de que la mitad de la fuerza que el ser humano genera en el lanzamiento viene de la energía elástica almacenada en el hombro.
Eso no es un resultado colateral de la evolución para otra cosa, es claramente una adaptación. Hubo cambios en nuestra anatomía que nos permitieron lanzar con precisión, así que queremos entender mejor cuales eran los desafíos de esa época temprana de la caza, dijo Lieberman.
Desde Kenia, donde se encuentra haciendo investigación, el académico explicó que comparado con otros animales como los guepardos, los leones o los leopardos, los humanos no tienen armas naturales, como las garras.
La caza humana es un problema fascinante, y el hecho de que todas estas características aparecen en la época en que evolucionó el Homo erectus sugiere que la caza pudo haber sido una fuerza de selección gracias a la capacidad de lanzamiento, dijo.
El profesor Lieberman agregó que el próximo paso en investigación sería descubrir qué usaban exactamente para cazar estos ancestros humanos, ya que hasta ahora no existen registros arqueológicos de armas que daten de este período.
DISCREPANCIAS Susan Larson, de la Universidad de Stony Brook, de Nueva York, también trabaja en la investigación de la anatomía del hombro en primates y humanos para estudiar su evolución.
Larson no estuvo involucrada en este estudio y cree que es fácil sobreinterpretar los aspectos significativos de un fósil.
Todo depende de cómo se interpreta la anatomía que ves en esos fósiles, apuntó.
El Homo erectus no era necesariamente un lanzador tan prolífico, dijo.
Larson dice que el hombro del Homo erectus funcionaba también para darle a la mano una variada gama de movimientos para manipular objetos y hacer herramientas, pero no tenía el mismo diseño que en los humanos, y cree que el equipo investigador de este estudio tal vez haya subestimado la combinación de elementos sobre cómo funciona el hombro.
Hay que entender cómo funcionan todas las partes en conjunto para lograr una amplia gama de movimientos, dijo.
Por su parte Jill Rhodes, de la Universidad de Drew, en EE.UU., considera que el nuevo estudio, más que aportar evidencias definitivas sobre el comportamiento del Homo erectus, lo que hace es introducir un modelo teórico más fuerte.
La torsión del húmero, el ángulo al que la cabeza del húmero rota en la articulación del hombro, no concuerda con los registros de los atletas de lanzamiento modernos y, aún más importante, como el lanzamiento es una actividad de una sola mano, no hay evidencia de asimetría en el ángulo de la torsión del húmero del Homo erectus, dijo.
Simplemente no hay fósiles preservados, así que no podemos decir que la torsión humeral demostrada en esa especie no es un aspecto de filogenia en lugar de comportamiento, agregó.
Esta investigación abre una ventana en nuestro conocimiento sobre el comportamiento en el pasado, pero la vista aún está nublada, concluyó.