Recientes revelaciones sobre las actividades de una red global de espionaje electrónica provocaron indignación y repudio en amplios sectores de la opinión pública mundial.
En Brasil la situación fue más grave porque fuimos un blanco de esta intromisión. Datos personales de los ciudadanos fueron interceptados indiscriminadamente. Información corporativa, a menudo de alto valor económico e incluso estratégico, estuvo en la mira del espionaje. Misiones diplomáticas brasileñas, entre ellas la Misión Permanente ante las Naciones Unidas y la misma oficina del presidenta de la república, tuvieron sus comunicaciones interceptadas.
Las intromisiones en los asuntos de otros países violan las leyes internacionales y son una afrenta a los principios que deben guiar las relaciones entre ellos, especialmente entre las naciones amigas. Una nación soberana jamás puede afirmarse en detrimento de otra soberanía. Jamás pueden los derechos a la seguridad de los ciudadanos de un país ser garantizados mediante una violación a los derechos humanos fundamentales de los ciudadanos de otro país.
Los argumentos de que la intercepción ilegal de información y datos buscan proteger las naciones del terrorismo no tienen sustento. Brasil, señor presidente, sabe cómo protegerse a sí misma. Repudiamos, combatimos y no damos amparo a grupos terroristas.
Somos un país democrático, rodeado de países democráticos, pacíficos y respetuosos del derecho internacional. Vivimos en paz con nuestros vecinos desde hace más de 140 años.
Como tantos otros latinoamericanos, luché contra la arbitrariedad y la censura y no puedo dejar de defender de manera intransigente el derecho a la privacidad de los individuos y la soberanía de mi país. Sin él el derecho a la privacidad no hay verdadera libertad de expresión y de opinión y, por lo tanto, no hay democracia efectiva. Sin respeto a la soberanía, no hay base para las relaciones entre las naciones.
Enfrentamos, señor Presidente, una situación de grave violación a los derechos humanos y las libertades civiles, de invasión y captura de información confidencial relacionada con actividades empresariales y, sobre todo, de un irrespeto a la soberanía nacional. Le transmitimos al gobierno norteamericano nuestra protesta, exigiendo explicaciones, disculpas y garantías de que estos procedimientos no se repetirán.
Los gobiernos y la sociedades amigas, que buscan consolidar una verdadera alianza estratégica, como en nuestro caso, no pueden permitir que acciones ilegales, recurrentes, se produzcan como su fuesen normales. Son inadmisibles.
Brasil, señor Presidente, redoblará sus esfuerzos por crear legislaciones, tecnologías y mecanismos que nos protejan de la intercepción ilegal de comunicaciones y datos.
Mi gobierno hará todo lo que esté a su alcance para defender los derechos humanos de todos los brasileños y proteger el fruto del ingenio de nuestros trabajadores y nuestras compañías.
El problema, sin embargo, va más allá de las relaciones bilaterales de los dos países. Afecta a la misma comunidad internacional y exige una respuesta. Las tecnologías de la comunicación no pueden ser el nuevo campo de batalla entre estados. Llegó el momento de crear las condiciones para evitar que el ciberespacio sea usado como un arma de guerra, a través del espionaje, sabotaje y ataques contra los sistemas y las infraestructuras de otros países.
Necesitamos crear mecanismos multilaterales para la red mundial que puedan garantizar principios tales como:
-Libertad de expresión, privacidad del individuo y respeto a los derechos humanos.
-Gobierno abierto, democrático y multilateral, ejercido con transparencia mediante el estímulo de la creatividad colectiva y la participación de la sociedad, los gobiernos y el sector privado.
-Universalidad que garantice el desarrollo social y humano y la construcción de sociedades inclusivas, no discriminatorias.
-Diversidad cultural, sin la imposición de creencias, costumbres y valores.
-Neutralidad de la red, guiada solo por criterios técnicos y éticos, que hagan inadmisible su restricción con fines políticos, comerciales, religiosos o de cualquier otra índole.
Explotar todo el potencial de la internet requiere, por lo tanto, regulación responsable, que asegure al mismo tiempo libertad de expresión, seguridad y respeto a los derechos humanos.