AGENCIA MATERIA
Matar dos pájaros de un tiro. Un grupo de investigadores está dando pasos importantes en el objetivo de conseguir máquinas ecológicas, por un lado, y en el reto de deshacerse de los residuos orgánicos que en cantidades industriales producen los seres humanos. De ahí que se plantearan que el Ecobot, un prototipo de robot que aspira a ser energéticamente autónomo, debía tener un corazón de orina. Un residuo orgánico que no escasea y que proporciona el combustible que necesita esta máquina sostenible.
Como si se tratara del Hombre de Hojalata, el Ecobot andaba en busca de un corazón. Uno que contara con una fuente de energía limpia —en el sentido ecológico de la palabra—, mantuviera su autonomía y no produjera residuos contaminantes. La orina parece el combustible ideal ya que por otro lado, desde hace años está planteada la necesidad de deshacernos de todos esos residuos que producimos de forma natural. Porque 2.500 millones de personas en el mundo no tienen acceso a sistemas de saneamiento y el resto, aunque tiremos de la cadena, no hacemos desaparecer mágicamente esos excrementos.
La orina genera energía de la siguiente manera: los residuos orgánicos son consumidos por unos microorganismos, que habitan en las pilas del robot (celda de combustible biológica), y que al hacerlo producen mínimos destellos de electricidad que, sumando muchas de estas pilas, producen suficiente energía para dar autonomía al robot. Estos mismos investigadores, del Laboratorio de Robótica de Bristol, ya demostraron hace poco que podían cargar un teléfono celular con orina.
“Las celdas de combustible contienen microorganismos vivos que generan protones y electrones mientras digieren la orina”, nos explica el investigador que ha desarrollado el corazón de orina, Peter Walters. Y añade: “La corriente eléctrica de bajo nivel que fluye a través del circuito se usa para cargar un condensador que, una vez ha acumulado suficiente energía, puede usarse para algo útil”. Los microbios descomponen y digieren la materia orgánica de la orina y los residuos resultantes se almacenan de forma segura.
Estas peculiares pilas necesitan alimentarse regularmente para no descargarse, y ahí es donde actúa el corazón. Inspirado en el corazón humano, cuenta con fibras musculares artificiales que bombean la orina a todas las celdas de combustible del robot con la cadencia necesaria. Hasta ahora lo hacia una bomba convencional, demasiado expuesta a fallos mecánicos. La ventaja de este corazón de orina es que se alimenta de las propias celdas orgánicas, cerrando así el ciclo de autonomía. Sólo necesita un buen tanque de orines.
¿Sirve cualquier tipo de orina? Por el momento, según cuenta Walters, han usado únicamente combustible proporcionado por “voluntarios sanos”. “Esperamos que en el futuro, el Ecobot pueda utilizar, por ejemplo, la orina de animales en un entorno agrícola, que podría recogerse para alimentar las baterías. También podría recoger la orina de los baños públicos en un entorno urbano”, asegura el investigador, convencido de que la orina puede ser el combustible del futuro.
El Ecobot está pensado para trabajar en lugares inhóspitos, tal vez por un exceso de contaminación o por amenaza de depredadores, por lo que necesita contar con una autonomía importante. Estas investigaciones se enmarcan en el programa creado por la Fundación de Bill y Melinda Gates para encontrar una solución imaginativa al gravísimo problema global de los residuos orgánicos.