En un restaurante mexicano en Dallas, Texas (Estados Unidos), media docena de abogados hablan sobre patentes. La conversación deriva hacia las actividades de los llamados trolls y los allí presentes compiten por los ejemplos más locos de demandas judiciales relacionadas con patentes.

El caso de la patente del escáner, dice uno.

Reclaman que cualquiera que utilice un escáner para escanear documentos y enviarlos por correo electrónico les debe regalías por valor de US$1.000 por empleado.

Hay un par de trolls que reclaman que inventaron la tecnología que da soporte al wi-fi, explica otro de los presentes, y están demandando a toda clase de empresas: bares, hoteles, restaurantes. Cualquiera que ofrezca wi-fi, ellos dicen que les debe dinero.

Un tercer abogado interviene: Y están las patentes del sándwich de crema de cacahuete con mermelada….

Estos abogados de patentes trabajan en la mayoría de los casos para la parte demandada pero es muy difícil encontrar a alguien que no crea que el sistema de patentes de Estados Unidos ha enloquecido en los últimos años.

Gran parte de la responsabilidad le corresponde a las que se conocen como entidades no activas o trolls, como los llaman aquellos a los que no les gusta lo que hacen.

Un troll de patentes es alguien que compra patentes y luego demanda a las personas, explica Alan Schoenbaum, abogado de la empresa de computación en la nube Rackspace, que ha sido objeto de demandas por patentes.

Generalmente no son inventores, son emprendedores o gente del mundo de las finanzas.

GUERRA DE PATENTES Hubo un tiempo en que los trolls de patentes eran un elemento irritante menor para cualquiera que estuviera lanzando un producto nuevo, nada más.

Nuestra investigación constata que en sólo cinco años el sistema de patentes de Estados Unidos se ha puesto del revés, dice el profesor de la Universidad de California Robin Feldman, uno de los autores de un gran estudio sobre litigios por patentes.

Alan Schoenbaum, de Rackspace, dice que defender un caso de patentes puede ser costoso. La mayor parte de las demandas por patentes las interponen entidades que no fabrican productos; en otras palabras, en su terminología, son trolls de patentes, dice.

Su modelo de negocio se basa en obtener dinero de aquellos que sí fabrican productos.

Aunque algunos trolls desarrollan sus propias invenciones patentables en casa, la mayoría de ellos compran las tecnologías de segunda mano.

Innovadores y empresas a menudo están dispuestos a vender sus derechos, dado que les garantiza dinero en efectivo para llevar a cabo ideas que en otro caso permanecerían en segundo plano.

Pero no son solo los trolls quienes persiguen las patentes: muchas adquisiciones recientes de empresas tecnológicas han estado impulsadas por el deseo de adquirir librerías de patentes, quizá la más notoria fue la compra por parte de Google de Motorola Mobility por US$12.500 millones en 2012.

Los trolls son vilipendiados porque se percibe que sus tácticas legales son más propensas a paralizar la innovación que a fomentarla.

Me dispongo a salir en busca de algunos de estos trolls y escuchar su versión de la historia.

Pero primero le pido a Alan Schoenbaum que describa sus tácticas.

El primer paso es equiparse de fondos para financiar la guerra de patentes: Las patentes que adquieren son generalmente de software. Y están escritas de forma muy general. Son muy difíciles de entender y a menudo inescrutables.

Luego buscan empresas a las que abordar, amenazándolas con acciones legales extremadamente costosas si no pagan una licencia.

Defender una demanda es muy caro. Puede oscilar entre varios cientos de miles de dólares hasta US$5 o US$6 millones, dice.

Juegan con el temor del acusado de que se va a gastar mucho dinero en su defensa y es simplemente más barato pagar la licencia.

Cuando alcanzan un acuerdo con las empresas blanco de su ofensiva, casi siempre hay un pacto de no revelación y todo el proceso se rodea de tal secretismo que es difícil averiguar qué está pasando.

EL LENGUAJE DE LOS TROLLS Al tratarse de casos que a menudo están relacionados con los tribunales, con abogados de por medio, no es fácil encontrar a personas dispuestas a hablar. Finalmente, doy con alguien que sí lo hace.

Erich Spangenberg tiene una compañía llamada IP Nav, descrita por Alan Schoenbaum de Rackspace como un jugador en las grandes ligas de los trolls. Su empresa se jacta de que, hasta el momento, ha recaudado más de US$700 millones con los pagos de licencias de las patentes que posee.

Su sede en Dallas refleja sin duda que el negocio está en ebullición.

En nuestra entrevista de media hora, Spangenberg es extremadamente firme en la defensa de la ética de su trabajo, y se torna combativo cuando insinúo que él y los de su clase pueden estar perjudicando a la innovación.

¿Le molesta ser llamado troll? No, pero dice que la palabra ha perdido significado: Cualquiera que reivindique una patente, si no es Google, es aparentemente un troll. Así que no creo que sea un término descriptivo, la palabra adecuada es dueño de una patente.

Escucha mi descripción de las empresas pequeñas que son acosadas por los dueños de extrañas patentes con un escepticismo impaciente. En toda industria hay una parte de abuso, responde.

Se presenta a sí mismo como el campeón de los débiles que se enfrentan a las poderosas corporaciones: No presionamos a empresas con menos de US$100 millones de ingresos, no tiene sentido económicamente.

Dice que he malentendido lo que es una patente.

Más que ser la defensa de una invención, es un derecho de propiedad definido en la Constitución de Estados Unidos, y el hecho de poseer una, no quiere decir que haya que hacer algo con ella.

Al igual que un arquitecto puede diseñar un edificio pero no lo construye o un autor puede componer una canción pero no tiene que cantarla, un inventor puede recibir una patente pero en última instancia no está obligado a ponerla en práctica, explica.

En cuanto a su táctica, que puede implicar demandar el pago de una licencia sin revelar exactamente qué patente se ha infringido hasta que el acusado pague, no se arrepiente.

Spangenberg reconoce feliz que su negocio de monetización de patentes le ha resultado muy lucrativo: su casa de US$30 millones en Dallas está a la venta. Pero incluso aunque sea legal, le digo, mucha gente lo ve como falto de ética.

No entiendo el argumento, replica.

Hablemos de quién quiere promover la innovación y quién no. ¿Realmente cree que lo que quiere Google es eliminar el sistema de patentes para promocionar la innovación? Lo siento, yo no lo creo, dice.

Y en relación con los llamados a reformar el sistema, continúa: India y China celebran lo que le estamos haciendo a nuestro sistema de patentes.

Puede que se avecine un cambio, en la medida en que los políticos, incluido el presidente Barack Obama, critican el actual sistema de patentes y atacan a los trolls.

Incluso Spangenberg admite que algunas reformas son necesarias, pero mientras tanto sigue adelante con el serio y lucrativo negocio de la monetización de patentes.