PAMELA MONTES ITURRIZAGA El Comercio

La experiencia lo dice. Al saciar esas ganas irrefrenables por comer un chocolate, muchas personas experimentan desde calma hasta felicidad, pasando también por un sentimiento elevado de placer.

El acto de alimentarse luego de sentir hambre tiene que ver con procesos gástricos, sin duda. Pero también se producen respuestas en el ámbito cerebral, como la activación de dopamina, e incluso en el ocular.

COMER CON LOS OJOS “La dopamina es un neurotransmisor, el cual se asocia a situaciones de placer de cualquier tipo, no solo con la comida. En ciertas personas, los niveles de dopamina se elevan mucho con situaciones de placer y esto las lleva a comer constantemente”, explica a El Comercio el doctor Arnaldo Hurtado, médico nutriólogo.

En una investigación estadounidense, publicada esta semana en la revista Obesity, un equipo de científicos encontró que la respuesta en el ámbito cerebral del placer al comer se puede medir a nivel óptico.

La doctora Jennifer Nasser, miembro del Departamento de Ciencias de la Nutrición de la Universidad de Drexel (Filadelfia, EE.UU.), dirigió el estudio. Su intención era comprobar que un equipo usado por oftalmólogos puede medir el aumento de dopamina en la retina.

“El sistema de dopamina del ojo se consideraba por separado del resto del sistema de la dopamina en el cerebro. De hecho, muchos expertos en retinografía decían que la degustación de un alimento estimula el sistema de dopamina del cerebro y no tendría un efecto sobre el sistema de dopamina del ojo”, dice la doctora Nasser.

UN TEMA DE ANTEOJOS En la retina, la dopamina se libera cuando la luz de exposición activa el nervio óptico. Nasser y sus colegas usaron un equipo de electrorretinografía (ERG) que mide la respuesta eléctrica de varios elementos de la retina como las células fotosensibles de la visión.

Cuando a los participantes se les colocó un pedazo de torta de chocolate en la boca, las señales eléctricas de la retina se dispararon a niveles altos como consecuencia de los impulsos de luz.

Esta elevación también se observó cuando los participantes tomaron metilfenidato. Este fármaco eleva la producción de dopamina y se usa principalmente para controlar el trastorno por déficit de atención con hiperactividad. Caso contrario sucedió cuando se usó el agua como estímulo.

“Muchos pacientes confunden el hambre con el antojo y creen que su cuerpo necesita dulce. Lo cierto es que es este tipo de estudios solo comprobaría de forma rápida que habría cierto número de personas que secretarían más dopamina que otras, y son precisamente estas a las que se les hace más difícil controlar los antojos por la comida”, explica el especialista peruano Hurtado.

De validarse este método, los investigadores confían en que contribuya con la identificación de la adicción a la comida y en la prevención de la obesidad.

Para ello, aún se necesitarán grupos de participantes mayores, ya que en este primer ensayo participaron nueve personas, en su mayoría con sobrepeso y que no habían sufrido trastornos de alimentación.

“La alimentación es un sistema de suministro de nutrientes y a la vez un sistema de entrega de placer, y un efecto secundario es el exceso de calorías. Quiero maximizar el placer y el valor nutritivo de los alimentos, si no reducir al mínimo los efectos secundarios”, subraya Nasser, la autora del estudio.

Otro punto importante radica en que el ERG es un método de bajo costo y no invasivo. Según la publicación, cada sesión costaría no más de US$150 y generaría 200 lecturas en dos minutos por sesión.

El método actual para medir las producción de dopamina es la exploración PET, un tipo de diagnóstico por imágenes de medicina nuclear y que cuesta US$2.000.

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