TOMÁS UNGER Divulgador científico
Quienes vivimos en la costa occidental de América –desde Alaska hasta Tierra del Fuego– sabemos que la Tierra tiembla. Ocasionalmente lo hace con suficiente intensidad para causar destrucción. En tiempo geológico, la Tierra tiembla constantemente porque los continentes avanzan y, al hacerlo, friccionan con el fondo marino sobre el cual se desplazan. En nuestro caso, la placa sudamericana avanza sobre el fondo marino. La placa de Nazca frente a nuestras costas.
Si hiciéramos una película con una foto cada año (y la pasamos a razón de 30 imágenes por segundo), en un minuto veríamos avanzar el continente más de un kilómetro mar adentro. En el proceso desaparecería todo lo que estaba en los acantilados más de 15 cuadras tierra adentro. Durante nuestras breves vidas, los movimientos son esporádicos y los terremotos ocasionales. Pero sabemos que son inevitables y presentan una amenaza constante, a la cual tratamos de acostumbrarnos. Por el momento, lo único que sabemos es que habrá terremoto, pero no sabemos cuándo.
LA FRICCIÓN Si bien en tiempo geológico el avance es constante, este se produce a saltos, debido a la acumulación de tensión entre las placas en fricción. Imaginemos que el continente es una alfombra que avanza empujada de atrás sobre un terreno rugoso. Se detiene y arruga, en este caso la arruga son los Andes, pero la presión se acumula hasta que salta. El salto es el terremoto, durante el cual el continente se desplaza y las tensiones se alivian. Pero la presión sigue y se acumula hasta el siguiente salto.
Más que una alfombra, el continente es una placa en forma de cuña que adelgaza a medida que avanza sobre el zócalo continental. Ahí el continente es delgado y termina en un acantilado, que es la fosa de Lima.
De unas decenas de kilómetros de espesor, se va anchando hasta más de cien kilómetros bajo los Andes y la planicie amazónica. La mayoría de las fricciones se producen en el borde de ataque, entre el zócalo continental y los Andes. Ahí se acumula la tensión y se producen los saltos. El punto del salto lo llamamos hipocentro. La parte que queda en la superficie, encima (‘epi’ en griego) del hipocentro, es el epicentro.
TENSIÓN Y ELECTRICIDAD Hace algún tiempo se descubrió que en los puntos donde se acumula la tensión por fricción entre el continente y el fondo marino se producen corrientes eléctricas. Se cree que estas se deben a la liberación de iones positivos del oxígeno en ciertos óxidos que conforman la roca del continente. Al acumularse la tensión los peróxidos liberan iones que, junto con los electrones, crean una débil corriente eléctrica.
Los investigadores del Instituto de Radioastronomía (Inras) de la Universidad Católica (PUCP) utilizan un sensor de campo magnético (magnetómetro) para detectar estas corrientes débiles, aun a varios kilómetros de distancia.
Con un solo magnetómetro se puede detectar la dirección de la cual proviene la corriente, el punto donde probablemente se produce el hipocentro de un movimiento sísmico. Si se colocan dos magnetómetros a suficiente distancia, se podrá obtener dos direcciones y, cruzando las líneas de ambas direcciones, se puede ubicar el hipocentro y el epicentro del posible sismo.
DOS SISMOS El 15 de octubre del 2010, se detectó con el magnetómetro en Tacna una acumulación de presión. Dada la cantidad de corriente registrada, los investigadores de la Universidad Católica consideraron que este sería precursor de una liberación de energía, y por consiguiente de un sismo, en un lapso de a lo más ocho días.
Los investigadores del Inras informaron a la alta dirección de la PUCP que el sismo se produciría entre el 22 y 23 de octubre; y efectivamente se produjo el 22 a las 3:00 a.m., a unos 75 km al oeste de la costa. Al no haber otro magnetómetro cerca no se pudo hacer una triangulación.
Contando ya con dos magnetómetros –uno cerca de Huaral y otro en la Isla San Lorenzo, a 56 km de distancia– se pudo triangular. Esto ocurrió en abril de este año y los investigadores de la PUCP detectaron los pulsos, ubicando el epicentro a tan solo 6 km del epicentro ubicado con sismógrafos por el Instituto Geofísico del Perú (IGP). En este caso se previó con 14 días el sismo que se produjo el día 4 de abril a las 2:52 a.m., con una magnitud de 4,1, a una profundidad de 24 km con un epicentro en la latitud 11° 53 m S, y longitud 77° 20 m O, según el IGP (Lima está a 12º 6 m S y 77º 3 m O).
El siguiente sismo, cuyas corrientes fueron detectadas con 10 días de anticipación, se produjo el 12 de abril, con una magnitud de 3,8, a 58 km de profundidad en la latitud 11° 44 m S y longitud 77°12 m O. En ambos casos, el contar con dos magnetómetros permitió triangular los puntos de origen.
EL PROYECTO El doctor Jorge Heraud, director del Inras a cargo del proyecto, está poniendo magnetómetros en varios lugares del Perú. Ya hay diez, nueve donados por una empresa californiana con quien la PUCP tiene un acuerdo de investigación, y uno por Telefónica del Perú. Además de los que están cerca de Huaral y San Lorenzo, hay otros en El Carmen, Pisco, Ica, Ocucaje, Moquegua, Ite, Pocollay y Tacna.
Con estos sensores se espera detectar con mayor precisión las pequeñas corrientes que parecen acompañar la tensión en los puntos de fricción entre la placa continental y la de Nazca.
Por el momento, los casos mencionados son pocos y el origen de liberación de energía se basa en una hipótesis, respaldada parcialmente por un experimento hecho con rocas. Sin embargo, la anticipación de dos sismos triangulados es una realidad. Esto hace pensar en los posibles alcances del sistema desarrollado por el equipo de investigadores de la PUCP, dirigido por el doctor Heraud.
EL FUTURO El procedimiento por el cual los investigadores de la PUCP han logrado anticipar un par de pequeños sismos es el primer caso real de pronóstico del que tengo noticia. El sistema recién está empezando y la instalación de nuevas estaciones de detección permitirá comprobar su eficacia.
De coincidir la intensidad de las corrientes con la intensidad del sismo que preceden, como todo parece indicar, estaríamos ante un posible método de predicción de sismos.
Probablemente tomará años, sino décadas, perfeccionar el sistema y conocer los mecanismos por los cuales la tensión entre placas libera corrientes, y la relación exacta entre estas y el posible sismo. Los instrumentos deberán ser perfeccionados y se requerirá estudios sismográficos para establecer una correlación entre los eventos observables, la energía liberada y el tipo e intensidad de movimiento sísmico resultante.
El problema vendrá cuando ocurra lo arriba descrito. No quisiera encontrarme en los zapatos del científico que cuente con los datos necesarios para predecir un terremoto de gran magnitud. Aun si fuera posible prever el grado de destrucción y la probabilidad de un tsunami, es imposible prever cuál sería la reacción de la población si se informa con anticipación.
Se pueden tomar precauciones, pero estas deben planearse e implementarse mucho antes de lo que parece ser el corto plazo que dan las corrientes detectadas. Un terremoto de gran magnitud en una zona densamente poblada tiene grandes consecuencias, cuya intensidad varía con la hora y época del año en que suceden. Generalmente estos eventos los tomamos con gran fatalismo porque no podemos preverlos. Me pregunto qué sucederá cuando podamos, y todo parece indicar que un día esto será posible.