Con sólo apretar un botón, James Erwin puede crear un huracán.

Este joven científico se encuentra en una pequeña sala de operaciones en Miami, Estados Unidos, y está concentrado en controlar el ruido ensordecedor que hay afuera.

Es el estruendo que hacen 12 turbinas eléctricas gigantes que están simulando las ráfagas de viento de una poderosa tormenta.

Y van cada vez más rápido: aunque en esta ocasión apenas rozarán los cien kilómetros por hora, las turbinas pueden duplicar fácilmente esa velocidad y crear una fuerza capaz de desprender el techo de una casa.

¿Por qué los investigadores como Erwin quieren recrear las condiciones de un huracán destructor?

BBC Mundo fue a averiguarlo a la Universidad Internacional de Florida (FIU, por sus siglas en inglés), en Miami, donde se encuentra esta instalación llamada la Pared de Viento.

HURACÁN ERWIN Justo enfrente de las doce ruidosas turbinas está un modelo a pequeña escala de un edificio.

No parece importante, pero este día será la víctima del huracán Erwin.

A medida que el científico aumenta la velocidad de la Pared de Viento, la pequeña réplica se tambalea.

Adentro, de vuelta en la sala de control, los investigadores están satisfechos.

Erwin explica que el propósito del experimento es medir la presión que genera el viento en ese modelo y luego comparar los datos con situaciones verdaderas.

Así, los científicos esperan probar productos y tecnologías que ayuden a construir estructuras más resistentes a los huracanes de la vida real.

Y aunque ahora sólo están utilizando una víctima de poca monta, la idea es probar la resistencia de objetos mucho más relevantes como casas privadas, bodegas y postes de luz.

Crear este simulador de huracanes tiene un precio alto: US$8 millones.

Eso sin contar que cuando van a toda velocidad, las 12 turbinas usan el equivalente a la electricidad necesaria para 2.000 viviendas unifamiliares.

A pesar del costo, los científicos de la Pared de Viento creen que vale la pena.

Cada dólar que se gasta en mitigación (de riesgos) permite ahorrar cuatro dólares en daños y limpieza, dice Erik Salna, otro de los investigadores.

Así que hay que mirar el tema a largo plazo: una inversión para comenzar y luego un retorno de la inversión.

LECCIONES Y esto no es un tema menor en un estado que ha sufrido el paso de siete de los diez huracanes más devastadores de la historia de Estados Unidos.

Uno de ellos, Andrew, causó en 1992 daños por valor de US$25.000 millones, la gran mayoría ocasionados por los fuertes vientos.

Y aunque dejó una huella profunda en los habitantes del estado, también ofreció muchas lecciones.

Cada huracán es una experiencia de aprendizaje, dice Salna.

Lo que estamos aprendiendo es que si se exigen mejores técnicas de construcción y productos más fuertes, entonces será posible tener hogares más seguros y menos daños.

En ese sentido, las pruebas realizadas en esta universidad han servido para modificar los códigos locales de construcción con el objetivo de, por ejemplo, reducir la vulnerabilidad de los techos.

Pero la joven Pared de Viento, inaugurada el año pasado, tiene todavía mucho camino por delante.

Poco después de que las turbinas se apagan tras el huracán Erwin lo que señala el final del día Salna explica cuáles son las siguientes metas: crear hogares más impermeables y fortalecer las estructuras a las que se adhieren los paneles solares.

Si son exitosos, estos investigadores podrán tener un mayor impacto en el sur de Florida, a medida que la región sortea una vez más una nueva temporada de huracanes.

VIDEO: Así funciona el poderoso simulador de huracanes de Miami