Manuel Pulgar-Vidal fue ministro del Ambiente del 2011 al 2016. (Foto: Andina)
Manuel Pulgar-Vidal fue ministro del Ambiente del 2011 al 2016. (Foto: Andina)
Diego Suárez Bosleman

El sábado se cumplirá una semana desde que casi 200 países firmarán el tan esperado Pacto de Glasgow, en el marco de la Conferencia de las sobre el o . Este acuerdo, para varios especialistas, es considerado como la última gran oportunidad para controlar la crisis climática. Entonces, ¿ha sido la COP26 un éxito? ¿El nuevo acuerdo nos conducirá a un panorama menos catastrófico? Conversamos con Manuel Pulgar-Vidal, ex ministro del Ambiente y jefe de Energía y Clima del Fondo Mundial para la Naturaleza (), sobre estos y más temas.

–Me comuniqué con usted dos días antes de que finalizara la COP26. Sin embargo, no pudimos concretar la entrevista porque estuvo en reuniones de trabajo todo el día. ¿Fue así de ardua y caótica la gran cumbre del clima?

Algunos pueden imaginarse que la COP26 se lleva a cabo en un gran salón de conferencias. No es así. En el evento existen distintos espacios de reuniones, no menos de 300, y en cada uno se discuten temas específicos. Una persona en un solo día puede estar en cinco eventos, ya sea como observador, panelista o expositor. Además, es masivo. Alrededor de 53.000 personas asistieron a la COP26; y en un día, entre entradas y salidas, hubo unos 30.000 asistentes. Es un lugar de mucha dinámica y adrenalina, y probablemente en esta COP, tanto como en la de París, es en donde más energía se ha sentido.

¿Cuál es el veredicto de los científicos sobre lo acordado para frenar el cambio climático en la COP26?

–Es una labor maratónica...

El viernes de la primera semana caminé, según mi teléfono, 15 kilómetros. Fueron dos semanas de puro trabajo, sin descanso. Yo llegaba a la COP26 a un cuarto para las ocho de la mañana y me desocupaba a las diez u once de la noche, porque había cenas de trabajo. Pero es probable que los negociadores –representantes de los gobiernos– hayan terminado de trabajar a las cuatro de la mañana en la segunda semana, y en la última fecha de la COP26, ni habrán dormido. Hay que tener en cuenta que los negociadores tratan de ajustar el acuerdo final para lograr el consenso entre casi 200 países del mundo.

–Y se obtuvo un acuerdo que algunos especialistas han tildado de débil o insuficiente…

Yo creo que con el Pacto de Glasgow estamos apuntando a una dirección correcta pero hay que reconocer que los planes que se tienen hoy no son lo suficientemente ambiciosos. Nosotros llegamos a la COP26 con dos temas en la mente: superar la brecha de ambición y la de financiamiento. Y es que ya existe un consenso colectivo: al final del siglo la temperatura global no puede incrementar en más de 1,5 °C. Para lograr eso, nuestras economías tienen ser de cero emisiones netas para mitad del siglo y resilientes al cambio climático. Por tal motivo, en esta llamada década decisiva –entre el 2020 y 2030– tenemos que reducir al menos a la mitad las emisiones de gases de efecto invernadero.

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–Según los últimos informes, no lograremos limitar el aumento de temperatura a 1,5 °C, ni siquiera a 2 °C…

Días antes de la COP26, la secretaría de la convención nos dijo que los planes climáticos actuales llevarían el incremento de la temperatura global a 2,7 °C para finales del siglo. Eso significa que hay una brecha entre lo que se quiere y la realidad. En otras palabras, los países tienen que tener metas más ambiciosas. Pero eso no es todo, la organización Climate Action Tracker hizo un cálculo interesante y concluyó que las contribuciones nacionales para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (NDC) provocarían un aumento de temperatura de 2,4 °C, pero si se suman las metas que muchos países se han puesto al 2050, que no están en las NDC, el incremento sería de 2,1 °C, y si a eso añadimos los compromisos de diversas organizaciones y empresas, el aumento sería de 1,8 °C. No obstante, ese panorama es demasiado optimista. El problema es que no se tienen los mecanismos para exigir el cumplimiento de gran parte de los compromisos que han asumido los actores estatales y no estatales. Incluso, si se cumpliera el escenario de 1,8 °C, seguimos teniendo una brecha de ambición. Entonces, llegamos a la COP26 sabiendo que teníamos una brecha de ambición y éramos conscientes que en este evento la brecha no se iba a cerrar; por lo tanto, lo que se esperaba es que se definan nuevos mecanismos para que, en el más corto plazo, las partes, actualizando sus NDC, pudieran cerrar las brechas; eso sí se ha logrado.

–Aunque el Pacto de Glasgow pide acciones en contra de los combustibles fósiles, algo que nunca antes se había establecido en un acuerdo de las conferencias climáticas de las Naciones Unidas, especialistas indican que se ha sido muy flexible con este tema en particular.

Debemos dejar de usar gradualmente los combustibles fósiles, lo que implica desechar el carbón como fuente de energía y eliminar los subsidios a este tipo de combustibles. Una de las primeras recomendaciones de la presidencia de la COP26 fue: eliminar progresivamente el carbón como energía. Pero luego de varias presiones de último minuto, especialmente de la India, se modificó esa parte del acuerdo. Se cambió la palabra “eliminar” por “reducir”. Eso convirtió el cierre de la COP26 en decepcionante, pero no le restó importancia al Pacto Climático de Glasgow. Además, como dice Greenpeace, y también nosotros, un solo país no va a poder ir en contra de la tendencia de eliminación del carbón. Aquella resistencia terminará siendo inútil frente a un mundo que tiene claro que del carbón vamos a salir.

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–¿Considera usted que el lenguaje del Pacto de Glasgow no es lo suficientemente directo o fuerte y que todavía existen algunos vacíos respecto a cómo se llevarán a cabo los compromisos establecidos?

Eso puede ser cierto, pero la redacción es el resultado de generar el consenso de casi 200 países. A veces puede parecer débil; sin embargo, cuando uno mira en retrospectiva, se nota el avance. En el Pacto de Glasgow hay procesos orientados a incrementar la ambición. Hay que entender a las COP como un proceso gradual; de hecho, la COP26 está haciendo las cosas más exigibles que en el pasado. Además, se está manteniendo vivo el objetivo de limitar la temperatura a 1,5 °C, y ahora hay que presionar más para que se cumpla.

–El financiamiento climático es un tema que arrastra una gran deuda, ya que no se han cumplido los compromisos que se establecieron en el Acuerdo de París. El Pacto de Glasgow no cierra esa brecha de financiamiento.

En el Acuerdo de París se estableció un compromiso de financiamiento que decía, entre otras cosas, que al 2020 el financiamiento climático debía ser de 100.000 millones de dólares anuales. Este financiamiento tenía que confirmarse el año pasado, pero se postergó por la pandemia. Lamentablemente, este compromiso no se ha cumplido: estamos actualmente en casi 83 millones de dólares. Ya sabíamos que en la COP26 la brecha de financiamiento no se iba a cerrar. Sin embargo, necesitábamos saber cómo se cerraría y cuál sería la meta para el 2025, ya que 100.000 millones de dólares son insuficiente para cubrir el costo de la responsabilidad climática. El Pacto de Glasgow urge a las partes a cumplir el compromiso de los 100.000 millones de dólares e ir más allá de la meta.

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–Exacto, se pide a las partes cumplir el compromiso de los 100.000 millones de dólares e ir más allá, pero no se menciona un aumento específico. Además, ¿cuándo se cerrará esa brecha, en el 2025?

Aquí viene el manejo de la presidencia de la COP26, que se mantiene por todo el año para hacer que esta brecha se cierre. Se espera que el Reino Unido, con los países más desarrollados, generen los acuerdos necesarios para que esta brecha se cierre a corto plazo. Yo creo que la brecha financiera de los 100.000 millones se puede cumplir para el 2022. Pero en lo que sí se queda corto el Pacto de Glasgow es que no menciona cómo se compensará el incumplimiento de la meta de los 100.000 millones.

–Los países más vulnerables llevan ya un tiempo pidiendo la creación de un fondo para el manejo de los daños y las pérdidas asociados al cambio climático. El Pacto de Glasgow no contempla ese fondo.

No se ha aprobado eso. El Pacto de Glasgow es débil en ese sentido y no cumplió las expectativas vinculadas a las pérdidas y daños asociados al cambio climático.

–En la COP21, a través del Acuerdo de París, se establecieron varios compromisos para limitar el aumento de la temperatura a 2 °C y, si es posible, a 1,5 °C. Sin embargo, ya sea por incumplimiento o falta de ambición, nos dirigimos a un aumento de 2,4 °C o 2,7 °C. ¿Qué nos garantiza que los compromisos del Pacto de Glasgow sí marcarán la diferencia?

No es que un organismo de las Naciones Unidas sancionará a un país por incumplimiento de sus compromisos. Pensar en eso es un error. Lo va a sancionar la economía, así de simple. Por ejemplo, Europa está discutiendo algo que se llama el ajuste de carbono en fronteras. Europa quiere ser climáticamente responsable, y por lo tanto, no quiere recibir productos de países que no lo son. Un ajuste de carbono en fronteras significa que si un producto llega a Europa con mucho carbono, recibirá un cargo. Asimismo, hay políticas de precio al carbono y un conjunto de medidas orientadas a que se cumplan los compromisos climáticos. La economía ya se ha dinamizado con condiciones climáticas. Si un país de América Latina no es climáticamente responsable, de aquí al 2050 su pérdida estructural de PBI mínima será del 25%.

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