COP 21: Una conferencia crítica
Tomás Unger Golsztyn

A fines del año pasado, Lima fue la sede la Conferencia de las Partes (COP 20) de la Convención sobre el Cambio Climático, evento que convocó a más de 100 países (ver la página del 6/1/2015). Pero esto fue la preparación para la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático que se llevará a cabo a fines de este mes en París (COP 21).

El propósito es llegar a un acuerdo universal, que comprometa legalmente a los firmantes a tomar medidas para revertir el cambio climático. Y es que el evento en París reunirá a más de 190 países, y se desarrollará desde el 30 de noviembre hasta el 11 de diciembre. Esta será la undécima sesión desde que se firmó el Protocolo de Kioto en 1997. Habrán pasado casi 18 años y el panorama es poco prometedor.

El propósito es lograr un acuerdo para frenar la influencia humana sobre la modificación del clima. El tema, a pesar de los millones invertidos por las empresas interesadas para ponerlo en duda, ha alcanzado importancia y credibilidad global. El clima está cambiando, lo que ha sido comprobado científicamente más allá de toda duda.

Es más, recientes investigaciones han demostrado que las empresas que invirtieron en sembrar la duda conocían la realidad desde fines del siglo pasado. Mientras tanto, aunque algunos –notablemente Alemania y los países escandinavos– han hecho esfuerzos por reemplazar los hidrocarburos con energía renovable, el incremento en su consumo y las emisiones de CO2 han ido en aumento.

Enfrentar la realidad

La acumulación del anhídrido carbónico (CO2) es un proceso irreversible. El gas que causa el calentamiento global, el que a su vez causa el cambio climático, se acumula en la atmósfera, donde permanece por siglos. Cada tonelada reducida hoy tendrá la mitad del efecto que hubiera tenido en 1990. Aun si se pudiera reducir en 20% las emisiones actuales, solo postergaría su efecto. El CO2 ya está ahí y no es posible revertir el proceso de calentamiento, tan solo postergarlo.

Según un estudio publicado por el “New York Times”, la reducción de 20% solamente postergaría en 10 años el proceso. Se calcula que dentro de los próximos 50 años la cantidad de CO2 en la atmósfera se duplicará, y que reducirla en un 20% solamente lo postergará del 2065 al 2075.

Los acuerdos previos a la reunión de París prevén una reducción de 3% en las emisiones, las que actualmente están subiendo a razón de 8% al año. Dicho en otras palabras, aun si se cumpliera lo acordado, y aun si se incrementara notablemente la reducción, no se impediría el avance del proceso.

Hoy en día estamos produciendo cinco toneladas de CO2 por habitante y, de acuerdo con el Panel Intergubernamental de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (IPCC), deberíamos producir menos de una tonelada. Evidentemente, esto es improbable, ya que solo los países más atrasados del mundo producen menos de una tonelada de CO2 al año por persona, mientras que los países más ricos producen más de 15 toneladas. Arabia Saudí produce alrededor de 18, Estados Unidos 17 y China ya está cerca de 10, pero hay 1.300 millones de chinos.

Si se trata del total emitido por país, China produce 10 gigatoneladas (GT), o sea, 10 millones de millones de toneladas, el doble que EE.UU. Lo sigue la Unión Europea con más de 7 GT, siendo una notable excepción, ya que en 1990 producía 5 toneladas más per cápita de las que produce hoy.

Para dar una idea de la velocidad a la cual están creciendo las emisiones: en 1990 China producía 2,5 GT; los países en desarrollo aumentan sus emisiones; la India las ha triplicado, llegando casi a 3 GT en menos de 15 años. Esto indica que la tendencia es clara, y que las reducciones previstas están lejos de detener el proceso.

La demanda

El incremento de la demanda de energía es una realidad que se refleja en las estadísticas. Si bien hay cada vez más fuentes renovables de energía, la costosa infraestructura para generar energía y distribuirla está hecha para hidrocarburos –principalmente carbón, petróleo y gas– que proveen hoy alrededor del 80% de la energía. Debido a la infraestructura ya existente, resultan menos costosos que las de energía renovable, por lo que los países en desarrollo, a medida que sube su nivel de vida y el consumo de energía, seguirán usando la infraestructura existente. El caso más notorio es el de China, que ha incrementado espectacularmente su nivel de vida, y con él su consumo de energía, principalmente a base de carbón (el hidrocarburo más nocivo para el cambio climático).

El futuro

Para obtener una reducción drástica en el consumo de hidrocarburos y acercarse a un 20%, se requerirían medidas radicales, sino imposibles de implementar. Hay acuerdo en que la energía nuclear, la solar y la eólica son recursos disponibles, pero a un alto precio. Un recurso adicional es la captura del CO2 producida por la combustión de hidrocarburos, aunque esta también tiene un alto costo y en algunos casos es impracticable. Esto da una perspectiva poco optimista a los posibles acuerdos de París. Además, está la eterna cuestión de su cumplimiento. Sin poner en duda la buena voluntad de muchos países, la implementación de acuerdos puede estar más allá de su capacidad de hacerlo.

En muchos países, sobre todo en aquellos en desarrollo, desde las plantas de generación de energía hasta los sistemas de transporte están basados en el consumo de hidrocarburos y está fuera de su alcance el reemplazarlos. Mientras tanto, la demanda crece con el desarrollo y resulta políticamente inviable detenerlo. Esto es aún más evidente cuando se habla de decenas de países cuyas emisiones son una pequeña fracción de las que producen los países industrializados. Todos están de acuerdo en que el crecimiento actual de alrededor de 8% anual debe reducirse. Se ha hablado de 3%, que ni se acerca a la reducción que postergaría en solo 10 años la duplicación de la temperatura.

Un problema adicional poco mencionado, pero claramente expuesto en el informe del IPCC, es que las reducciones tienen cada vez menos efectos debido a la cantidad de CO2 ya acumulada en la atmósfera. El informe dice que “el daño ya está hecho”, la temperatura seguirá aumentando y con ella el cambio climático. Lo que es menos previsible son sus consecuencias directas, ya que la predicción del cambio climático no es una ciencia exacta, como lo han demostrado los modelos que dieron origen a la teoría del caos.

¿Qué hacer?

Un artículo del “New York Times” dice que “felizmente entre las propuestas que estarán sobre la mesa en París está la adaptación al cambio climático”. Esto implica el ponerse de acuerdo sobre las medidas preventivas ante las consecuencias de este fenómeno que pueden preverse y que, según indica todo, es inevitable que sigan. Supone construir reservorios para combatir las sequías y defensas contra las inundaciones. El cambio en la precipitación ya ha causado múltiples incendios forestales, la pérdida de cosechas, inundaciones y deslizamientos.

A más largo plazo está la subida del nivel de los mares. Las predicciones sobre su velocidad y magnitud varían, pero hay acuerdo en que se está produciendo. Gran parte de la humanidad vive en ciudades que están al borde del mar o en deltas de ríos, lo cual puede tener enormes consecuencias.

Holanda ha demostrado que se puede vivir en un país en el cual cierta parte está bajo el nivel del mar, pero ha tomado mucho tiempo y dinero lograrlo. Se trata de una pequeña área de una nación chica que posee grandes recursos, tanto económicos como humanos. El impacto que tendría un alza del nivel del mar de más de un metro es difícil de cuantificar. Esperemos que este no ocurra, pero está dentro de los escenarios que se plantearán en la reunión de París.

Ojalá encuentren soluciones, lleguen a acuerdos y, lo más difícil, que los cumplan.

Contenido sugerido

Contenido GEC