Beijing amaneció con cielo azul y soleado, después de siete días de grave contaminación que envolvió a la ciudad con una densa niebla tóxica, aunque la temporal solución del problema ha dado paso a muchas críticas contra la gestión de las autoridades, acusadas de intentar minimizar la situación.
Medios locales, grupos ecologistas e internautas en redes sociales se preguntan cómo es posible que con índices de polución que superaban las mediciones máximas Beijing solo declarara estos días la alerta naranja, segunda en gravedad, y no la elevara en ningún momento a alerta roja, el máximo nivel de emergencia.
"Las autoridades no fueron lo suficientemente protectoras, deberían escuchar la opinión pública a la hora de establecer las alertas", destacó al respecto Huang Wei, portavoz de la oficina de Greenpeace en Beijing.
La alerta roja hubiera supuesto, por ejemplo, que se interrumpieran las clases para los niños de Beijing y de hecho un instituto de la ciudad que sí cerró hizo fue obligado a reabrir sus puertas.
La polución fue especialmente grave el miércoles, con niveles en torno a 580 en el Índice de Calidad del Aire (cuando el supuesto límite máximo es 500) y visibilidad mínima.
El Gobierno local de Beijing planea invertir US$ 124 millones en programas de mejora de la calidad del aire, y su alcalde Wang Anshun, quien acompañó esta semana al presidente chino en su paseo "concienciador" por la ciudad, aseguró en enero que no conseguir acabar con el problema "le podría costar la cabeza".