(Ilustración: Rolando Pinillos)
(Ilustración: Rolando Pinillos)
Elmer Huerta

Son varios los factores socioeconómicos involucrados. Recientemente, la Organización Mundial de la Salud (OMS) anunció que Latinoamérica, específicamente América del Sur, es el cuarto epicentro de la pandemia de COVID-19. Nuestra región ocupa entonces el lugar que anteriormente ocuparon China –para ser más exactos, la provincia de Hubei–, Europa y Estados Unidos. Pero una mirada más detallada nos muestra que no toda la región ha sufrido por igual. Hoy veremos cómo el paso del virus por los diferentes países del continente ha desnudado las profundas desigualdades socioeconómicas de los países latinoamericanos.

PARA SUSCRIPTORES: Pruebas de COVID-19: ¿Vale regular el precio? ¿Quién debe asumir el costo, el Estado o los privados?

–Sistema de salud–

Un sistema de salud es el método diseñado para financiar, organizar y brindar atención médica a una población. Un buen sistema debe garantizar al público un adecuado acceso a sus servicios, definiendo claramente cuáles ofrece. Para eso, un sistema de salud debe administrar las finanzas y los recursos humanos y de las instalaciones de atención médica. El objetivo de este sistema es mejorar la salud de la población de la manera más efectiva posible a la luz de los recursos disponibles y las necesidades competitivas de la sociedad.

–Finanzas–

Existe una fuerte relación directa entre los recursos económicos, medidos por gasto en salud per cápita, y los gastos en atención médica públicos y privados, ambos en proporción al producto bruto interno (PBI) de un país. Lamentablemente, no todos los países de la región financian de forma adecuada sus sistemas de salud. En el 2017, los cinco países que más recursos públicos y privados combinados destinaron –como porcentaje del PBI– fueron Cuba (11,7%), Brasil (9,4%), Uruguay (9,3%), Argentina (9,1%) y Chile (8,9%). En el otro extremo están el Perú (5%) y Venezuela (1,8%).

En el 2014, los gobiernos de la región se comprometieron a aumentar el gasto público en salud, al menos al 6% del PBI, pero solo Cuba (10,6 %), Costa Rica (6,8%) y Uruguay (6,1%) cumplieron esa meta. En el Perú, el gasto público solo representa el 3,1% del PBI, frente a un 3,9% del promedio latinoamericano.

–Orientación del sistema de salud–

Pero no todo es cuestión de dinero. Un sistema de salud refleja la cultura y la historia particular de un país, además de su nivel de desarrollo y valores sociales. En ese sentido, es importante saber cuál es el énfasis del sistema que tiene un país: ¿es de tipo reparativo, centrado en hospitales y especialistas, o en prevención y promoción de la salud, focalizado en centros periféricos y médicos generales? Además de esa importante distinción, cabe preguntarse: ¿está el sistema de salud de un país centrado en cuidar a la persona como un todo indivisible (cuerpo, mente y bienestar general), ayudándola a enfrentar los problemas causados por la enfermedad de una manera integral, o escoge solo cuidar de su salud física o corporal?

Un sistema de salud que cuida integralmente a la persona origina satisfacción, comodidad y estados afectivos positivos en sus usuarios, incluso cuando su estado de salud se deteriora durante una enfermedad incurable. Lamentablemente, cuando este sistema asume que su única función útil es cuidar de la salud física o corporal, menosprecia la función cuidadora integral de la persona y la considera ineficaz, ineficiente o indeseable.

Es fundamental entonces que, además de la financiación, el sistema de salud sepa claramente a quién cuida (al ser humano integral, o solo a sus órganos) y dónde lo cuida (en hospitales o en centros periféricos de salud).

–La salud en la región–

Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), de los 630 millones de personas en América Latina y el Caribe, el 30% no tiene acceso regular a servicios de salud, principalmente por problemas geográficos o de ingresos. Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), la región tiene 185 millones de habitantes pobres, con 10% de la población total en pobreza extrema.

Por otro lado, América Latina solo tiene un promedio regional de 27 camas de hospital por cada 10.000 habitantes. El Perú está debajo de ese promedio, con 16 por cada 10.000. En comparación, Chile tiene 21, Brasil 24 y España 32 camas por 10.000 habitantes. La situación es peor con las camas de cuidados intensivos.

–La pandemia desnudó la realidad–

Sin duda, la pandemia ha desnudado sin misericordia las profundas desigualdades de las sociedades latinoamericanas. Desde el Perú, que por tener millones de personas en condiciones de severa pobreza no ha podido disminuir el número de contagios, a pesar de una larga cuarentena, hasta Chile, que enfrenta un severo repunte de infecciones y cuyo ministro de Salud, Jaime Mañalich, declaró la semana pasada que “en partes de Santiago hay un nivel de pobreza y hacinamiento del cual no tenía conciencia de la magnitud que tenía”. Dijo también que cumplir la cuarentena es para los sectores vulnerables “mucho más difícil” de lo que creían, reconociendo que esta disposición extrema produce miseria, pobreza y hambre, y que a medida que pasan los días, su impacto como acción sanitaria se agota.

–Corolario–

De ser el gran desnudador de la realidad peruana y latinoamericana, el nuevo coronavirus tiene el potencial de convertirse en el gran catalizador de cambio en la región. En el Perú, esperamos que nos inspire a tener un sistema de salud unificado y reorientado al cuidado primario.

Costa Rica, donde el 95% de su población tiene acceso a un servicio primario eficiente en el vecindario, no necesitó tener “hospitales COVID-19” para enfrentar la pandemia. Sus postas médicas lo hicieron, con lo que en el camino logró tener la mortalidad más baja de América Latina.

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