Elmer Huerta

Las recientes demostraciones sociales producidas en el Perú, en que miles de jóvenes salieron en protestas callejeras durante días consecutivos, permiten analizar las variables que disminuyen o facilitan el riesgo de contagio del nuevo coronavirus en eventos al aire libre.

—Elementos de contagio—

Podemos considerar que el riesgo de contagiarse con el SARS-CoV-2 constituye un espectro de probabilidades, en el que existen actividades con cero probabilidades de contagio, y actividades con altísima probabilidad de contagio.

Sabiendo el hecho fundamental de que la manera más eficiente que tiene el virus de pasar de una persona a otra es por la vía respiratoria, la probabilidad de contagio está determinada por la interacción de cuatro elementos: ambiente, cercanía, tiempo y protección de boca y nariz.

El ambiente se refiere al lugar en el que uno se encuentra: ¿es cerrado o abierto? ¿Tiene ventilación? La cercanía implica cuán cerca están las personas en ese ambiente: ¿están por lo menos a dos metros de distancia o están apretujadas? El tiempo se refiere a los minutos que esas personas pasan en ese ambiente que, según los Centros para la Prevención y Control de Enfermedades de EE.UU. (CDC), es de 15 minutos o más; y la protección de boca y nariz se refiere al uso de una mascarilla.

Combinando esos elementos, es posible pensar en diversos escenarios de riesgo para el contagio. El riesgo cero, por ejemplo, estaría dado por la persona sola y completamente aislada del mundo en su casa, una situación –a todas luces– prácticamente imposible.

“La probabilidad de contagio está determinada por el ambiente, la cercanía, el tiempo y la protección”.



Por otro lado, una altísima probabilidad de contagio ocurre en una reunión familiar, en un bar o restaurante a capacidad completa, o en otro lugar en el que un grupo de personas –en el que una o más esté infectada– permanezca durante más de 15 minutos en un lugar cerrado y sin ventilación, a menos de dos metros de distancia entre ellas, y que, debido a que tienen que comer o beber, ninguna esté usando una mascarilla. El riesgo aumenta si ese lugar es ruidoso y la gente tiene que levantar la voz o gritar para comunicarse.

—Riesgo al aire libre—

Los CDC de Estados Unidos tienen guías muy detalladas sobre cómo disminuir el riesgo de contagio en eventos llevados a cabo al aire libre. En estas, se combinan los cuatro elementos previamente descritos: ambiente, tiempo, cercanía y protección facial de las personas, y se introduce un quinto importante elemento: cuán frecuente es la infección en la comunidad local.

Al respecto, la guía dice que cuanto mayor sea el nivel de transmisión comunitaria en el área donde se hace la reunión, mayor es el riesgo de propagación del COVID-19.

El CDC distingue cuatro escenarios: riesgo muy bajo, que incluye reuniones virtuales; riesgo moderado, que incluye reuniones pequeñas al aire libre, con personas separadas a dos metros, que usan mascarillas, no comparten objetos y viven en la misma área local; riesgo mediano, que incluye reuniones de tamaño mediano, con personas separadas y mascarillas y gente que viene de lugares diferentes al área donde se realiza la actividad; y de riesgo muy alto, que son las grandes reuniones donde es difícil el distanciamiento y el uso de mascarillas, y gente que viaja desde fuera del área.

—Playas, procesiones y fútbol—

Siempre y cuando se guarde la distancia apropiada, la probabilidad de contagiarse en la playa es de bajo riesgo. Por otro lado, si bien es cierto que las procesiones son al aire libre, en ellas las personas están muy juntas por largo tiempo. En el fútbol, los espectadores están muy juntos y gritando durante largo tiempo, y eso aumenta el riesgo. El problema con esas actividades es que el riesgo de contagio aumenta por las actividades conexas al evento, tales como transporte, consumo de alimentos y bebidas, etc.

“El problema con las playas, procesiones y el fútbol es que el riesgo aumenta por las actividades conexas”.


—Marchas y protestas—

Al explotar las manifestaciones sociales causadas por el asesinato de George Floyd en Minneapolis el 25 de mayo, se produjeron –en plena pandemia– miles de marchas de ciudadanos, especialmente jóvenes, en muchas ciudades en EE.UU.

Ante ese desborde popular, y conocedores de las guías de los CDC, el temor de los especialistas en salud pública –incluido este columnista– era que las marchas produjeran un aumento en el número de casos y muertes por COVID-19.

Pero el prestigioso disipó esa duda con hecho sobre el tema.

El informe utiliza datos recopilados del 25 de mayo al 7 de julio en 315 ciudades con más de 100.000 habitantes en EE.UU., de las cuales, 286 tuvieron protestas y 29 no. Su hipótesis de trabajo fue que las protestas aumentarían el número de casos y muertes relacionadas con COVID-19 en las urbes que tuvieron manifestaciones.

Los investigadores obtuvieron dos tipos de datos: los de la compañía , que colecciona datos anónimos de teléfonos celulares y calcula la distancia entre las personas y el tiempo de permanencia en sus domicilios; y datos locales de casos y muertes por COVID-19 de los CDC.

Los resultados demostraron que, ante el temor de violencia, mucha gente se quedó en su casa.

Por otro lado, no se encontró evidencia de que –durante las cinco semanas después de las protestas– las marchas aumentaran el número de casos y muertes por COVID-19 en las ciudades con movilización social.

Posibles explicaciones incluyen la juventud de los manifestantes –que de infectarse no desarrollan síntomas y no buscan pruebas–, la movilización de los participantes y el uso de mascarillas durante las marchas.


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