¿Algún día seremos capaces de curar enfermedades hereditarias como la hemofilia (incapacidad para coagular la sangre), el daltonismo (dificultad para diferenciar colores como el rojo y el verde) o el Huntington (degeneración neurológica y motora)? Gracias a una herramienta conocida como CRISPR/Cas9 tal vez esto sea una realidad dentro de pocos años.
Mientras tanto, una fuerte batalla legal se ha desatado entre dos científicos por la patente de esta herramienta: Jennifer Doudna de la Universidad de California Berkeley y Feng Zhang del Instituto Tecnológico de Massachusetts.
Todo empieza a fines de la década de 1980, cuando unos científicos japoneses descubren unas secuencias que se repetían de tanto en tanto en el ADN de la bacteria E. coli. Les pareció algo curioso y no le dieron mayor importancia. Unos años después, el microbiólogo español Francisco J.M. Mojica hace el mismo hallazgo en otros microorganismos, pero él fue más allá y trató de saber cuál era su función. Mientras tanto le asignó un nombre: CRISPR, que son las siglas en inglés de “repeticiones palindrómicas cortas agrupadas y regularmente interespaciadas”. En el 2005, Mojica descubrió que los CRISPR podían ser la clave de la inmunidad de las bacterias contra el ataque de ciertos virus (bacteriófagos).
Si quieres saber cómo continuó este problema entre científicos, sigue leyendo el más reciente post del blog Expresión Genética del biólogo David Castro.