(Foto: Reuters)
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Redacción EC

El 16 de abril de 2016 un de magnitud 7,1 azotó la región de Kumamoto en , sólo siete meses después un académico nipón público un estudio en la prestigiosa revista científica Science que hablaba sobre un "milagro" que había detenido la catástrofe, sin embargo, resultó ser todo un fraude.

Aiming Lin, investigador de la Universidad de Kioto -señalado por la institución como el único responsable- adjudicó al volcán Monte Aso, el más activo del país, la responsabilidad de evitar una tragedia mayor a la registrada: 12 mil casas destrozadas, dos mil personas heridas y 40 fallecidas.

De acuerdo al estudio, y a la mitología local, el humo del volcán es la señal de un dios que arde para redimir los pecados de la humanidad. Sin embargo, hace sólo dos meses la revista -administrada por la American Association for the Advancement of Science- salió a retractar la publicación por contener datos inventados.

Una revisión de la propia casa de estudios japonesa reveló que Lin habría inventado los datos utilizados en su investigación, tirando a tierra todas las conclusiones escritas en su publicación.

Este trabajo detalló que Lin basó su trabajo en "datos falsificados" e "imágenes manipuladas", incluso se le acusó de plagio de otras investigaciones anteriores, lo que obligó a la revista a publicar en marzo una retracción en la que detallan al menos cuatro figuras incluidas en el paper que no corresponderían con la realidad.

La necesidad de publicar

Actualmente el sistema que impera en la academia es que un científico debe realizar periódicamente publicaciones en revistas para obtener credenciales suficientes que le permitan obtener financiamiento para sus proyectos, una actividad que es ampliamente criticada desde diversos sectores de la investigación.

Así, sólo esta revista -una de las que cuenta con mayor prestigio- recibe cerca de 12.000 estudios cada año, de ellos sólo se publica una cifra cercana al 7%, ya que son los que cumplen con los criterios necesario para "pasar" las pruebas de verificación.

"Una pequeña fracción de estos artículos, entre tres y cinco al año, son retractados, pero la mayor parte de las veces es por errores honestos. En casos excepcionales, como este, también puede haber una presunta mala conducta", detalla Meagan Phelan, vocera del comité editorial a El País.

Algo similar ocurre con Nature, otra de las más prestigiosas en el mundo. Magdalena Skipper, la primera editora mujer de la publicación, contó a aclaró a Emol que "nuestro rol es que sólo considerar investigaciones que son apropiadamente conducidas, que son realizadas legalmente, y que tienen todas las preocupaciones éticas".

Sin embargo, el problema está desde la propia academia. Al obligar a los científicos a publicar cierta cantidad de investigaciones, algunos cometen estos errores en su trabajo, aunque no siempre son "errores honestos" y se pueden deber a "una presunta mala conducta".

La historia se repite

El sistema que utilizan estas prestigiosas revistas consta en revisiones que realizan pares que verifican los datos, la metodología y las conclusiones que se incluyen en cada investigación, pero esto no siempre ha sido suficiente para detener los fraudes. El escepticismo organizado, ya establecido por Robert Merton en la década de 1960, ha mostrado problemas en el pasado.

Hace 21 años se publicó uno de los estudios falsos -aclamado por la misma academia en la actualidad como una publicación no científica- que ha tenido la mayor repercusión en las concepciones sociales. Se trata de una investigación falsa que fue publicada en 1998 en la revista británica The Lancet que estipulaba que las vacunas podían generar autismo en los niños y niñas.

Este trabajo no sólo contaba con una metodología incorrecta, sino además estaba financiada por instituciones que luego fueron acusadas de tener conflictos de interés en el tema y que podrían haber dirigido las conclusiones hacia ciertas percepciones.

Las consecuencias de esto se pueden ver aún en la actualidad con un fuerte movimiento antivacunas en el mundo, que ha llevado incluso a padres que hacen llamados a no inocular a los niños y niñas por riesgo a causarles autismo. Así, se han comenzado a generar brotes de algunas patologías que estaban controladas en muchos países en el mundo como el sarampión.

Actualmente, las autoridades han debido fortalecer las campañas de vacunación e información a los padres y cuidadores para incentivar la protección de la sociedad ya que un único estudio mal realizado se ha transformado en un problema de salud pública.

Emol, GDA

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