La corrupción disminuye el acceso del público a la salud y viola los derechos de las personas y comunidades. (Foto: Shutterstock)
La corrupción disminuye el acceso del público a la salud y viola los derechos de las personas y comunidades. (Foto: Shutterstock)
Elmer Huerta

El 27 de noviembre pasado, se publicó en la revista “The Lancet” un artículo titulado “Corrupción en la salud global: un secreto a voces”. Ha sido escrito por la doctora Patricia García, investigadora de la Escuela de Salud Pública de la Universidad Peruana Cayetano Heredia y exministra de Salud. Hoy, haremos un resumen del artículo y estoy seguro de que usted, amable lector, reconocerá inmediatamente una o más modalidades de corrupción con las que se ha encontrado alguna vez en el país.

La corrupción puede definirse como el abuso del poder para el beneficio propio. Según Transparencia Internacional, a pesar de que dos de cada tres países están inmersos severamente en este problema, y que 140.000 niños mueren anualmente como consecuencia de ello, la corrupción en el campo de la salud es un tema del que habitualmente no se habla, y puede ser considerada una pandemia ignorada.

(Foto: Shutterstock)
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Un sistema de salud infectado

La corrupción disminuye el acceso del público a la salud y viola los derechos de las personas y comunidades, debilitando las dimensiones básicas de este sistema: equidad, calidad, sensibilidad, eficiencia, resistencia y resultados óptimos. Además de eso, disminuye la moral de los trabajadores, los desmotiva y causa un ‘burnout’ o agotamiento profesional. Tres elementos determinan la cantidad de corrupción de un sistema de salud: el monopolio de los servicios, la facilidad del manejo de estos y el no tener que rendir cuentas a nadie.

Modalidades

Estamos seguros de que usted se ha encontrado –y enfrentado– con algunas de estas comunes modalidades de corrupción en el campo de la salud.

1. Ausentismo. Se da cuando el profesional de la salud no cumple las horas diarias que debe trabajar. Se expresa de la siguiente manera: “El doctor va a llegar tarde hoy” o “tuvo que retirarse temprano”. Se considera que afecta hasta al 50% de los empleados. Debido a esto, los pacientes se ven obligados a regresar varias veces a los centros de salud.

2. Sobornos. Son pagos por lo bajo que hay que hacer a empleados del sistema de salud para obtener atención médica o facilitar algún servicio.

3. Malversación de fondos y robo de dinero, medicinas y equipos. Es la forma más obvia y directa de corrupción. Se ha comprobado que los productos robados terminan en el mercado negro o en las prácticas privadas.

4. Favoritismo. Aquí, los recursos son destinados a los recomendados o gente con influencia para conseguir servicios, en desmedro de personas que carecen de esa inadecuada ventaja. Un modo de defensa del usuario desprotegido en el Perú es presentar sus quejas directamente a las radios y televisoras locales, buscando conseguir una atención inmediata a sus problemas.

5. Manipulación de datos. En esta, funcionarios del sistema de salud o profesionales independientes alteran los datos para conseguir más recursos del Estado o de las aseguradoras. Origina cobros indebidos.

6. Corrupción en la prestación de servicios. Esta es muy frecuente y adopta varias vías. En una de ellas, toma la forma de tratamientos innecesarios, guiados no por razones médicas, sino por el lucro. El abuso de cesáreas, endoscopías y operaciones a las rodillas son algunos ejemplos. Otra es el desvío de pacientes del servicio público al servicio privado, donde son atendidos rápida y eficientemente. Una variedad de esta última forma es la del médico que administra en paralelo un centro público especializado y uno privado del mismo rubro, creando una calle de doble vía. Asimismo, está la colusión entre empleados de un centro de salud con farmacias y los laboratorios cercanos para el desvío de pacientes en necesidad de esos servicios. La doctora García describe una horrorosa forma de corrupción en la que las máquinas de rayos X son inutilizadas en el hospital para que los pacientes se vean obligados a usar los equipos privados que están convenientemente localizados en zonas aledañas.

El remedio

Existen dos teorías para luchar contra la corrupción, aquellas que buscan fortalecer las instituciones y las que se centran en cambiar a las personas. El consenso es que ambas son necesarias.

Transparencia Internacional –a través de su Sistema de Integridad Nacional– favorece el primer abordaje, asegurando que si se tuvieran instituciones sólidas, la gente ni siquiera estuviera tentada a llevar a cabo este tipo de acciones oscuras.

El premio Nobel de Economía de 1992, Gary Becker, desarrolló una ecuación matemática para entender la probabilidad de que una persona cometa un acto de corrupción. La ecuación es: bp > cpsy + pp (ccrim + csoc) + cfav. ‘Bp’ representa el beneficio percibido de un acto de corrupción; ‘cpsy’ los costos psicológicos; ‘pp’ la probabilidad percibida; ‘ccrim’ los costos criminales; ‘csoc’ los costos sociales para el individuo; y ‘cfav’ los costos de ejecutar el acto corrupto. Para que una persona se vuelva corrupta, el beneficio del acto corrupto debe ser mayor que la suma de todos los demás elementos.

Una manera coloquial de expresar esa ecuación podría ser: el beneficio de mi acto corrupto tiene que ser mayor que la vergüenza que pueda pasar si me atrapan, que el tiempo de cárcel que me puedan dar, que el de las cosas que pueda perder como persona y de cuán difícil me sea robar.

Sin duda que este enfoque destaca la importancia de las normas sociales del país en el que vive el corrupto. “Si todos lo hacen, por qué no podría hacerlo yo” es el razonamiento que guía los actos de corrupción.

Corolario

Sin duda que, por su nefasto impacto, la corrupción es un verdadero cáncer del sistema de salud y no debe ser normalizada. Los consumidores debemos denunciar los hechos, y los corruptos deben ser expuestos. De otro modo, será imposible erradicarla.

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