Durante la búsqueda de nuevas moléculas que tuvieran un efecto estimulante de la respiración y el corazón, Hofmann sintetizó en 1938 el LSD-25 (versión 25 del estudio). Al no mostrar los efectos deseados, fue dejada de lado, pero no olvidada.  (Ilustración: Giovanni Tazza)
Durante la búsqueda de nuevas moléculas que tuvieran un efecto estimulante de la respiración y el corazón, Hofmann sintetizó en 1938 el LSD-25 (versión 25 del estudio). Al no mostrar los efectos deseados, fue dejada de lado, pero no olvidada. (Ilustración: Giovanni Tazza)

Hace exactamente 75 años, entre el 16 y el 19 de abril de 1943, el suizo Albert Hofmann descubrió la dietilamida del ácido lisérgico (), la extraordinaria molécula con el mayor potencial conocido para el estudio de la conciencia y que transformó la cultura desde los años 60. Hofmann (1906- 2008) trabajaba en el área de investigación de los laboratorios Sandoz, en Basilea (Suiza).


Su fascinación por el estudio de la química de las plantas lo llevó a centrar su atención en los alcaloides del ergot o cornezuelo de centeno (‘Claviceps purpurea’), un hongo de 2 cm a 4 cm de largo que parasita las espigas de cereales. De allí resultó el hallazgo de moléculas usadas hasta hoy como medicamentos en ginecología (Metergina) y en neurología (Hydergina). 


Durante la búsqueda de nuevas moléculas que tuvieran un efecto estimulante de la respiración y el corazón, Hofmann sintetizó en 1938 el -25 (versión 25 del estudio). Al no mostrar los efectos deseados, fue dejada de lado, pero no olvidada. 


Cinco años después repitió la síntesis del -25, intuyendo que podía tener propiedades ocultas. El 16 de abril 1943 ocurrió algo inesperado. En el breve informe que envió a su jefe, se lee: “…a mitad de la tarde fui forzado a interrumpir el trabajo en el laboratorio y regresé a mi casa, afectado por una inquietud intensa y un leve mareo. Ya en casa me eché y hundí en un estado de intoxicación, no desagradable, acompañado de una intensa imaginación. Percibía, como entre sueños, un torrente de imágenes fantásticas…”. 


Para Hofmann, ese estado solo podía deberse a la molécula recién sintetizada y que, dado el sumo cuidado con que solía trabajar, la intoxicación debía haber sido por una minúscula cantidad. 


Hofmann decidió experimentar de manera consciente. El 19 de abril a las 4:20 p.m., según consta en su informe, bebió en el laboratorio una solución que contenía 0,25 mcg de la sustancia, ¡la cuarta parte de una milésima de gramo! Media hora después comenzó a sentir sus efectos y se fue a casa en bicicleta, a la que llegó cuando ya estaba completamente tomado por la experiencia. 


Ese episodio pasó a formar parte de la historia del . Para conmemorar ese suceso, el 19 de abril de 1985 se instituyó en Illinois el Bicycle Day, Día de la Bicicleta, que se celebra en muchas ciudades, incluyendo Lima.


En 1947 el médico Werner A. Stoll publicó en Suiza el primer trabajo de investigación clínica con : “Dietilamida del ácido lisérgico, un fantásticum del grupo del ergot”. ‘Fantásticum’ era el nombre que se daba entonces a las sustancias alucinógenas. Este trabajo creó un enorme interés. Sandoz, por su parte, remitió a diversos centros de investigación y de tratamiento del mundo LSD en ampolletas, con las recomendaciones e instrucciones para su uso. 


Algunas muestras llegaron al Perú y fueron experimentadas por pacientes y profesionales. Se escribieron tesis, como la del eminente psiquiatra Javier Mariátegui Chiappe (1956), y el Dr. Carlos Alberto Seguín animó a sus alumnos del entonces Hospital Obrero a experimentar con la sustancia. 


Uno de los pioneros en su uso personal y estudio fue el psiquiatra checo Stanislav Grof, quien visitó Lima en febrero del 2018. Documentó los efectos del en más de 4.000 pacientes. Luego, cuando el LSD fue declarado ilegal en EE.UU., desarrolló una técnica terapéutica que llamó “respiración holotrópica”, que reproduce efectos semejantes al LSD, menos potentes y duraderos pero de valor terapéutico.


A fines de los 50 y en los 60, el salió de los laboratorios y alcanzó las calles, principalmente en EE.UU., lo que transformó para siempre la cultura y el arte. Su uso se hizo casi epidémico en el norte del planeta. Al tomar el ácido sin las precauciones necesarias hubo una serie de consecuencias nefastas. Ello llevó a la DEA a considerarla ilegal. Lamentablemente, esa agencia prohibió su uso en la investigación médica. 


Desde los 80, y gracias al trabajo sostenido de organizaciones como la Asociación Multidisciplinaria de Estudios Psicodélicos (MAPS), se ha retomado en diversas partes del mundo la investigación del y de sustancias como el MDMA (éxtasis), la psilocibina o la ayahuasca para tratamiento del estrés postraumático, el alcoholismo y algunos cuadros depresivos. Su uso en microdosis periódicas (de 1 a 10 mcg) se investiga actualmente con resultados prometedores. 


El avance en la investigación y uso médico de sustancias psicodélicas es lento. Se debe vencer la angustia –incluso en médicos y psicólogos– generada al confrontar sus conocimientos académicos con una experiencia directa que complejiza –y enriquece– su visión de la “realidad”, de la naturaleza física y, sobre todo, de la vida psíquica. 

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