(ILUSTRACIÓN: ROLANDO PINILLOS/EL COMERCIO)
(ILUSTRACIÓN: ROLANDO PINILLOS/EL COMERCIO)
Elmer Huerta

Como toda ciencia, la medicina –que es además un arte– evoluciona constantemente tomando ventaja de los avances tecnológicos. Sucedió con el invento del microscopio, que permitió el desarrollo de la histología o estudio de los tejidos. Así, el diagnóstico de cáncer pasó de ser algo abstracto y meramente descriptivo, a una ciencia casi exacta, en la que los patólogos pueden distinguir –con el uso de nuevas técnicas y más potentes microscopios– detalles de la biopsia de un tumor, y establecer si el cáncer es agresivo, un punto esencial para el beneficio del paciente.

Los ejemplos de los avances tecnológicos que han producido cambios fundamentales en la práctica de la medicina son innumerables. El aporte de estos ha permitido que el ser humano doble su expectativa de vida. A comienzos del siglo pasado, el ser humano vivía hasta los 40, en la actualidad llega a los 80 en la mayor parte del mundo desarrollado.

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Estamos en el siglo XXI y en plena cuarta revolución industrial. Las tres anteriores (energía del vapor de agua, electricidad y líneas de ensamblaje en fábricas, e informatización por el uso de computadoras) han dado paso a la adopción de sistemas ciberfísicos, al Internet de las cosas y al Internet de sistemas. Citando a la revista “Forbes”, “a medida que implementamos tecnologías inteligentes en nuestras fábricas y lugares de trabajo, las máquinas conectadas interactuarán, visualizarán toda la cadena de producción y tomarán decisiones de forma autónoma, provocando cambios exponenciales en la forma en que vivimos, trabajamos y nos relacionamos entre nosotros. Se espera que esta revolución afecte todas las disciplinas, industrias y economías. Sin duda, la medicina no será una excepción.

–Salud y telecomunicaciones–

El avance de las telecomunicaciones ha cambiado el modo en que se practica la medicina. Sin duda, la invención del teléfono a fines del siglo antepasado fue la primera tecnología en romper el paradigma de la obligada entrevista cara a cara entre el médico y el paciente. Con el teléfono ya era posible que estos dos puedan conversar a distancia y que el profesional pueda darse una idea de la gravedad del caso de su enfermo. El advenimiento de la radio y la televisión hizo posible usar esos nuevos medios en la educación del público en temas de salud (actividad que este columnista desarrolla diariamente por más de 30 años).

La primera transmisión de una radiografía por teléfono ocurrió en 1948, entre los hospitales West Chester y de Filadelfia. En los años 50 y 60, múltiples instituciones norteamericanas usaron líneas telefónicas y coaxiales para transmitir videos, radiografías, electrocardiogramas y otros datos de pacientes a distancia. El primer electrocardiograma transatlántico se llevó a cabo en 1967. Al principio, esta tendencia fue muy usada para subsanar las deficiencias de acceso en las zonas rurales, posteriormente se empleó también en las ciudades.

–Cuatro tipos de telemedicina–

En la actualidad, se considera que existen tantas modalidades de uso de telecomunicaciones en medicina, que es casi imposible hacer un inventario. Ante eso, el Centro de Política de Salud Conectada (CCHP, por sus siglas en inglés) ha organizado cuatro modalidades de telemedicina (ellos usan el término más amplio de telesalud): videollamadas en vivo entre profesionales de la salud para educación y consulta; salud móvil, que permite videollamadas entre un profesional de la salud y un paciente mediante aplicaciones en teléfonos inteligentes; monitoreo a distancia de signos y síntomas de pacientes; y recolección y envío de datos de pacientes a distancia (radiografías, análisis, imágenes de biopsias de pacientes).

Como se puede ver, todos esos usos de la telemedicina –con excepción de la salud móvil– están encaminados a ayudar en la interpretación de exámenes de diagnóstico y en la educación a distancia, lo cual lleva a preguntarse: ¿podrán los teléfonos inteligentes reemplazar la visita al médico?

Sabiendo que el diagnóstico médico implica cumplir los tres pasos esenciales del método científico (largas conversaciones para irse dando cuenta del problema, examen clínico del paciente para confirmar o descartar las sospechas, y uso de exámenes auxiliares para afianzar las sospechas), la gran limitación de las videollamadas es que solo permiten​ hacer más o menos bien la primera de ellas, la conversación. La segunda –el examen clínico–, a pesar de las imágenes de alta definición con que se cuentan ahora, será siempre incompleta. El uso de exámenes auxiliares en tiempo real es obviamente imposible.

Esas limitaciones no han impedido que decenas de empresas en Estados Unidos y otros países hayan lanzado en los últimos años servicios de videollamadas diciendo que pueden reemplazar la visita al médico.

Ese es un punto controversial. Es posible que estas puedan resolver problemas simples, cuyo diagnóstico depende más de una buena conversación que de un examen clínico completo, pero que reemplacen a una consulta médica cara a cara es discutible. Por ejemplo, muchos padecimientos comunes de la vida diaria (resfríos, alergias, dolores de cintura o diarreas) –y que representan 85% de los padecimientos– podrían ser adecuadamente manejados con una videollamada, guiando al paciente para buscar la ayuda correspondiente. En casos más complicados, incluyendo la receta de medicamentos especializados, una visita cara a cara será irreemplazable.

–Corolario–

Sin duda, como lo sugiere un reciente punto de vista en la revista de la Asociación Médica de Norteamérica, la medicina está a puertas de tener un nuevo tipo de especialista, el médico virtualista, que además de videollamadas, se beneficiará de los elementos de la cuarta revolución industrial. Solo es cuestión de tiempo para que –una vez más– la tecnología cambie para siempre la práctica de la medicina.

[El Comercio no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta]

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