Esta imagen del folleto publicada por Metazoa Studio el 25 de noviembre de 2020 muestra la impresión de un artista del tiburón prehistórico Otodus megalodon. (Foto: Hugo SALAIS / METAZOA STUDIO / AFP)
Esta imagen del folleto publicada por Metazoa Studio el 25 de noviembre de 2020 muestra la impresión de un artista del tiburón prehistórico Otodus megalodon. (Foto: Hugo SALAIS / METAZOA STUDIO / AFP)
/ HUGO SALAIS
Agencia Europa Press

Un nuevo estudio ha revelado que el icónico y extinto tiburón prehistótico megalodón crecía hasta alcanzar un mayor tamaño en ambientes más fríos que en zonas más cálidas.

En un estudio publicado en ‘Historical Biology’, el profesor de paleobiología de la Universidad DePaul (Estados Unidos), Kenshu Shimada, y sus coautores ha vuelto a analizar a través del tiempo y el espacio los patrones de tamaño corporal del ‘Otodus megalodon’, el tiburón fósil que vivió en casi todo el mundo hace aproximadamente entre 15 y 3,6 millones de años.

El ‘Otodus megalodon’ es comúnmente retratado como un gigantesco y monstruoso tiburón en novelas y películas pero en realidad, esta especie solo se conoce a partir de dientes y vértebras del registro fósil, aunque en general se acepta científicamente que la especie era realmente bastante gigantesca, ha que alcanzaba 15 metros y es posible que hasta 20 metros. El nuevo estudio reexaminó los registros publicados de las apariciones geográficas de los dientes de Megalodón junto con sus longitudes corporales totales estimadas.

“Nuestros hallazgos sugieren un patrón de tamaño corporal no reconocido anteriormente para el tiburón fósil, que sigue en particular un patrón ecológico impulsado por la geografía conocido como la regla de Bergmann”, explica Shimada.

Introducida por el biólogo alemán Carl Bergmann a mediados del siglo XIX, la regla de Bergmann es una amplia generalización que explica que los animales de mayor tamaño prosperan en climas más fríos porque su tamaño les ayuda a retener el calor de forma más eficiente en comparación con los animales con cuerpos más pequeños.

“Los científicos buscan constantemente reglas de la vida que nos ayuden a predecir patrones naturales, y parece que la regla de Bergmann se aplicó a Otodus megalodon”, señala el coautor Víctor Pérez, paleontólogo del Museo Marino Calvert de Maryland.

Algunos yacimientos de Megalodón fueron identificados anteriormente como posibles zonas de cría del tiburón fósil porque esos yacimientos presentan dientes más pequeños en promedio en relación con otras localizaciones del tiburón. Sin embargo, el nuevo estudio descubrió que las zonas de cría identificadas anteriormente se encuentran cerca del ecuador, donde el agua es más cálida.

“Todavía es posible que ‘O. megalodon’ pudiera haber utilizado zonas de cría para criar a los tiburones jóvenes. Pero nuestro estudio muestra que las localidades fósiles con dientes de Megalodón más pequeños pueden ser producto de que los tiburones individuales alcanzaron tamaños corporales más pequeños simplemente como resultado de un agua más cálida”, subraya el coautor Harry Maisch, miembro de la facultad del Bergen Community College y de la Universidad Fairleigh Dickinson en Nueva Jersey.

“La idea de este nuevo estudio se originó en una conversación casual que tuvo lugar durante un reciente viaje de pesca a los Cayos de Florida por parte del autor principal, su familia y yo, a partir de una pregunta básica: ¿dónde viven los peces grandes?”, recuerda el coautor Martin Becker, profesor de ciencias ambientales de la Universidad William Paterson de Nueva Jersey.

“A pesar de haberse iniciado con esta simple pregunta, los resultados de este estudio tienen importantes implicaciones para entender cómo el cambio climático moderno está acelerando rápidamente los cambios de hábitat marino hacia latitudes más polares en los depredadores ápice como los tiburones”, añade el coautor Michael Griffiths y otro profesor de ciencias ambientales de la Universidad William Paterson.

“La principal conclusión de este estudio es que no todos los individuos de Megalodón geográficamente diferentes crecieron hasta alcanzar tamaños gigantescos por igual. La noción común de que la especie alcanzaba los 18-20 m de longitud de onda debería aplicarse principalmente a las poblaciones que habitaban entornos más fríos”, concluye Shimada.

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