embarazo
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Redacción EC

El 15 de enero de 1895, en su presentación ante el público sanpetersburgués, El lago de los cisnes tuvo su primer éxito mundial (lástima que , autor de la música, hubiese muerto dos años antes), y en mayo de 2018 tuvo su primer éxito con un público que, aunque todavía incapaz de aplaudir y de hacer piruetas, no por ello dejaba de ser estimulado positivamente y reaccionar ante la obra del compositor desde la comodidad del vientre de sus madres: 48 fetos dentro de mujeres en el tercer trimestre de embarazo en el Hospital Universitario de Bydgoszcz, en Polonia.

Poner música a los bebés aún no nacidos no es nuevo para ninguna madre presente o futura que recuerde el famoso e inexistente Efecto Mozart, aprovechado hace algún tiempo por la compañía Disney para vender millones de discos compactos con un popurrí mozartiano destinado a, supuestamente, aumentar el cociente de inteligencia de sus hijos a niveles que, de haber funcionado, habrían hecho imposible que Trump, Bolsonaro y otros fueran presidentes de sus respectivos países.




En ese entonces, el problema fue que el artículo científico original en el que decían basarse los que pregonaban el Efecto Mozart no hablaba sobre un incremento de la inteligencia por escuchar la Sinfonía No. 40 (o alguna otra obra de este músico), no trataba sobre no natos y, de verificarse el efecto al que sí se refería, éste ni siquiera

--- Tranquilos como cisnes ---

Pero asumamos los riesgos (no creemos, o al menos no esperamos, que Disney nos vuelva a inundar de productos Baby Einstein) y hablemos aquí del Efecto Chaikovski: dentro de su madre, el feto es capaz de reconocer sonidos, y hay inclusive evidencia de que infantes que, en su vida fetal, escucharon música pop de un programa televisivo que seguían sus teleadictas (tal vez sólo interesadas) mamás se movían más cuando oían esa música y experimentaban cambios en su ritmo cardiaco y en su comportamiento hasta 4 días después de haber nacido.

En el caso de las 48 embarazadas, los investigadores registraron los movimientos fetales y las contracciones uterinas (dicho en jerga médica: los parámetros cardiotocográficos) mediante ultrasonido en ausencia de música y compararon estas mediciones con los resultados tras sesiones músico-terapéuticas de quince minutos en las que escucharon fragmentos chaikovskianos de El lago de los cisnes o La bella durmiente. La exposición musical de madre y feto a El lago de los cisnes provocó una disminución en las contracciones uterinas, en tanto que los movimientos de sus hijos dentro de ellas se incrementaron notablemente con respecto a las sesiones sin música. Como, además, las aceleraciones (elevaciones de la frecuencia cardiaca) y la variabilidad (irregularidad en la frecuencia cardiaca) fetales aumentaron, y ambas son signos de bienestar de los bebés no nacidos, ello significa que la musicoterapia fue positiva para madre e hijo (a menos que a la primera no le guste Chaikovski, pero al parecer eso no pasó con ninguna de las participantes).
Bebes durmientes

Al optar por La bella durmiente —mucho menos enérgica y mucho más próxima a una canción de cuna—, el efecto en las contracciones fue el mismo, pero los movimientos y las aceleraciones de los fetos disminuyeron (posiblemente, porque más de uno se tranquilizaba con el ritmo de esta pieza musical o, inclusive, se dormía).

Los autores del estudio también señalan que el Efecto Chaikovksi —en realidad, de cualquier otra música clásica relajante— puede ser usado para prevenir partos prematuros en mujeres con riesgo de sufrirlos por ansiedad y miedo, al reducir el número de contracciones que experimentan y, si se trata de ballets tranquilizantes como La bella durmiente, aprovecharlo en casos de taquicardia fetal causada por la citada ansiedad materna. Pero para aquellas embarazadas que se relajen demasiado con Chaikovski, una única advertencia: no intenten esta músico terapia mientras manejan.

Fuente: El Universa/GDA

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