Representación artística del Pelagornis sandersi. (Ilustración: Liz Bradford/PNAS)
Representación artística del Pelagornis sandersi. (Ilustración: Liz Bradford/PNAS)
Yerson Collave García

Los paleontólogos son conocidos como los detectives del pasado. Unen piezas como si armaran un rompecabezas. Interpretan la información de los fósiles con el uso de diversas disciplinas científicas y llegan a conocer cómo era la vida de los animales que caminaron sobre nuestro planeta hace millones de años.

De este modo, hoy sabemos cómo se movían los dinosaurios o qué tan corpulentos eran los reptiles marinos. Pero aún hay mucho por conocer. Por ello, investigadores como Iván Meza Vélez continúan estudiando los fósiles.

Este científico peruano, parte del Departamento de Paleontología de Vertebrados del Museo de Historia Natural de la Universidad de San Marcos, acaba de publicar en la revista científica Spanish Journal of Paleontology los primeros artículos de biofísica aplicada a fósiles hechos en el Perú.

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En el nado del pingüino gigante Inkayacu paracasensis, cuyos fósiles fueron hallados en Paracas. Los restos de este animal de una altura de 1,5 metros datan de hace 36 millones de años, en el Eoceno tardío. El investigador determinó que este pingüino tenía una velocidad máxima de nado de entre 2,8 y 3,4 metros por segundo.

Los restos fósiles del pingüino Inkayaku paracasensis fueron hallados en Paracas. (MHN-UNMSM)
Los restos fósiles del pingüino Inkayaku paracasensis fueron hallados en Paracas. (MHN-UNMSM)

El analiza la capacidad de vuelo del ave marina gigante Pelagornis, que vivió durante 50 millones de años desde el Paleoceno hasta el Plioceno en casi todo el planeta, incluyendo el Perú. Eran aves de una envergadura de siete metros (el cóndor andino tiene una envergadura de 3 metros) y tenían una gran capacidad de planeo con sus alas. La investigación determina que tenía una capacidad de vuelo mayor en comparación con los albatros de cabeza gris, aves marinas actuales a quienes más se parece.

Cráneo del Pelagornithidae. (Foto: Marcelo Stucchi/MHN-UNMSM)
Cráneo del Pelagornithidae. (Foto: Marcelo Stucchi/MHN-UNMSM)

Para conocer cómo los científicos llegan a estas conclusiones, El Comercio conversó con Iván Meza Vélez, quien además es descubridor del único

“Al comprender el pasado podemos tener un mejor entendimiento del presente y del futuro de nuestro planeta”, señala el paleontólogo.

El paleontólogo Iván Meza-Velez forma parte del Departamento de Paleontología de Vertebrados del Museo de Historia Natural de la UNMSM. (Foto: Cortesía)
El paleontólogo Iván Meza-Velez forma parte del Departamento de Paleontología de Vertebrados del Museo de Historia Natural de la UNMSM. (Foto: Cortesía)

- ¿Qué herramientas utilizan los investigadores para conocer cómo vivían los animales extintos hace millones de años?

El comportamiento de un animal extinto lo deducimos en base a un pariente actual. Por ejemplo, en un felino que ya no existe como un tigre diente de sable, el comportamiento que nosotros inferimos es en base a los felinos actuales. Lo mismo se aplica para reptiles, aves, etc. Si el animal extinto es muy diferente a los animales actuales o no dejó descendientes, entonces el estudio se complica. En cuanto a la locomoción, se tiene que considerar la forma, la masa, el volumen. También se considera las fuerzas si estamos estudiando las pisadas o la mordida de un dinosaurio, por ejemplo. Para ello, nosotros aplicamos leyes físicas. No tanto la comparación con otros animales actuales, sino netamente las leyes físicas, en particular la mecánica.

- La información que se puede obtener depende de qué tan completo esté el fósil, ¿cierto?

Cuanto más completo es el resto fósil, podemos tener resultados con mayor precisión en cuanto a su locomoción, etc. Eso no ocurre siempre. A veces se tienen fragmentos de una especie nueva, pero hay otros géneros completos descubiertos en otros lugares y podemos deducir en base a esos fósiles cómo habría sido la locomoción del animal del que se tiene limitada información. Es el caso del Pelagornis chilensis, del que se tiene un registro muy detallado y casi completo. Esto nos ayuda a interpretar los fósiles menos completos que se hallan en Perú.

Restos fósiles del Inkayaku. (Colección del MHN-UNMSM)
Restos fósiles del Inkayaku. (Colección del MHN-UNMSM)

- ¿Cuáles son las disciplinas científicas que se utilizan para conocer cómo se movían estos animales?

Primero, la anatomía; el estudio anatómico de los huesos y de la morfología es importante. De ahí se hacen estimaciones sobre la masa, la altura, la envergadura. Con los huesos podemos llegar a esas conclusiones. Y el otro recurso muy poderoso es la física. Si es un animal volador, se usa la mecánica de fluidos; si es un animal terrestre, la mecánica, con lo cual se pueden estudiar las pisadas, se puede deducir la velocidad, entre otras cosas. Para las mordidas se compara con grupos de animales. Para todo ello se utilizan fórmulas que ya están establecidas y se aplican o adaptan. En el caso de mi trabajo del Pelagornis, la metodología es nueva, construida en base a relaciones alométricas y a la física. En el caso del estudio del pingüino Inkayaku, se usó un método que ya se ha aplicado para reptiles marinos del Mesozoico, y yo lo he adaptado para pingüinos fósiles.

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- Todo este trabajo es como armar un rompecabezas. Se utiliza la información que ya desarrollaron otros investigadores y también se construye nuevos métodos…

Sí. Es como un rompecabezas que llega inclusive al nivel de reconstruir el paleoclima [cómo era el clima en el pasado]. Uno puede preguntarse para qué necesito saber la velocidad, el modo de nado o vuelo… Con ese tipo de información se pueden hacer deducciones de paleoclima. Lo han hecho con el Pelagornis, pues se ha determinado que por ser tan grande definitivamente tendría que haber sufrido un estrés óseo que sería inconveniente para su vuelo. Sin embargo, fue un ave que vivió millones de años y en todo el mundo. ¿Cómo pudo hacerlo? Una de las deducciones es que la presión atmosférica durante el Mioceno habría sido mayor que la actual y el clima era distinto; entonces esas dos características atmosféricas eran suficientes para que el Pelagornis no tuviera ese estrés óseo al volar y tuviera un vuelo eficiente. Entonces, a partir de su locomoción puedes tener deducciones paleoclimáticas. En mi estudio, por ejemplo, he deducido que el Pelagornis que he analizado planeaba grandes distancias, más que cualquier ave marina actual. Con ello, si escaseaba el alimento en una región, podían volar muchos kilómetros y siempre encontraban alimentos, y esa es una razón por la que fue un ave exitosa y hay fósiles en todo el mundo.

Diferencia de envergaduras entre el cóndor andino, el albatros y el Pelagornis. (Foto: Cortesía)
Diferencia de envergaduras entre el cóndor andino, el albatros y el Pelagornis. (Foto: Cortesía)

- Entonces, el conocimiento del comportamiento de las especies actuales es fundamental para entender cómo eran los animales ya extintos.

En el caso del Pelagornis, me llamó la atención que no haya información precisa sobre su locomoción en cuanto a su velocidad o patrón de vuelo. No había una metodología para estudiar su vuelo. Entonces usé el método aleométrico: comparé su forma y vuelo con la del albatros de cabeza gris actual. Lo mismo sucedió con Inkayaku. Si bien no está emparentado con el pingüino emperador, sus patrones de movimiento, entre otros indicadores, coinciden. Entonces, sin haber una relación de parentesco, la forma y el tamaño es lo que determina la locomoción de un animal comparándolo con otro.

- Las investigaciones paleontológicas permiten conocer el pasado y comprender mejor lo que estamos viviendo…

Lo que hacemos es reconstruir el pasado, cómo eran los animales, cómo se comportaban, cómo se movían, cómo era su medio ambiente. Esa es la tarea de un paleontólogo, y para ello utiliza distintas disciplinas. La utilidad hacia el presente es que al comprender el pasado podemos tener un mejor entendimiento del presente y del futuro de nuestro planeta. El presente es una consecuencia de toda la evolución en la Tierra, y eso te marca una tendencia y también hay eventos aleatorios, como el impacto de un asteroide o una glaciación. Esos eventos van a volver a ocurrir y las especies se extinguen. Otro factor es el cambio climático, influido directamente por la especie humana. En la antigüedad también ha habido cambios climáticos, y podemos comprender el actual proceso también con la paleontología. Otras cosas que nos damos cuenta con la paleontología es que no todo en la naturaleza tiene un equilibrio perfecto. Eso es falso. Hay desequilibrios en forma natural. Todo eso nos enseña la paleontología: reconstruir el pasado para conocer qué es lo que puede suceder en el futuro.

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