Vista panorámica de la ciudadela sagrada de Caral. (Foto: Zona Arqueológica Caral)
Vista panorámica de la ciudadela sagrada de Caral. (Foto: Zona Arqueológica Caral)
Diego Suárez Bosleman

Durante el solsticio de junio, el sol se oculta por las escaleras de una de las pirámides de la , la más antigua del Perú y de América. Aunque hoy ese alineamiento ya no es tan preciso como debió serlo hace unos 4.000 años, no se trata de una simple coincidencia, los antiguos pobladores del valle de Supe (Barranca) –que alberga una de las primeras manifestaciones de urbanismo en la región– ubicaron y orientaron sus edificaciones más importantes de acuerdo con relaciones astronómicas.

Esta es una de las conclusiones presentadas en la revista “Latin American Antiquity”, como parte de un en el que participaron especialistas de la Zona Arqueológica Caral, de la Universidad Nacional de Ingeniería, del Instituto de Astrofísica de Canarias y el Instituto de Ciencias del Patrimonio de España.

–Antecedentes–

Desde sus primeras publicaciones sobre Caral en 1997, la doctora , directora de la Zona Arqueológica Caral, planteó la hipótesis de que las edificaciones de la civilización Caral se habían construido bajo un ordenamiento astronómico. Siguiendo esa línea de investigación, los estudios de arqueoastronomía en el valle de Supe –donde se ubica Caral– se iniciaron el 2004 con el arquitecto Alfio Pinasco, de la Universidad Ricardo Palma. El objetivo era identificar orientaciones astronómicas y geográficas de los antiguos edificios. Se emplearon fotografías aéreas, mediciones de distancias en planos y softwares especializados, pero no hubo trabajo de campo.

Entre el 2006 y el 2007, el doctor José Ishitsuka Iba y la licenciada Adita Quispe, ambos del Instituto Geofísico del Perú, realizaron varias visitas a Caral para realizar mediciones directas y fotografiar las puestas y salidas del sol, así como de la luna, las estrellas y las constelaciones. Observaron que algunos edificios piramidales presentan una relación con las salidas y puestas del sol. En el 2010, el arquitecto Luis Alberto Marroquín, en su tesis de maestría para la Universidad Nacional de Ingeniería, describió una asociación entre las construcciones y el solsticio del 22 de junio, equinoccios y lunasticios.

–No fue al azar–

Estos trabajos iniciales dieron luces acerca de la relación entre las construcciones de Caral y distintos eventos astronómicos. Sin embargo, en el 2014 comenzaron las investigaciones a profundidad lideradas por la Zona Arqueológica Caral, que condujeron al más reciente estudio.

Como parte de este trabajo se hicieron mediciones en 55 edificaciones, ubicadas en 10 asentamientos arqueológicos, ocho pertenecían al valle de Supe, uno a la costa de Supe (Áspero) y otro al valle de Huaura (Vichama). El 30% de las construcciones se encuentra en la ciudad sagrada de Caral.

“Realizamos análisis estadísticos sobre la distribución de los edificios. Observamos tres patrones de ubicación y orientación principales: hacia el río Supe, hacia la salida de la luna en el lunasticio mayor sur, y hacia la salida del sol durante el solsticio de invierno (junio)”, explicó a El Comercio José Ricra, físico investigador de la Universidad Nacional de Ingeniería y del Observatorio Astronómico Afari, uno de los autores del estudio.

“Comparamos varias distribuciones de edificios y descubrimos que había ciertas orientaciones por encima de los tres sigma, un criterio que se usa en física para afirmar que cierto fenómeno se produce con una confiabilidad del 99%. Por lo tanto, esas orientaciones no fueron casualidad ni aleatorias. Hubo un propósito”, sostiene Ricra.

Asimismo, el especialista indica que varios de los edificios piramidales más grandes de la ciudad sagrada de Caral están orientadas astronómicamente. “La mayoría lo está hacia la salida del sol o a la puesta de sol en los solsticios”, afirma.

–Leyendo el cielo–

Aunque todavía no se sabe a ciencia cierta el motivo de esta distribución, para Aldemar Crispín, arqueólogo de la Zona Arqueológica Caral, estas orientaciones habrían permitido la observación certera de eventos astronómicos y registrar los cambios de estaciones a lo largo del año.

“Los ríos crecen en diciembre con la lluvia de la sierra y por esa fecha se produce el solsticio de verano. Habiendo observado esa recurrencia a lo largo del tiempo, los antiguos pobladores de Caral pudieron haber hecho una programación de su trabajo y actividades, por ejemplo, programar la siembra”, detalla Crispín.

Por su parte, Ruth Shady recalca que en la sociedad de Caral la tierra y el cielo estaban en permanente conexión.

“Si los antiguos pobladores querían tener buena productividad, tenían que estar observando el cielo porque detectaron que los astros, como la luna, el sol, las constelaciones de estrellas, entre otros, les permitía identificar el efecto que estos y sus cambios tenían sobre el acceso al agua, y les permitía armar un calendario”, señala la especialista.


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