Una de cada cuatro personas entre 65 y 69 años toma al menos cinco medicinas, y esa proporción sube a 48% para aquellos entre 70 y 79 años. (Foto referencial: AFP)
Una de cada cuatro personas entre 65 y 69 años toma al menos cinco medicinas, y esa proporción sube a 48% para aquellos entre 70 y 79 años. (Foto referencial: AFP)
Elmer Huerta

Un buen día, don Carlos, quien tenía 75 años relativamente bien llevados y gozaba muy bien de la tranquilidad de su jubilación, amaneció con un fastidioso dolor en el cuello y decidió ir al policlínico a ver al doctor. Para su sorpresa, ese día había un doctor nuevo que le mandó hacer varios análisis y le recetó un antiinflamatorio y un relajante muscular para la tortícolis, pidiéndole que regresara en una semana para ver los análisis.

Al regresar, don Carlos contó que había mejorado pero que el antiinflamatorio le causaba ardor de estómago. El médico le dijo que no se preocupara, que le iba a recetar un moderno antiácido para proteger su estómago y que, debido a que el colesterol, la presión arterial y el azúcar habían salido levemente elevados, le iba a recetar también una estatina para bajar el colesterol, y medicinas para bajar la presión arterial y la prediabetes. Al preguntarle si tenía alguna otra molestia, don Carlos recordó que le dolía un poco las rodillas, por lo que el doctor le dijo que siguiera tomando el antiinflamatorio, pero que ahora con el antiácido ya no iba a tener problemas. Le pidió que regresara en un mes. Don Carlos tomaba ya cinco medicinas.

(Foto: El Comercio)
(Foto: El Comercio)

Al mes retornó, y le contó al médico que sentía dolores musculares y que había notado una ligera hinchazón de los pies. Dijo también que se sentía triste y que no podía dormir bien porque su hija había viajado al extranjero. El especialista le dijo que no se preocupara, que continuara con sus medicinas, pero que le iba a recetar un diurético para la hinchazón, un ansiolítico y una pastilla para dormir. Don Carlos tomaba ya ocho medicinas, pues decidió seguir con el relajante muscular por los dolores que sentía.

El problema es que el paciente, en lugar de mejorar, estaba cada día peor. El insomnio empeoró porque el diurético lo hacía orinar varias veces en la noche. Empezó a tener dolorosos calambres en las piernas. El doctor le dijo que esos calambres eran por el diurético, que le disminuía el potasio de la sangre, y que el orinar en la noche podía ser por la próstata. Al examinarlo, efectivamente, encontró la próstata grande y le indicó que estaba inflamada. “No se preocupe –dijo el doctor–, le voy a recetar pastillas de potasio y un medicamento para la próstata”. Ya eran 10 medicinas las que tomaba.

Los días en la casa no eran muy buenos, don Carlos se sentía débil y ahora deprimido porque el medicamento para la próstata causaba disfunción eréctil. Para eso, el doctor le recetó una pastilla diaria de un medicamento para ese problema, apuntó que prefería la medicina diaria para que no tenga que tomar la pastilla azul (Viagra) una hora antes de su relación sexual. Ya eran 11 los fármacos.

En esos días, don Carlos cayó con gripe y su mujer, además de darle su té con limón y miel, llamó al médico para que lo viera. El doctor dejó la casa recetando codeína para la tos, un antigripal con pseudoefedrina para el catarro, y por haberle escuchado el pecho congestionado, un antibiótico de amplio espectro por diez días. Ya eran 14 los medicamentos que tomaba don Carlos y su magro presupuesto de jubilado iba sintiendo el impacto e comprar tanta medicina.

Al día siguiente de empezar con el fármaco para la gripe, don Carlos sintió que el corazón le latía con mucha fuerza y tuvo un desmayo. Al ir de emergencia al hospital, los doctores le dijeron que la pseudoefedrina le había desencadenado una arritmia cardíaca, por lo que tenía que tomar un medicamento para el corazón, así como visitar a su doctor para que le hiciera el seguimiento.

Al ir a la consulta, don Carlos estaba débil e intranquilo, y debido a la preocupación por el empeoramiento de su salud, empezó a llorar. “Tranquilo, don Carlos –le dijo el doctor–, para todo hay solución, menos para la muerte. Le voy a dar este nuevo medicamento para la depresión”. Le agregó un laxante porque había desarrollado estreñimiento por la poca cantidad de comida que consumía.

Los medicamentos que tomaba don Carlos eran ya 16 y su vida no era la misma. “Y pensar –repetía muy triste– que todo comenzó con una tortícolis”. De repente nada de esto hubiera pasado si se hubiera puesto unos pañitos calientes en el cuello adolorido.

—La cascada terapéutica—

La historia que hemos relatado refleja la polifarmacia, una de cuyas causas es la llamada cascada terapéutica. Esta ocurre con mayor frecuencia de lo que uno imagina y consiste en que el médico va recetando medicamentos para controlar efectos secundarios producidos por fármacos anteriores. Una de cada cuatro personas entre 65 y 69 años toma al menos cinco medicinas, y esa proporción sube a 48% para aquellos entre 70 y 79 años. El 15% de personas mayores sufre una grave complicación por un medicamento que toma, y la mitad de ellos pudo haberse prevenido.

—Desprescribir—

Investigadores australianos y canadienses han iniciado un movimiento –que está diseminándose en EE.UU.– que busca –siguiendo estrictos protocolos– desprescribir o retirar los medicamentos innecesarios que toma una persona. Estos expertos han encontrado que el hacerlo no es tan fácil, pues hay resistencia, tanto del médico como del paciente y sus familiares.

Si usted o alguien que conoce es víctima de polifarmacia o de la cascada terapéutica, converse con su médico para que haga un inventario concienzudo de las medicinas que toma. Quizá la mayoría de medicamentos que ingiere sean innecesarios y pueda mejorar sin medicinas.

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