Hay evidencias de que la confianza del público en las noticias de salud ha disminuido, por lo menos en Estados Unidos. (Foto: Pixabay)
Hay evidencias de que la confianza del público en las noticias de salud ha disminuido, por lo menos en Estados Unidos. (Foto: Pixabay)
Elmer Huerta

En este mundo globalizado, en el que las noticias –incluidas las de salud– son instantáneas y viajan por todo el globo a una velocidad impresionante, se ha presentado un gran problema: hay dificultad para distinguir las noticias falsas de las verdaderas.

En ese contexto, las noticias de salud no solo son instantáneamente conocidas, sino que gracias a los medios sociales (Facebook, Instagram, WhatsApp y Twitter, entre otros) son diseminadas a una velocidad extraordinaria a millones de personas.

Lo preocupante de esa nueva realidad es que –de acuerdo con un reciente artículo editorial publicado en la revista de la Asociación Médica de Norteamérica– hay evidencias de que la confianza del público en las noticias de salud ha disminuido, por lo menos en Estados Unidos.

Esto –indican los editorialistas– puede tener un impacto negativo en la salud de la población.

–¿En qué creer? –

Una de las razones de esa desconfianza es que el público está saturado de noticias de salud, las que incluyen los últimos adelantos en el mundo de la medicina y la tecnología, las cambiantes tendencias en los estilos de vida o las supuestas curas de enfermedades graves.

Si a esa realidad le sumamos las continuas y aparentes contradicciones en el campo de la salud –que el café o los huevos son malos un día o buenos al día siguiente, por ejemplo–, hace que el público pierda fe en la ciencia y no sabe qué creer. El resultado es que la persona duda de lo que oye, ve o lee en su estación de radio, televisión, o publicación impresa o digital.

Como consecuencia, no debemos sorprendernos de que las noticias falsas de salud –diseminadas a la velocidad de la luz por los medios sociales– llenan ese vacío de información y son fácilmente creídas por un público desencantado y desinformado. Algunos ejemplos de esas falsas noticias son, por ejemplo: las vacunas causan más problemas que beneficios –lo que ha originado el movimiento antivacuna–, las curas milagrosas del cáncer o las dietas mágicas para bajar de peso.
Los autores del estudio dan tres sugerencias para que el público recupere la confianza en las noticias de salud que recibe a través de los medios de comunicación.

A pesar de que estas recomendaciones están directamente sugeridas a los profesionales de la salud, el público general puede sacar algunas lecciones.

1. Apoyar al periodismo de salud responsable y de alta calidad. El editorial sugiere a los profesionales de la salud que reconozcan y apoyen al periodismo médico de alta calidad, el cual a menudo no solamente provee los resultados positivos de la noticia de salud, sino que se plantea preguntas sobre la confiabilidad y la integridad de la investigación realizada para llegar a esas conclusiones. Deben identificarse medios que proporcionen noticias de salud basadas en evidencias, cuyos artículos contengan citas bibliográficas de artículos científicos originales, que discutan los hallazgos con sentido crítico, poniendo énfasis no solo en el impacto beneficioso de los estudios, sino también en su posible impacto negativo.

También pide apoyar al periodismo médico de investigación, el cual se focaliza en conflictos de intereses, tratamientos médicos innecesarios, fraude científico y recomendaciones de tratamientos médicos sin evidencia científica.

A nivel personal, ¿conoce usted, amable lector, medios de comunicación que le brinden noticias de salud con esas características? Lamentablemente –sostiene el editorial–, esos medios escasean mucho, por lo que es imperativo que el lector desarrolle un juicio muy crítico al leer noticias de salud.

2. Involucrar a los medios para amplificar y compartir historias veraces. Esta recomendación estipula que es muy importante que los profesionales de la salud participen en amplificar, compartir y crear noticias de salud basadas en evidencia. Si bien las redes sociales contribuyen a difundir muchas noticias falsas de salud, estas pueden ser utilizadas también como un importante canal para que el establecimiento médico se involucre y amplifique las historias veraces de salud. Esta columna semanal –con su apego a la ciencia basada en evidencia y la provisión de enlaces a los estudios científicos originales– puede ser considerada un ejemplo práctico de esa recomendación.

En mi opinión, el público debe esforzarse por reconocer materiales informativos que intenten disfrazar la verdad y, ante la duda, debe consultar siempre con un profesional de la salud de confianza. Por lo general, profesionales de la salud que usan los medios de comunicación para vender sus productos no son una fuente confiable de noticias de salud. El sesgo comercial es muy claro, así intenten adornarlo con palabras o conceptos científicos.

3. Corregir activamente las historias que no son exactas. Esta recomendación es muy importante e implica que los profesionales médicos no deben tener temor de corregir las noticias falsas de salud, expresándose abiertamente contra los medios de comunicación que las propalan.

Armados de evidencia científica, los profesionales de la salud no deben dudar en escribirles y refutar activamente la información errónea. Del mismo modo, el editorial aconseja que los especialistas usen sus cuentas en los medios sociales para desmentir contenido falso que pueda estarse propalando en el momento, sobre todo aquel que proviene de celebridades desinformadas o comercialmente sesgadas.

A nivel personal, es importante que el público aprenda a separar la paja del trigo y ejerza siempre un sentido crítico cuando escucha, mira o lee una noticia de salud. No todo lo que brilla es oro

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