(Foto: Pixabay)
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Redacción EC

Al acudir a un médico, las personas confían en que los tratamientos que les son indicados son idóneos para ellos, pero esto no siempre es así. Hay un importante número de terapias ofrecidas por profesionales de la salud cuya eficacia no está comprobada.

Un estudio publicado en la revista médica y recogido por The New York Times (NYT) muestra que del total de tratamientos, un poco más del 40 % aporta algún beneficio al paciente, mientras que un 3% es ineficaz o dañino.

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Pero este análisis realizado a la evidencia clínica de miles de terapias disponibles en el Reino Unido muestran que un 50 por ciento no tiene una eficacia conocida; es decir, estos tratamientos se encuentran en un limbo, pues no existen evidencias de que cumplan lo que ofrecen.

Austin Frakt, profesor de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Boston, afirma en NYT que en muchos casos, estas alternativas de rutina no se aplican con rigor científico debido. “Los beneficios se dan por sentado y los daños se pasan por alto”, asegura.

Frakt relata que en los años 80 se comenzó a aplicar un tratamiento que aseguraba que retirar parte de la médula ósea en pacientes con cáncer y luego volver a implantarla tras la quimioterapia hacía que estas personas puedan tener una mejor expectativa de vida.

Pese a no haber evidencia, se comenzó a realizar el procedimiento e incluso muchos pacientes demandaron a sus aseguradoras para que estas paguen por el tratamiento “milagroso”. A mediados de la década del 90, se dio a conocer una prueba clínica que mostraban resultados excelentes, pero luego otras cuatro pruebas refutaron esas conclusiones y muchos pacientes terminaron muriendo.

Lo que es importante destacar, afirma Frakt, es que se debe proceder con cautela ante una nueva terapia, pues muchas veces el daño es mayor que el beneficio. Eso sucedió con lo opioides, que se recetaban en EE.UU. creyendo que no eran adictivos. Finalmente se comprobó lo contrario y ahora dicho país atraviesa una crisis de adicción a estos fármacos

Sin embargo, las pruebas clínicas son importantes de realizar porque a través de ellas se comprueba si existen o no evidencias suficientes para un tratamiento innovador. Estas suelen ser muchas veces la única alternativa de aquellos pacientes que padecen de enfermedades incapacitantes, degenerativas o huérfanas, que tienen pocas o ninguna alternativa de tratamiento.

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