Hasta 30 000 huevos puede poner una hembra de pez León cada cuatro días. Se calcula entre entre 1 y 2 millones de huevos cada año. Foto: Wikimedia Commons
Hasta 30 000 huevos puede poner una hembra de pez León cada cuatro días. Se calcula entre entre 1 y 2 millones de huevos cada año. Foto: Wikimedia Commons
Mongabay Latam

En el norte de Colombia, en el distrito caribeño de Santa Marta, el poblado de Taganga ya no sabe qué hacer con tantos peces León. Originario del océano Indo-Pacífico, se cree que este pez llegó al continente americano por algún coleccionista de peces, maravillado por la melena de aletas que rodea el cuerpo de este león acuático.

Tras ser liberado de su acuario, se le vio por primera vez en un medio natural en 1985, en Florida, Estados Unidos, capturado por causualidad en una trampa para cangrejos.

En su ambiente natural, del Indo-Pacífico, 12 son las especies de pez León que, al ser caníbales, se controlan entre ellas. Pero en el Caribe la historia es distinta. Sin depredadores, el pez León Pterois Volitans, la especie invasora predominante, se sintió el rey del arrecife. Las hembras pusieron sus huevos: hasta 30 000 cada cuatro días. Entre 1 y 2 millones cada año. Así, el pez León se dispersó rápidamente por todo el Caribe, como una plaga. Pero no se detuvo ahí, puesto que en 2014 lo vieron por primera vez, en el sudeste de Brasil. En el mar Mediterráneo también se detectó su proliferación hace apenas tres años.

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La invasión del Caribe colombiano
Los primeros reportes de pez León, en Colombia, fueron en el 2009 en el Parque Nacional Tayrona, colindante a Taganga donde viven unas 3500 personas. Hoy, según la bióloga marina Luz Helena Rodríguez, se calcula que existen en la zona unos 67 individuos por hectárea. Ello representa, según explica Rodríguez, 4,6 toneladas de vida marina ingerida, por kilómetro cuadrado al año, por estos foráneos. Principalmente peces, aunque también crustáceos, como juveniles de langosta, larvas de corales, camarones… todo tipo de víctimas, despistadas al no reconocer a este extraño como una amenaza, terminan en el estómago del pez León. Éste es capaz de comer diariamente hasta el 6 % de su peso corporal.

Pero el apetito voraz de esta especie tampoco es su talón de Aquiles, puesto que puede durar hasta tres meses sin comer. Según una publicación del , de la Universidad Simon Fraser de Canadá “La dispersión geográfica probablemente se ha visto facilitada por la notable capacidad del pez León para el ayuno prolongado, en combinación con otras amplias tolerancias fisiológicas”. Por otro lado, ni siquiera el ser humano representa una amenaza para él. Los hombres, aterrados por la fama que tiene este pez de ser venenoso, no lo capturan.

La carne del pez León tiene ricas propiedades sin embargo, no es consumida por tener la falsa fama de ser venenosa. Foto: Wikimedia Commons
La carne del pez León tiene ricas propiedades sin embargo, no es consumida por tener la falsa fama de ser venenosa. Foto: Wikimedia Commons

En la aleta dorsal del pez León, unas espinas con veneno lo defienden en caso de sentirse amenazado. Si un pescador se pincha al cogerlo del agua, el intenso dolor, provocado por el veneno, puede durar varias horas. Además, el cuerpo puede reaccionar con inflamación y hasta parálisis de las extremidades. Es tan doloroso, dicen, que los habitantes de Taganga, histórica y tradicionalmente pescadores, tienen miedo de pescarlo.

La mala fama de su poder venenoso, tampoco fomenta su consumo. Ni los lugareños ni los turistas saben de su sabrosa y suave carne, que además es rica en Omega 3, por lo que los restaurantes no lo ofrecen.
En Taganga nada detiene al pez León y su único rival, por ahora, es la bisutería.

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Peces transformados en joyas
La bióloga marina Luz Helena Rodríguez, junto con otros tres colegas decidieron hacer de esta plaga la materia prima de joyas artesanales como aretes, collares y pulseras. De esta manera, el proyecto, sustentado por la Universidad Jorge Tadeo Lozano de Santa Marta y el profesor Adolfo San Juan Muñoz, busca mantener a raya los peces León. Al mismo tiempo que involucra a la comunidad, en una actividad que busca ser un ingreso económico adicional para las familias, cuyo sustento proviene principalmente de la pesca y del turismo.

Para la fabricación de las joyas, las tres mujeres y el varón que conforman este equipo de biólogos marinos, utilizan las aletas pectorales del pez y la cola. Las otras, aquellas que tienen el veneno, no son utilizadas puesto que además se deshacen al sacarlas del agua, explica Rodríguez.

“El pez León es escurridizo e inteligente. Se esconde entre las rocas, entre las esponjas y en las cuevas cuando presiente que vienen tras él. Es por eso que su caza debe hacerse con arpón” dice la bióloga. El equipo de científicos trabaja actualmente, en la extracción del pez León, con la Asociación de Buzos Ancestrales Pescadores de Taganga.

Joyas creadas a partir de las aletas del pez León. Foto: Volitans.
Joyas creadas a partir de las aletas del pez León. Foto: Volitans.

El objetivo es que el emprendimiento de bisutería, familiarice a la población con el pez León e impulse una extracción voluntaria mayor de esta especie para distintos fines. Los biólogos apuntan, particularmente, a que el pez León comience a ser consumido como alimento y que haya así la suficiente demanda, por parte de los restaurantes, para que los pescadores extraigan el pez. “La carne es similar a la del pargo y a la del mero, que son especies que están en peligro de extinción y que se consumen por medio de un mercado no regulado” asegura Luz Helena Rodríguez.

La precaria situación de conservación en la que se encuentran tanto el pargo como el mero se debe, en parte, a la presencia del pez León en su hábitat. El Ministerio del Ambiente de Colombia diseñó, en 2014, un plan de manejo para controlar la dispersión de la especie y disminuir la amenaza que representa para la salud de los ecosistemas marinos. El plan señala que “el pez León como especie invasora, altera la estructura y composición de las comunidades biológicas de los ecosistemas arrecifales. Al competir con las especies nativas por alimento y espacio, modifica la red trófica, desplaza las especies nativas de sus hábitats naturales e incluso las extingue, causando así disminución de la biodiversidad y alteraciones ecosistémicas irreversibles”.

Una versión ampliada de esta historia de fue publicada en Mongabay Latam.

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