JORGE PAREDES LAOS

Carmen cuenta que de pequeña era la engreída de su padre y lo veía como un mago que todo lo podía.

— ¿No cree que hubo algo del complejo de Edipo en esa relación? Mi complejo de Edipo era enorme con mi papá. Yo quería dormir con él y él me decía: “Sí, pero al estilo de París”. ¿Cómo es eso? “Espalda con espalda y cada uno con su frazada”. Y yo gritaba que no, pero ahora me doy cuenta que mi padre me estaba cuidando de él mismo, ¿entiendes? Él fue a la Universidad Católica y me matriculó porque quería que fuera médico, pero como era un volado, me inscribió en Letras. Cuando ingresé me di cuenta que ya no podía estudiar Medicina, entonces me dijo: “Serás abogada o, mejor aún, notaria”, algo que él siempre quiso ser.

— ¿Cómo llega a la psicoterapia? Por un conflicto de pareja. Me aconsejaron hacer terapia con el doctor Saúl Peña. Cambió mi vida. Él fue como un padre complementario.

— ¿Qué tipo de conflicto? Mi esposo me fue infiel y fue algo muy fuerte para mí. Nos separamos, nos divorciamos, y después de unos años nos volvimos a casar.

— Qué tal historia Éramos muy jóvenes cuando nos conocimos. Yo tenía 16 años y él, 17. Creo que era imposible que dos adolescentes evolucionen y sean felices para toda la vida. Él era un alto funcionario en un ministerio, yo trabajaba con los Yuyachkani era amiga de Manuelcha Prado. Nos separamos 5 años y el reencuentro fue como una nueva relación.

— Después él enferma y queda sola con sus dos hijos Antes de separarnos habíamos tenido a mi hija Ximena y después del reencuentro tuvimos a Rodrigo. Mi esposo enferma de pronto, le da una parálisis y se queda sin hablar. Fue terrible. Recuerdo que Ximena había terminado de estudiar cine con Armando Robles Godoy y estudiaba fotografía, entonces entró a trabajar a “Última hora”, y si no fuera por la bolsa que le dieron ese año en Navidad, no habríamos tenido nada.

— ¿Ahí empieza las psicoterapias en la radio? Me sentía inútil y ni me acordaba que era psicoterapeuta y abogada. Entonces, un amigo me consiguió un trabajo en el PNUD [Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo] y estuve ahí medio año, luego me llamó otro amigo, de CPN Radio, para hacer “La voz amiga”. Empecé ahí, con mucho miedo. Leía en un papel hasta el saludo. Luego pasé a Radio Nacional y me fui haciendo conocida porque trataba de no dar consejos, sino de aplicar la psicoterapia psicoanalítica, aunque algunos piensan que es un sacrilegio. Yo trato de escuchar la voz de la gente y no ser tan pasiva. Esta es una sociedad muda, la gente vive asustada y no habla. En la radio, uno tiene que jalarles la lengüita a las personas.

— ¿No teme parecer agresiva? ¿Cree que por eso alguien la bautizó como la ‘Doctora Cachetada’? Sí. Esto es algo que viene de mi madre. Ella era hiperdirecta para decir las cosas. Era muy drástica y algo de eso he heredado. Yo trato de ser directa, pero no trato de adivinar lo que le pasa al oyente. Si te das cuenta, solo trato de sacar esos velos que cubren las emociones y que los pacientes encubren para no sufrir: por eso unos se han quedado infantiles, otros se hacen los payasos, otros enloquecen.

— ¿Cuál es la llamada que más la ha impactado? Un hombre que trabajaba en una funeraria y tenía sexo con las muertas. Eso tenía una explicación: cuando tenía 11 años fue seducido por una vecinita de 14 años. Se sentía feliz, pero a la niña la mató el carro y él recordaba que, impactado, le dio un besito en su cara helada. Ya adulto, inconscientemente, entró a trabajar en una funeraria y empezó por darles besitos a las muertas hasta que acabó teniendo sexo. Se trataba de un ser infantil. Después, está la chica que tenía dos hijos con su padrastro. Vivía con él y con su mamá, que la había obligado a tener los hijos porque ella era estéril. La chica lloraba y se preguntaba: “¿Qué les voy a decir a mis hijos, que ya tienen 10 años?”.

— ¿Cómo se recupera después de escuchar historias tan terribles? Antes me despertaba la cólera y me molestaba; pero ahora ya no, ahora me controlo. La radio es terrible porque tienes que hablar siempre. Y a veces no sabes qué decir. Yo le digo al paciente: “Estás con miedo, estás como perdido”, cuando en realidad soy yo la que se he quedado perdida. Siempre creo que el programa está incompleto. Por eso he empezado a hacer grabaciones que llamo terapeuta en casa, tengo 32 discos y espero completar 100.