Dos incidentes durante la niñez marcaron su vida. El primero ocurrió a los ocho años cuando, vestido de saco y corbata, transformó un discurso de bienvenida en un divertido recordatorio de falsas promesas. Las palabras del pequeño Tulio iban dirigidas nada menos que al orondo diputado que representaba al pueblo de Abancay en Lima. El siguiente acontecimiento lo tomó por sorpresa tres años después, mientras intentaba apropiarse de algunos frutos que colgaban de los árboles. Por entonces, ya había presenciado el indignante ‘tiro al indio’ que jugaban con descaro algunos hacendados. Aquella vez fue diferente. Entre los disparos con perdigones se coló un balazo que atravesó la espalda de un indígena.