Natalia Parodi: "La justicia selectiva"
Natalia Parodi: "La justicia selectiva"
Natalia Parodi

Un padre alza de los pelos a un niño pequeño y frágil, lo zamaquea, lo golpea, lo humilla. Un video capta las imágenes de este hombre en estado salvaje, escalofriantemente insensible, abusando de su fuerza y poder, dañando físicamente al menor y traumatizándolo de por vida. La policía lo detiene solo una noche y lo suelta con una advertencia. El hombre minimiza su violencia y dice que ‘se le pasó la mano’.

Una mujer fuera de sus casillas agrede con aires de superioridad a un policía en el aeropuerto. Lo insulta y lo empuja, lo golpea en la cara y ofende su uniforme tirándole el casco al piso. También queda todo grabado en video. Su sanción: seis años de prisión.

Un candidato presidencial no cumple adecuadamente los procedimientos para ser inscrito como tal. Su candidatura está en falta y debe asumir consecuencias. Por dicho motivo, se pretende eliminarlo de las elecciones. Paralelamente a varios de los demás candidatos, con escandalosos prontuariados, ni se los cuestiona porque ellos sí presentaron sus papeles en la fecha. Candidatos impresentables que no deberían ni por asomo ser opciones para gobernar nuestro país.

Es justo que quien rompa la ley sufra consecuencias por los actos cometidos. Pero a todos se los debe tratar con igual firmeza, y las sanciones deben ser proporcionales a la falta. Aplicar el peso de la justicia de forma selectiva y arbitraria es inmoral y destructivo. Además, atenta contra el desarrollo saludable de cualquier sociedad. Y sobre todo, no es justicia.

La impunidad es veneno para la comunidad. Droga de quienes ostentan posiciones de poder, que se embadurnan de ella para tener el privilegio de hacer lo que les da la gana, como cualquier niño caprichoso. Y cuando se les acaba ese poder, les da síndrome de abstinencia y necesitan recuperarlo a como dé lugar. Pero cuando nuevamente lo tienen, no cumplen con servir a su pueblo sino que se imponen a él, y anteponen intereses personales por encima de los de la nación. El poder se vive como superioridad, y no como una responsabilidad.

¿Asunto de los políticos? Sí. Pero la justicia y la salud mental son también asunto de todos nosotros. La impunidad en el congreso, la vara en la universidad, el favoritismo en la casa son distintas formas de lo mismo. 

Pero hay esperanza: en estas últimas semanas he visto gran movilización de personas unidas por causas importantes. Desde la exigencia de consecuencias legales al padre abusivo, hasta las protestas por la tragedia de los derrames de petróleo en la selva. Incluso en el terreno político, un candidato renunció a participar en las elecciones para no ser parte de un proceso turbio. Al mismo tiempo, otros dos candidatos se concentran no en maniobras sucias ni demagógicas, sino en hacer propuestas constructivas para el país.

Así como en cada familia hay un miembro medio egoísta o irresponsable, lo mismo sucede en las instituciones, desde las empresas hasta los gobiernos. Lo común a todos esos personajes es que quieren imponer sus intereses por encima del bienestar de los demás y no están dispuestos a concertar. No es raro. Pero lo que no puede ocurrir es que les permitamos conducirnos desde su mirada desenfocada. No podemos permitir que nos envuelvan ni mucho menos debemos entregarles el mando. Es como entregarle el timón a un niño o a un borracho: por mucho que trate, no podrá manejar bien. Y pondrá en peligro la vida de los que se suban al auto con él.

Nos corresponde, además de ser ciudadanos consecuentes y decentes, alimentar la esperanza y la salud mental propia y de quienes nos rodean. Hace unos días me enteré que el tipo que maltrató a su hijo de cinco años ha recibido una sanción de 7 años de cárcel, efecto de la protesta solidaria realizada en defensa del menor. Alivio de ver que se hizo justicia. Participación ciudadana efectiva. El pueblo se hace oír. No todo está perdido. 

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