Natalia Parodi: Las malas noticias
Natalia Parodi: Las malas noticias
Natalia Parodi

De chica creía que si se hacían bien las cosas, de acuerdo a un plan bien pensado y responsable, nada podía salir mal. Ya sea organizarme para las tareas,  para los permisos o para administrar el dinero de acuerdo a mis necesidades. Sin embargo, de mayor descubrí que tener todo bajo control no era tan simple y conocí el rubro de los imprevistos: un diente roto, la terma se quemó, un choque, la casa se inundó, se bajó la llanta, dinero para regalos de cumpleaños, Día de la Madre, Padre y Navidad, una salida extra, entraron a la casa a robar, una enfermedad complicada, radiografías, el negocio no rindió durante dos meses, una emergencia médica familiar me obligó a perder la cita de trabajo que perseguí todo el año. Entendí que si en el presupuesto no contemplas un rubro importante para lo inesperado, estarás en aprietos.

Siempre hay imprevistos. La idea de que las cosas van generalmente bien es más bien una fantasía. Todo el tiempo ocurre algo que atenta contra el orden ideal, que altera el plan, que afecta un poco o mucho la aparente tranquilidad que había. Desde lo más nimio a lo más trágico. Desde no tener la plata necesaria para pagar el taxi que acaba de llevar a Gabriel al trabajo, o perderse Maribel una fiesta porque su bebe se enfermó, hasta el accidente mortal de la mamá de Patricio dos días antes de la boda de él.

Si les pregunto por los problemas propios o de alguien cercano, rápidamente vendrá alguno a su mente. A Diana la despidieron la semana pasada; la abuela de Juan Francisco acaba de morir; Irma descubrió que su contador le estaba robando dinero; Alfonso recibió una multa imposible de la SUNAT; la nana que cuida al hijo de Luisa se fue de la noche a la mañana; al esposo de Laura le dio un infarto; el aumento prometido de César fue suspendido; atropellaron al hijo de Elsa; el ex–esposo de Silvia volvió a incumplir con el dinero de manutención; el hijo de Manuel no ingresó a la universidad; el cliente más importante de Amanda se fue a la competencia; a Humberto lo dejó su esposa. ¿Algún día las malas noticias se terminan?

No imaginé que la vida sería tan complicada. Suponía que llegar a la adultez era una gran responsabilidad, llena de obligaciones laborales, y a veces de algunos problemas. Pero la imaginaba principalmente construida de arduo trabajo y logros, familia y amor. Pasa el tiempo y veo que los problemas son frecuentes, que cuando un problema pasa, surge otro. Que la quietud es una ilusión. Que dar por sentado que los años que vienen serán como me los he imaginado es ingenuo y absurdo porque no hay cómo controlar y diseñar el futuro.

Estar llena de trabajo, responsabilidades y una familia bullera es la parte linda de la historia. Lo más difícil no es ese cansancio diario que puede abrumar, sino mantenerme en pie cuando llega otra mala noticia, y aceptar que las dificultades y problemas son  parte de la vida que es mejor acostumbrarse a ellos. Una buena amiga me hizo llegar esta frase: “No se trata de esperar a que pase la tormenta, sino de aprender a bailar bajo la lluvia”. Otra amiga me dijo “Todo surge, y desaparece”. Ambas tienen razón. Mejor descartar la idea de que llegaremos un día a la total tranquilidad. No será así y seguirán surgiendo dificultades. El logro será no derrumbarnos –o derrumbarnos solo un ratito– para luego retomar este loco y desafiante baile, con sol y con lluvia, en marea baja o alta, con viento a favor o sin él. Pero siempre sacándole el jugo a la vida que nos tocó, todo lo que podamos.

 

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