Natalia Parodi: "Los pequeños del parque"
Natalia Parodi: "Los pequeños del parque"

He comenzado a frecuentar parques con mi bebe, para que se familiarice con la naturaleza y con otros niños. La mayoría de veces los niños son mayores que ella, pero a ella le llaman mucho la atención: de todas formas son más cercanos a su edad que los adultos que está acostumbrada a ver. Le resultan también interesantes los perros. Gran reto para mí, que no soy nada amante de estas mascotas. Pero mejor que se familiarice con ellos y no herede de mí esa incomodidad. ¡Bienvenidos parques!, con todos sus personajes.

Ha sido gracioso ver cómo se ha dado el encuentro de mi hija con los otros niños y bebes. Se miran con asombro. Luego alguno estira la mano y de pronto ¡ay!, casi le jala el pelo, o casi lo muerde, o casi le mete el dedo al ojo, con poca o ninguna conciencia de que el otro niño no es un objeto. También descubren los juguetes ajenos, y las galletas y las prendas. Se acercan, se estiran y hacen lo que tienen que hacer para tener el objeto deseado en su poder. ¡Y se emocionan! Pero solo un ratito. Luego se impresionan por la ramita, la hoja seca o el pétalo que yace por ahí. En el caso de mi hija, cada fascinación dura tres minutos o menos.

La semana pasada, un viernes por la tarde, visitamos un parque nuevo. Había varios niños, pero casi todos acompañados de sus niñeras. Eran pocas las mamás que estaban con sus hijitos. Pensé en qué suerte la mía de tener horarios flexibles y poder estar ahí con la mía, y qué pena para las mamás que no tienen esa posibilidad. Saqué entonces el pisito de jugar, donde coloqué algunos juguetes de mi bebe. Ella prestaba más atención a los árboles, pero estaba tranquila y de buen humor. Yo feliz de que ella respire aire fresco.

De pronto una niña de unos dos años se acercó con curiosidad a nosotras y se sentó al lado de mi hija. Yo no la conocía, pero no tuve problema en recibirla. Cogió un juguete, luego otro, y luego otro y otro y otro. A ninguno le prestó atención, pero pasó sus manitos por todos. Y luego, en el momento menos esperado, tosió fuertemente, con gran sonido de flema, una y otra vez, por encima de todos los juguetes, de mi bebe y de mí.

En ese momento se me abrieron los ojos grandotes y pensé “¡Diablos, va a contagiar a mi hija!” y miré alrededor a ver si encontraba alguna mamá o niñera atenta a lo que pudiera estar haciendo su niña. No vi a nadie a quien pudiera identificar como su cuidadora. Le pregunté cómo se llamaba y respondió con voz ronquita: Julia. Se veía tierna y dulce. Y para coronar la situación, en ese momento llegó otra niña un poco más grande, miró los juguetes, me miró a los ojos sostenidamente y se sentó al lado de Julia.

Ya no supe qué hacer. ¿La costumbre era que todos los niños de este parque puedan coger todo de todos sin pedir? ¿Dónde estaban las personas que las cuidan? ¿Por qué no decían nada? ¿O será que estoy tan desinformada que no sé que eso es lo normal? Y de pronto a lo lejos vi a una niñita haciendo pila detrás de un árbol. Ahí sí que ya no entendí nada. ¿Es posible que eso ocurra? ¿Dónde está su mamá? ¿O será que hay momentos en los parques en que esas cosas suceden y no debe sorprenderme?

Mi único impulso fue cargar a mi hija y llevármela un poquito más lejos, cerca a los árboles que desde el comienzo le llamaron la atención. Regresé a recoger las cosas cuando las niñas se aburrieron de los juguetes y se fueron. Metí todo en una bolsa, puse a mi hija en el coche, y nos fuimos a la casa. Crucé los dedos para que no se haya contagiado de nada. Ella estaba feliz. Había gateado, explorado, mirado, reído. Yo me fui con muchas preguntas y una certeza: en este universo de la maternidad, me falta todavía mucho por conocer.

 

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