Verónica Linares: "¿Y ahora quién podrá defendernos?"
Verónica Linares: "¿Y ahora quién podrá defendernos?"

Acababa de polemizar con un alcalde que asegura que si las Fuerzas Armadas no salen a las calles no habrá solución para la inseguridad ciudadana. Yo estoy en contra de esa propuesta, pues la considero populista. Al término del enlace en vivo fui al baño. En el pasadizo del canal me encontré con un empresario de shows artísticos que vio la entrevista desde un televisor en el área de  maquillaje: «No hay otra forma de parar esto», me dijo.

Me contó que hacía dos meses recibió la llamada de unos extorsionadores. Lo amenazaron con eliminar a sus dos sobrinos más queridos si no les daba diez mil soles y luego le cortaron. Él quiso hacerse el valiente y llamó al número que quedó registrado en su celular para hacerles saber que no caería en su juego. Resultó peor: con insultos le dieron detalles de los movimientos de cada uno de los miembros de su familia. Incluso sabían dónde estaba parado en ese momento: «No estamos bromeando, Calín -sobrenombre con el que lo llaman sus amigos del colegio- frente a ti hay una caseta de serenazgo y nosotros estamos atrás».

Por supuesto que no se atrevió a corroborarlo. Solo atinó a cortar la llamada y sentarse en una banca a esperar a su chofer. Estaba temblando, tomó aire unos segundos y llamó a sus seres queridos para ver si se encontraban bien, pero sin contarles nada. 
Esa misma tarde contrató agentes de seguridad armados para su casa y la de su mamá. Durante una semana no pudo dormir, se sentía desprotegido. Las llamadas continuaron y estuvo a punto de ceder a los chantajes. Esa misma semana le confió a un colega suyo el drama que estaba viviendo y comprobó que no era el único. 
Y aquí viene lo más sorprendente de esta historia, que lamentablemente se está haciendo cotidiana en nuestro país. Cómo había hecho este otro empresario para liberarse de los extorsionadores. 

Lo primero que le aconsejó fue no recurrir a la Policía porque, como maneja grupos de música, la prensa podría enterarse y sería peligroso. Luego le contó que contactó a “gente brava” que se encargó de ubicar al dueño del celular y rastrearon las llamadas hasta un penal  de Lima. Estos mismos sujetos contratados se encargaron de hacerles saber a los extorsionadores –recluidos en un centro penitenciario– que su víctima no estaba sola y que no podían meterse con él. Como si se tratara de una película de gánsteres. Y fue así como terminaron las llamadas amenazantes. 

El productor de shows me contó que hizo lo mismo. Se repitieron los resultados: lo delincuentes que lo llamaban estaban en un penal y recibieron el mensaje claro de que busquen plata en otro lado.  

Hace dos meses dejó de recibir llamadas para extorsionarlo, pero hace unos días lo asaltaron. Justo cuando estaba estacionado en el parque, frente a la misma caseta de serenzago donde recibió la primera llamada amenazante. 

Creía que lo iban a matar por no haber cumplido con entregarles la plata. Mientras lo encañonaban y le quitaban todo –hasta el nuevo celular adquirido con otra línea– pudo darse cuenta de que no eran los extorsionadores. Los delincuentes le dijeron «ya perdistes, ya perdistes» y se fueron. Resultaron ser los momentos más aterradores de su vida, aunque solo se trataba de unos “raqueteros”. Esos malhechores que van a auto o en moto “pasteando” las calles a ver qué encuentran y apenas ven algo que consideran vulnerable, atacan. 

Yo lo escuchaba atentamente y entendía por qué estaba de acuerdo con que el ejército patrulle las calles. La falta de confianza en la policía lo frenó de hacer la denuncia. Y la caseta del serenazgo no fue ni siquiera disuasiva. Pareciera que estamos solos. ¿Dejar que otros delincuentes nos cuiden? ¿Por cuánto tiempo?

Entonces, como en la peor época del terrorismo volteamos una vez más a las FF.AA. ¿Se imaginan los centros comerciales, los colegios de nuestros hijos, los parques, los restaurantes, los circos resguardados por soldados? Ahora imaginen una balacera con delincuentes y víctimas inocentes. ¿Quién debería ser el responsable de la muerte de un niño por una bala perdida? ¿La policía, el ejército, el alcalde del distrito o el presidente de la República? ¿Las fuerzas del orden deberían ser destacadas a las capitales de provincia, de región o solo a unos distritos? ¿No hay delincuencia en todas partes?

Entiendo la desesperación que todos sentimos para que alguien haga algo. Pero ¿no creen que primero deberíamos exigirle a las autoridades que cumplan con su trabajo? Para eso los hemos elegido. Ha pasado solo siete meses desde que los alcaldes asumieron una nueva gestión y pedir que otro solucione el tema es como tirar la toalla sin haberlo siquiera intentado. No olvidemos tampoco que el próximo año elegiremos un nuevo presidente. Ojalá esta vez lo hagamos mejor.

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