ANDRÉS MAGAI

¿Quién no ha soñado con hacer un safari fotográfico por África? Yo no conozco a nadie que en un momento dado no le hubiese gustado visitar las inmensas llanuras de África al estilo “África mía”, o ver los leones como en “Soñé con África”, o visitar a las tribus masai. Pero en este reportaje no vamos a hablar de películas, nos vamos de Safari en 44 por las míticas tierras de los masais, de los leones y los gigantescos elefantes.

Para hacer este safari (que significa viaje, en lengua swahili) elegimos Kenia y Tanzania. Después de muchas horas de vuelo llegamos al aeropuerto de Nairobi (Kenia). Es mediodía y nos espera nuestro conductor-guía, quien nos invitó a subir a un vehículo especialmente preparado para hacer safaris: tracción 44, con 6 plazas para estar cómodos, con el techo especialmente preparado para abrirse y poder otear la amplia sabana. En la camioneta nos espera nuestro cocinero: vamos a hacer un safari de acampada.

Kenia es el país de los safaris, con una superficie superior a los 580.000 km2 tiene una población de unos 30 millones de habitantes. Nairobi es la capital del país, con una sensación de caos con autos por todos los lados y gente que cruza las calles jugando a esquivar el atropello. Los semáforos son escasos y los existentes suelen ser ignorados. Es la magia de esta ciudad. Pronto salimos de esta, rumbo a nuestro primer destino: el Parque Nacional de Samburu, al norte de Nairobi. Tenemos unos 335 km por delante.

COMENZAMOS NUESTRO SAFARI Nos dirigimos a la Reserva Nacional de Masai Mara, uno de los parques emblemáticos de Kenia. Este se encuentra en el borde de la frontera con Tanzania lindando con el Parque Nacional de Serengueti. El Mara, como lo llaman allí, tiene una superficie de 1.800 km2. Es el más conocido de Kenia, el más visitado, el que tiene el mayor número de animales y para muchos el más bonito.

POR LAS LLANURAS DEL MARA Su relieve está marcado por sus inmensas llanuras hasta el horizonte, con sus grandes paisajes de sabanas, salpicados por pequeños grupos de árboles y pequeñas islas de matorrales, donde suelen ocultarse desde leones hasta guepardos. Siempre hay que estar preparados para cualquier sorpresa.

Nosotros tuvimos la gran suerte de ver la famosa migración de los ñus en pleno apogeo: más de un millón de animales tapizaban el Mara. Ñus, cebras y gacelas y como acompañantes especiales leones, hienas y los inseparables buitres todo un espectáculo. La migración de los ñus se repite todos los años. Comienza a principios de año en las grandes llanuras del sur del Serengueti y pone en marcha a más de 1,5 millones de animales con dirección al norte, coincidiendo con la llegada de la época seca. Llegan a Masai Mara a finales de julio y aquí se quedan hasta finales de octubre, momento en el que comienzan su viaje de regreso.

Para poder disfrutar de la reserva de Masai Mara, hay que dedicarle un mínimo de 3 días. El primer día fuimos testigos de una cacería de leones a una cebra que terminó con un resultado favorable para los felinos.

Una de las características de este parque es la permisividad en la realización de ‘off road’, por lo que se puede ir de un lado a otro sin necesidad de ir por las pistas.

Siguiendo nuestro itinerario de safari, fuimos bajando por el parque hasta llegar al famoso río Mara. Este es paso obligado de la migración de los ñus. Aquí es donde vimos algunos de los cocodrilos más grandes del planeta, animales de más de seis metros esperando a que llegue su comida.

En Masai Mara fuimos testigos de algunas de las imperdibles puestas de sol que son tan famosas en África, con esos cielos rojos que dejan sin habla a quienes las ven. Solamente por esto ya merece la pena el viaje.

En las cercanías del parque encontramos un grupo de poblados de masais. Este siempre fue un pueblo guerrero cuya principal actividad es el pastoreo de ganado bovino y ovino. Los masais siguen viviendo como hace cientos de años, bebiendo la lecha mezclada con sangre de sus vacas, portando sus largas lanzas y vestidos con sus conocidas telas de color rojo.

CON LOS ÑUS AL SERENGUETI De Masai Mara acompañamos a los ñus hasta el Serengueti, en Tanzania. Serengueti, que en lengua masai significa tierra sin fin, es uno de los lugares más espectaculares de la Tierra. Tiene 14.763 km2 y hay que dedicarle un mínimo de tres días, para hacerse una idea de su grandiosidad.

Entramos por el norte, desde la zona conocida como Lobo y nos encontramos a las primeras manadas de elefantes. Como lo definen en muchas guías de África, Serengueti es el reino animal por antonomasia. Aquí hay leones, cebras, gacelas, antílopes, cocodrilos, hipopótamos, guepardos, leopardos, impalas y toda clase de aves. De hecho el Serengueti bien vale un safari por sí mismo.

El Serengueti nos depara vistas que parecen alcanzar los confines de la Tierra. La sabana quemada por el sol después de las lluvias se transforma en una interminable alfombra verde moteada de flores silvestres. También hay colinas boscosas, impresionantes termiteros, kopjes rocosos donde se ocultan leones y leopardos. Además de ríos donde es fácil encontrar hipopótamos y cocodrilos. Es un espectáculo para los sentidos.

Después de casi ocho horas de viaje llegamos hasta la zona de Seronera, justo en el centro de este parque. Aquí es donde se encuentran los terrenos para acampar. Acampar en el Serengueti, es instalarse en el centro de la naturaleza. Cuando desaparece el sol, las estrellas y la luna se adueñan de la noche y poco a poco comenzamos a oír los sonidos de la noche. El punto álgido es cuando comienzan los rugidos de los leones.

LA OCTAVA MARAVILLA DEL MUNDO El siguiente destino fue la Zona de Conservación del Ngorongoro donde destaca el famoso cráter de Ngorongoro, una reserva de animales, considerada por muchos una de las grandes maravillas de la naturaleza.

Lo primero que impresiona es su inmensidad con unas medidas de 19 km de largo por 16 km de ancho. Con una altura media de 2.200 m, el fondo se encuentra a 1.700 m de profundidad. En el centro del cráter está el lago Magadi, donde vimos grandes grupos de flamencos rosa y pelícanos, rebaños de cebras y de ñus, que se acercaban a abrevar. En esta zona es bastante común ver apasionantes escenas de caza de leones y los impresionantes rinocerontes negros.

El lago Eyasi se ubica en las faldas del Ngorongoro. Allí visitamos a los datogas, antiguos y fieros guerreros. También estuvimos con los bosquimanos hadzabe, un grupo 200 individuos divididos en pequeños núcleos familiares que viven igual que hace cientos de años. Después del lago Eyasi partimos rumbo al Parque Nacional de Tarangire, atravesando unos 160 km.

El parque de Tarangire debe su nombre al río que lo cruza, el que está congestionado de animales, llegándose a contar manadas de más de 300 elefantes, que son su atractivo más importante. El parque, de unos 2.600 km2 , está a solo 118 km de Arusha, meta de nuestro safari. Por una carretera asfaltada vamos llegando a nuestro último destino, Arusha. Esta es la ciudad de safaris, desde aquí se organizan y parte la gran mayoría de salidas hacia los parque que dejamos atrás.

Después de pasar un día de descanso en Arusha, hacer las últimas compras de recuerdos y regalos nos dirigimos hacia el aeropuerto, situado en las inmediaciones del Kilimanjaro. Y mientras el avión despegaba pasando cerca de sus faldas nuestro pensamiento estaba absorto en esas tierras que acabábamos de dejar, haciéndonos la promesa de volver.