ROLANDO CHUMPITAZI
La espera terminó. El trekking en el Valle del Everest ha comenzado y la adrenalina ha fluido desde que muy temprano salimos desde Katmandú. Un vuelo en avioneta relativamente tranquilo, aunque no faltaron las turbulencias. El aeropuerto de Lukla (2800 msnm), considerado por NatGeo como el más peligroso del mundo nos recibe con su aura de terminal terrestre limeño. Ni bien bajas del avión, ya está subiendo el pasajero que va de regreso.
Un buen clima acompaña el inicio del trekking. Saliendo de Lukla hay un poco de tráfico pedestre, pues son muchos los montañistas que llegan hasta acá para vivir el Himalaya. En el camino hay que acostumbrar el cuerpo al trekking. Aprender a pisar con las botas semiblandas, usar los bastones que ayudan a mantener el equilibrio e ir dosificando energías. Para un periodista citadino, demora un poco en acostumbrarse. Tanto que soy el último de la fila. A medida que avanza el trekking, el ritmo es más sostenido y uno se va acostumbrando.
El paisaje y recordar a cada segundo que se es parte de una expedición encabezada por Carlos Soria termina siendo una experiencia increíble.
Tras 4:30 horas de caminata hemos llegado a Monzu, un pueblito a 2950 m.s.n.m. con unas cuantas casitas desperdigas, principalmente hospedaje. Mañana muy temprano volveremos a caminar, esta vez unas 4 a 5 horas para llegar a los 3500 m.s.n.m. de Namche Bazaar.