AARÓN ORMEÑO (@aaronormeno)

Un poblador ayacuchano es apuntado con un arma y los niños se ven extremadamente desesperados a los pies de esta amenazante escena. Todos estos personajes están graficados en una cerámica en el taller Límaco en Quinua (Ayacucho). Esta situación recuerda épocas complicadas por la violencia. Nadie se acercaba ni por error a este poblado y los artesanos no tenían a quién vender sus trabajos. Tuvieron que abandonar su tierra y partir a Lima. Hace aproximadamente diez años empezaron a regresar a sus casas, ya más tranquilos. Ahora su arte es el principal atractivo de esta zona.

Máximo Límaco tiene un taller familiar. Trabaja con sus hermanos y su esposa. Ellos recogen la arcilla para realizar los trabajos. Dice que su artesanía expresa el sentir del pueblo ayacuchano. No solamente lo triste que fue el terrorismo, sino también la vida cotidiana, así como la religiosidad, la música y el paisaje en el que viven. Dice que a pesar del pasado, también saben salir adelante y sonreír.

PASANDO FRONTERAS Así, con alegría, Máximo Límaco ha asistido a diversos encuentros de artesanos en Brasil, Argentina, Chile, Uruguay y Ecuador. “Viajamos a exponer y a vender. Las ferias en el extranjero nos sirven para mostrar lo que hacemos con nuestras manos y sobre todo mostrar lo que se hay en el Perú. Es interesante porque damos a conocer nuestras técnicas y también aprendemos del arte de otros países”.

Se siente orgulloso por lo que hace. Su casa- taller es un atractivo turístico en Quinua. Llegan visitantes ansiosos por comprar algo para sus casas. Hay una gran cantidad de artesanías hechas por su familia y también muestra personalizadamente cómo se hacen los trabajos. En otras palabras, se podría decir que estas obras han logrado que la cultura de Ayacucho no solamente prevalezca, sino que también sea conocida en el extranjero.

Mientra él le da forma a iglesias, personas, paisajes, santos y otras figuras religiosas, es su esposa, Ana María Ramos quien les da color. “Antes nos insultaban, nos decían acá en nuestro propio pueblo que trabajábamos con barro. Todo de manera despectiva. Hasta vergüenza teníamos, pero ahora ya no. Seguimos trabajando y ya no nos dicen nada”, cuenta entre risas.

CORREAS PARA EE.UU. A quince minutos de la Plaza de Armas de Huamanga, en el barrio de Alto Perú, se encuentra un taller de artesanía textil llamado Qorimaqui. Esto quiere decir “mano de oro” en quechua. Este negocio pertenece a Fernando Arango y destaca por sus bordados. En el 2012 llegaron a vender 500 mil correas para EE.UU., fuera de fundas para cojines, bolsos, alfombras y tapices murales.

“El bordado se realiza a mano. Trabajamos con personas especializadas en esto. Los motivos pueden ser tradicionales o modernos. A la gente le gusta mucho los detalles de flores que hacemos. Hacemos los tejidos de alpaca, algodón y ovino, siempre con tintes naturales. Buscamos seguir creciendo para que el talento de Ayacucho se haga más conocido dentro del Perú, como en otras partes del mundo”, señala Fernando Arango.