IÑIGO MANEIRO
En el mundo hay 17 localidades que llevan el nombre de Toledo, como la bella ciudad española. Una de ellas es Santa Cruz de Toledo, ubicada a unos 15 kilómetros de Contumazá, en las profundidades de una quebrada rodeada de cerros amarillos y vegetación semitropical.
En Santa Cruz vive don Americio, de 84 años, el alcalde del Perú que más tiempo estuvo en su cargo: 28 años y sin cobrar un sol, y en este lugar se rodó la película “Chicama”, del director peruano Omar Forero. Además, como ocurrió en Borja, España, con la famosa restauración del Ecce Homo, los lugareños también decidieron restaurar por su cuenta y riesgo las pinturas murales de la iglesia, con el mismo resultado que el logrado por la española Cecilia Jiménez, pero sin la trascendencia mediática y turística que tuvo Borja y la señora artista.
Contumazá es una provincia personalísima y especial. De ella salieron nombres ilustres para la política, la poesía, la pintura y la intelectualidad peruana. Su arte popular es distintivo al de otros lugares del Perú. Las mujeres te ofrecen manteles, cortinas y frazadas hechos con crochet en la misma ciudad o en los caminos que conducen a comunidades y poblados. Algunos son verdaderas obras de arte por la complejidad y diseño de su tejido, como los que elabora la señora Mavila Cabrera.
ARQUEOLOGÍA Y NATURALEZA La provincia también destaca por su arte rupestre, como se puede observar en Gallito Ciego, Pai Pai, Yonán o Chuquimango y en sus manifestaciones arqueológicas, en las que destaca la Tantarica, a 50 kilómetros de la capital provincial, o el centro Cuimango, en el distrito de Guzmanco, origen del reino que desplazó a la cultura Cajamarca entre 1100 y 1456.
Su naturaleza es salvaje y diversa, compuesta por estrechas quebradas y valles calurosos y generosos en agricultura. También hay bosques y zonas verdes y húmedas, como los del Cachil y Cascabamba, o los páramos que se ubican en sus partes altas, donde viven camélidos entre ichu y grandes lagunas.
La ciudad, fundada hacia 1533, se encuentra protegida por El Calvario, el cerro al que acuden los contumacinos a contemplar la belleza de los valles que los rodean. Sus calles guardan un claro estilo tradicional y en ellas se celebra una Semana Santa muy particular con la participación de dos hermandades, la de los Esclavos y los Penitentes, y encuentros gastronómicos que giran sobre la realización de platos a base de pescado.
El viaje por Contumazá me recuerda, de alguna manera, a algunos recorridos por la España profunda, lugares como Extremadura, mágicos, agrestes, áridos y boscosos a la vez, de rica y contundente comida, y gente acogedora por todas las esquinas.
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