ANTONIO ALVAREZ FERRANDO (@tonyalfe83)

A veinte minutos del centro de Pucallpa está ubicada la laguna Yarinacocha. Alimentada por el imponente río Ucayali, esta maravilla de la naturaleza ofrece a los visitantes una amplia variedad de actividades para realizar.

Una de ella es la visita a las comunidades nativas. Antes de iniciar el paseo se recomienda no olvidar (por nada del mundo) la botella de agua y el repelente. Son básicos para una aventura en la selva.

Nosotros iremos a la comunidad de San Francisco, habitada por unos 3.000 pobladores de la etnia shipibo-conibo. Para llegar hasta allá se debe viajar en peque peque (bote). Tras media hora de surcar la laguna somos recibidos por una docena de niños que danzan al ritmo de la banda musical.

Los comuneros nos muestran los principales atractivos del lugar. “Ellos se asentaron aquí hace unos 150 años y aún conservan muchas de sus costumbres como la agricultura, la caza y la recolección de frutos”, nos comenta Arturo Reátegui, guía de la empresa Amazon world.

Arturo se dedica a esta labor desde hace casi 20 años. “En San Francisco hay tres formas de artesanía: cerámica (tradicional), bisutería (con semillas nativas) y textil (pintado o bordado de telas con trazos geométricos milenarios). Esta actividad les ha abierto un negocio a los pobladores quienes ofrecen sus productos a los visitantes”, detalla.

Nos despedimos muy agradecidos y vamos en bote hasta el Caño de Alejandría, que dos kilómetros más arriba une a Yarinacocha con el río Ucayali. En el camino el paisaje es extraordinario: árboles frondosos que albergan vida salvaje y las nubes que se reflejan en el agua dándole un toque fantástico al momento.

Un par de delfines rosados nos escoltan mientras avanzamos. Al llegar al corazón de Yarinacocha realizamos otra de las actividades que el lugar nos ofrece: la pesca de pirañas. Una rama larga, nailon, anzuelo y un cuarto de carne de pollo picado en cuadraditos y listo. Estamos preparados.

Uno, dos… diez intentos y ningún acierto. Los peces devoran con una rapidez escalofriante la carnada. Los guías ya tienen experiencia en eso, así que nos conformarnos con grabar su hazaña y bañarnos en repelente para no seguir siendo víctima de los mosquitos.

El día avanza. La última actividad de la agenda es la visita al caserío 11 de Agosto, pero antes de ello aprovechamos para observar aves, plantas y lagartos que complementan el paisaje. La tranquilidad impera en este lugar. Cuarenta minutos después llegamos a nuestro destino.

Unas 500 personas habitan ahí y se dedican principalmente a la domesticación de la caña brava (caña silvestre) para la fabricación de utensilios, sombreros, abanicos y cestas de ese material que son exhibidos a los visitantes en el mercado del caserío.

El día culmina con un exquisito plato de tacacho con cecina frente a Yarinacocha. Una experiencia única que usted también puede disfrutar. Para mayor información sobre promociones o paquetes turísticos no olvide visitar la página ytuqueplanes.com de PromPerú.