IÑIGO MANEIRO LABAYEN

Miles de personas abarrotan la Plaza de Armas, muchos de ellos en las escaleras de la Catedral, y otras miles acompañan a las cuatro vírgenes y los 15 santos que forman parte de una de las fiestas más importantes del interminable santoral cusqueño. Por eso en el Cusco siempre hay una fiesta, en la ciudad, en un barrio, en un pueblo o en una comunidad perdida en las alturas. Y durante los meses de mayo, junio y julio más. Ahí están, por ejemplo, la gran peregrinación del señor de Qoyllur Riti a las faldas del Sinakara, o el Inti Raymi.

Una de ellas, una de las más emblemáticas y, como casi todas, que funde antiguas tradiciones incas con la liturgia y ritual católicos, es el Corpus Christi, en junio. Junto a los santos que llegan de los diferentes barrios, cargados en andas por jóvenes y adultos a modo de penitencia y devoción, decenas de enmascarados bailan sin cesar al ritmo de la música. Llegan a la Catedral para encontrarse con el cuerpo de Cristo, que a modo de hostia se conserva en una enorme custodia de oro y plata de casi 30 kilos de peso.

MOMIAS Y CUYES La tradición viene de lejos. Por un lado, los incas tenían la costumbre de sacar a sus momias en procesión por el Huacaypata o plaza mayor. De esta manera rendían culto al sol, porque estaban cercanos al solsticio de invierno del 21 de junio, y las momias, además, eran veneradas y consultadas ante decisiones importantes.

Por otro lado, la fiesta del Corpus Christi nace en la Edad Media, a mediados del siglo XIII, para conmemorar la Eucaristía y el cuerpo de Cristo que se exhibe en ella. La fecha en que esta se celebraba en el santoral católico también era cercana a la festividad que los incas realizaban en el centro del Cusco. Los españoles, de esta manera, tuvieron la oportunidad de oro para prohibir a las momias en procesión y, a su vez y para que todo quede claro, sustituirlas por las imágenes de los santos y vírgenes católicos. Desde entonces, cada vez que se celebra la fiesta del Corpus, la Plaza de Armas se adorna con banderas del Tahuantinsuyo, y con altares formados por espejitos, telas de colores e imágenes de patronos, los que en procesión se van desplazando entre una marea de gente por la que circula chicha y cerveza. La fiesta se celebra 60 días después de la resurrección de la Pascua, siendo su día central el jueves, exactamente después del Señor de Qoyllur Riti.

Como toda reunión que se precie, también tiene su comida celebratoria, quizá la más peculiar que se come en el Cusco: el chiriuchu, que significa comida fría. Consiste en un plato rebosante de cuy, queso, huevera de trucha, algas, maíz, charqui, cau-cau, rocoto y torrejas de harina de maíz. Solo se consume durante el Corpus Christi, en las casas y en los puestos que abarrotan la Plaza San Francisco. Un buen final para una fiesta donde se muestra todo el esplendor, de bailes y danzantes, que posee la Ciudad Imperial.

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