Gabriela Machuca Castillo
Vanessa Cruzado Alvarez

El 30 de agosto se conmemora en nuestro país el Día de la Enfermera. A todos nos ha pasado: verlas llegar es paz. El sacrificio y tesón con que estas profesionales de la salud se entregan a quienes necesitan sanar o salvar sus vidas solo merece aplausos. ¿Cómo es un día en la vida de una enfermera en el Perú, más de quinientos días después de iniciada la pandemia del coronavirus? ¿Qué piensan cuando vuelven a casa? ¿ Cuáles son sus miedos? Estos son cuatro testimonios inspiradores. Para agradecerles siempre.


Gabriela Machuca y Vanessa Cruzado

En los ojos de las , hoy más que nunca, se cifran esperanzas. La de encontrar piso en un hospital para ser trasladado allí desde una sala de emergencia. La de ver en su reflejo que el mercurio no alcanza las líneas más alejadas del termómetro. La de volver a despertar después de días o meses de un mal sueño obligado. O la de saber que todo va a estar mejor porque la vacuna que acaba de inyectar en el hombro va a poder salvar una vida. El se conmemora cada 30 de agosto y en este segundo año de pandemia no podemos dejar de seguir aplaudiendo la corajuda y noble labor que ellas tienen de cuidar de quienes precisan sanar o salvar sus vidas. De o de lo que sea. A continuación les presentamos las historias de solo cuatro de las miles que se siguen fajando por los demás, incluso luego de haberse contagiado (más de 7,700 , según el Colegio de Enfermeros del Perú), haciendo de estos tiempos un poquito menos difíciles de los que ya son.

INYECCIONES DE VIDA

Mientras va poniendo la curita en el hombro de algún peruano o peruana, la licenciada Maryoret García Rosado respira con genuino alivio. Tanto o más que la persona a la que acaba de vacunar contra el virus del SARS-CoV-2. Precisamente para eso estudió y ha trabajado sin descanso en los últimos seis años que viene ejerciendo como enfermera: para cuidar del otro. Cuando comenzó la pandemia laboraba en el área de inmunizaciones del Hospital Carlos Alcántara de Essalud de La Molina, así que esto de proteger el futuro de las personas ya era materia conocida y dominada. Claro, entonces no habían botellitas de Pfizer, Sinopharm, Astrazeneca o ningún otro tipo rotando en el mundo.

En la espera de que la ciencia generara estas proezas, la joven de 31 años pidió ser trasladada a la sala de emergencias covid del mismo nosocomio en marzo del 2020. Allí experimentó, quizá, lo más duro de todo este año y medio: ver que pacientes le rogaran por ser salvados y, a veces, no poder hacer absolutamente nada. “Yo no me acostumbro a ver morir gente. No sé si me llegue a pasar. Cada paciente que he perdido me ha dolido mucho porque di todo por recuperarlo. Y, así también, cada paciente que vacuno me llena de alegría”, detalla Maryoret. Por eso, dedicarle más de 12 horas diarias a coordinar y organizar el ‘vacunacar’ del Monumental lejos de agotarla, la reconstruye.

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MARYORET Y SUS COMPAÑERAS DEL ÁREA DE INMUNIZACIONES DEL HOSPITAL CARLOS ALCÁNTARA

Sobreviviente ella misma del COVID en el ejercicio de su vocación, a Maryoret la inunda el optimismo cada vez que despacha un auto del estadio de la U. “Desde niña sabía clarito que quería ser enfermera. Uno se siente bien cuando provee una buena atención y trato al paciente. Sigo preparándome y estudiando para dar lo mejor (cursa la especialidad de UCI Neonatal en la Universidad Nacional de Chimbote, a donde viaja cuando no tiene turno). Lo que yo sueño para los peruanos, la verdad, es que crean en las vacunas, no importa la marca, todas salvan vidas, está demostrado. Cuando tengamos la oportunidad hagámoslo, sobre todo, por quienes no pudieron esperar”.

LA LICENCIADA SUEÑA CON QUE TODOS LOS PERUANOS CREAN EN LAS VACUNAS

MARYORET TIENE 31 AÑOS. VIVE SOLA EN LIMA Y EN CHIMBOTE CON SUS ABUELITOS

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GUARDIANA PROTECTORA

De sus tías enfermeras aprendió a temprana edad a formar su temple, crucial en los 13 años de trayectoria profesional desde su paso por el área de vacunación hasta las unidades de emergencia hospitalaria. Egresada de la Universidad San Martín de Porres, la licenciada Cynthia Pérez (36) ha visto de todo (a veces bueno; otras veces, no tanto). Pero su carrera aún continúa sorprendiéndola. La pandemia, sin duda, es donde se ha llevado el mayor aprendizaje: mantener la calma.

Le costó, por ejemplo, cuando su hisopado salió positivo (10/07/2020) a los pocos días de haber ingresado a trabajar a la Unidad de Cuidados Especiales, del Hospital de Emergencia Ate Vitarte. Más allá del resultado y los síntomas (una fuerte opresión en el pecho que la acompañó después de superar la enfermedad), lo más difícil fue separarse de sus dos hijos de ocho años y seis meses. Hacíamos videollamada y yo lloraba después. Me sentía culpable de que mis hijos paguen las consecuencias”, cuenta con la voz entrecortada. Encontró en Dios, su familia y sus compañeros, las fuerzas para volver a trabajar.

CUANDO AUMENTAN LOS CASOS, CYNTHIA ATIENDE HASTA CUATRO PACIENTES INTUBADOS EN TURNOS DE 24 HORAS

Cynthia se encarga de intubar a los pacientes al ventilador mecánico. Es consciente que ella es la última persona que ven antes de cerrar los ojos. “No podemos mentirles. Les digo que confíen en Dios y en nosotros”. Incontables veces ha prestado su celular para que el/la paciente pueda despedirse de sus seres queridos. Le frustra y duele cuando el equipo hace lo posible, pero no es suficiente para revertir un desalentador diagnóstico. La muerte con pacientes con COVID-19 es muy triste porque están solos. Es difícil no involucrarse emocionalmente”. Le reconforta cada vez que llama a la familia para decirles que su pariente está estable.

Ella, mejor que nadie, conoce cómo ataca el virus. Pide a las y los peruanos no rechazar ninguna vacuna por la salud de ellos, de sus familias y la memoria de quienes vio partir.

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ES MADRE DE DOS NIÑOS. ELLOS, Y SU FE EN DIOS, SON SU MAYOR EMPUJE

SU MAYOR SATISFACCIÓN ES VER AL PACIENTE RECUPERADO. DECENAS DE FAMILIAS LE HAN ESCRITO AGRADECIDOS POR SU LABOR

GUÍA HACIA LA LUZ

Nada se compara con escuchar la palabra “gracias” cada vez que un paciente suyo es extubado o despierta de un coma prolongado en la sala UCI 4C del hospital Nacional Edgardo Rebagliati Martins de EsSalud. Para la enfermera intensivista Katherine Tumay esa es la recompensa más grande en el tiempo más duro. Seguido ello, claro, de avisarle a los familiares por Whatsapp las buenas nuevas. Sin duda, trabajar en la primera línea de batalla de la pandemia ha constituido el desafío más grande en sus 21 años en el oficio. Solo una vez, en todo este periodo, dejó de estar al pie del cañón y eso fue cuando el virus irremediablemente entró a su cuerpo y tuvo que hacer cuarentena. Afortunadamente no tuvo síntomas, aunque sí batallar con valentía contra el miedo.

Licenciada Katherine Tumay: “No podemos bajar la guardia, la población nos necesita”

Katherine Tumay

La vocación de Katherine nació de chica gracias a que vio de cerca el trabajo que con amor hacía su madrina, quien era ginecóloga. A eso se sumó que amó las ciencias durante la secundaria. Por eso estudió en la Facultad de Enfermería de la Universidad Cayetano Heredia. Hoy coordina los ingresos y egresos de la UCI, capacita al personal y está en contacto permanente con los familiares de los pacientes.

KATHERINE JUNTO A SU HIJA Y SU MADRE, DE LAS QUE TUVO QUE ALEJARSE UN TIEMPO PARA NO CONTAGIARLAS

Momentos duros, muchos. Cuando nos cogió la primera ola no sabíamos cómo iba a portarse este virus. Entonces, como la mayoría del personal de salud, opté por aislarme de la familia porque sabía que podía ser un vehículo del virus del hospital a mi casa. Pero en febrero nos vacunaron y con eso fuimos regresando. Yo tenía que cuidarme mucho porque en casa tenía a mi madre, a mi hija y a mis sobrinas”, detalla Katherine.

En la actualidad sabe, con 43 años y como líder de su área, que va tocando el momento de volver a ponerse más fuerte. Que esa tercera ola que tanto se viene mentando se tornará una realidad y hay que estar preparados física y psicológicamente. Ya tiene más experiencia en el manejo de la peor enfermedad respiratoria de los últimos cien años, así que solo debe esperar. Todo esto alguna vez tiene que pasar.

TUMAY LABORA EN UNA DE LAS SALAS UCI DEL HOSPITAL REBAGLIATI DESDE ANTES DE LA PANDEMIA

KATHERINE JUNTO A SU EQUIPO. PORTA UNA LÁMPARA DE ACEITE QUE SIMBOLIZA LA CLARIDAD Y EL CONOCIMIENTO

HASTA EL ÚLTIMO HOMBRO

No hay trocha, cuesta, barro, llovizna, ventarrón e incandescente sol que amilane a la licenciada Dina Najarro (35): es la única -junto a sus colegas- que puede llevar las vacunas a los distritos de la provincia de Huaytará, en Huancavelica. La ayuda su buen estado físico (ha sido atleta desde niña) y su vocación de servicio, que descubrió hace 15 años cuando cuidaba a su padre enfermo. Lamentablemente el diagnóstico empeoró y falleció cuando ella cursaba los primeros años de enfermería en la Universidad Inca Garcilaso de la Vega. “Es difícil entender el proceso de la vida a esa edad (tenía 18 años), pero la fuerza de voluntad hizo que lo aceptara. Si me ponía a llorar, quién iba a ser su fuerza del paciente. Con esa mentalidad superé esa parte de mi vida”.

La enfermedad de su padre hizo que palpara de cerca las ausencias del sistema de salud. Sobre todo cuando se está lejos de la ciudad. No dudó en elegir a las provincias para su SERUMS. “En estas zonas hay más necesidad. Quise conocer las diferentes realidades”. Desde entonces está en el primer nivel de atención, donde se encarga concientizar a cada paciente sobre la importancia de la prevención. Labor que realiza con más ímpetu durante la pandemia. “A veces la población está un poco reacia a que los visitemos [para vacunarlos] porque piensan que estamos llevando el virus. Hay que ver la manera de poder educar, de poder sensibilizar”. Además de llevar la vacuna, combate a diario las noticias falsas. Los mismos residentes se lo retribuyen con unas palabras o un plato de comida. “Es hermoso porque estás haciendo esto de corazón”.

DEPENDIENDO EL MEDIO DE TRANSPORTE (A PIE O AUTO), LA LICENCIADA PUEDE LLEGAR HASTA A CUATRO HORAS EN LLEGAR A LAS COMUNIDADES PARA VACUNAR

A diario, Dina debe caminar, subir a una moto o caballo para llegar a las casas (están a unas cuatro horas de distancia) y poder inocular a más de 70 personas. A la población le digo que confíen en el personal de salud, que se coloquen las vacunas porque es una forma de protegerlos y cuidarlos. Jamás vamos a querer hacer daño. Si es que no llega de manera oportuna las vacunas a nuestro establecimiento, tengamos un poco de paciencia. Como enfermera, trato de hacer el 100% para que estas vacunas lleguen a sus hombros”. //

AL DÍA, LA LICENCIADA INOCULA A MÁS DE 70 PERSONAS. EN LAS CHARLAS DE PREVENCIÓN, COMBATE LA DESINFORMACIÓN

“NUESTRO OBJETIVO EN SALUD ES PROTEGER Y GARANTIZAR QUE LAS VACUNAS LLEGUEN EN BUEN ESTADO”

Créditos
CRÓNICA / Gabriela Machuca Castillo y Vanessa Cruzado Alvarez. FOTOGRAFÍA / Licenciada Maryoret García: Elías Alfageme / SOMOS. Licenciada Cynthia Pérez: Héctor Bartra / HOSPITAL DE EMERGENCIA DE ATE. Licenciada Katherine Tumay: ESSALUD RED REBAGLIATI. Licenciada Dina Najarro: Archivo Personal. EDICIÓN FINAL / Miguel Villegas y Ángel Hugo Pilares. AGRADECIMIENTOS / Essalud y Minsa.

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