(Ilustración: Shutterstock)
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Luciana Villegas

La primera vez que me rompieron el corazón, busqué a mi mamá y la abracé fuerte. Me quedé allí por unos minutos que se sintieron como años. Fue un instinto natural, no lo planeé. Necesitaba a mi madre, necesitaba su amor. La primera vez que choqué mi auto, en cambio, llamé a papá. Sabía que podría ayudarme a solucionar el problema. Una vez más: puro instinto. La intención jamás fue restarle carga afectiva al personaje de mi padre ni suponer que mi madre no podría ayudarme con problemas importantes, simplemente se dio así. Ahora, entiendo que mis decisiones respondían al rol que cada uno había cumplido en mi vida a lo largo de los años. Esos roles tradicionales que encasillaban al hombre como autoridad del hogar y a la madre como cuidadora de los hijos por excelencia. Si hubiese nacido en pleno 2019, tal vez, mis decisiones serían otras.

Los roles tradicionales aún son una sombra en los modelos de familia en el Perú. Algunos, como el del padre como único proveedor, se han priorizado durante siglos. Bajo este panorama, se sobrentendía que el hombre era el único integrante de la familia que tenía la responsabilidad de traer el dinero a casa, esa era su labor principal. Por ende, la mujer debía dedicarse a la crianza de los hijos. Ella los cuidaba, los alimentaba y se encargaba de su crecimiento. Pero eso sí: la autoridad era el padre, quien debía siempre impartir disciplina. Mientras tu madre te cuidaba, era tu padre quien, al final del día, evaluaba tu comportamiento.

“Al hombre se le veía como el sujeto que debía imponer disciplina en la familia. Su relación con sus hijos era muy vertical, muy fría. Una imagen paterna muy distante. No se veía positivo que el padre asumiera un rol afectivo o de cuidado con sus hijos. Para eso estaba la mamá”, comenta Natalia Molina, máster en Antropología Social.

Para Molina, el rol de la paternidad está cambiando en los nuevos modelos de familia en el Perú. Eso sí: a paso lento, muy lento.

Trabajo a medias

Manuel Contreras (periodista, 35 años) se levanta todas las mañanas a las 6:45 a.m. Su primera tarea del día es preparar la lonchera para Mateo, su hijo de 6 años. Mientras tanto, Mercedes, su pareja y madre del pequeño, lo baña y alista para llevarlo al nido. Cuando termina con la lonchera, Manuel cocina el desayuno para los tres. Es una rutina que se estableció sin querer, por un tema de horarios y disponibilidad, cuenta él. “Los fines de semana sucede lo mismo. Con la cocina o la limpieza de la casa. No hay roles femeninos ni masculinos establecidos y Mateo ve eso todos los días”, explica.

(Foto: Difusión)
(Foto: Difusión)

La corresponsabilidad es un modelo de crianza familiar que gana más y más adeptos con el paso de los años. Sobre todo, en las familias más jóvenes. El ingreso de la mujer al mundo laboral y su lucha por sus derechos, son los factores que impulsaron este proceso y que lo siguen haciendo hasta el día de hoy. La lucha por la igualdad es una prioridad en la agenda de muchos y algunos, quieren empezar desde casa.

“El rol de la mujer y la demanda de derechos de la mujer tiene mucho que ver con los cambios en paternidad. La carga de la familia recaía demasiado en la mujer. Y desde que ella asume nuevos roles fuera del hogar, gana aún más responsabilidades. Por eso, el trabajo en casa se comparte. Eso se está dando poco a poco”, señala Molina.

Pero el cambio no es solo favorable para la mujer, sino también para el hombre, quien encuentra en la paternidad implicada una oportunidad de romper los modelos tóxicos de masculinidad. Ahora, pueden abrazar, besar y ser cariñosos con sus hijos sin sentir que están yendo en contra del molde de padre recto y distante que les impusieron culturalmente. “Una vez que cambien los estereotipos de lo que debe ser un hombre y una mujer, también cambian los roles en la familia. Ahora ya no se ve como negativo el rol de cuidador, afectivo. Es algo positivo”, agrega Molina.

Las familias que se identifican con este modelo, tienen a padres activos en la crianza de sus hijos, y mucho más afectivos. La relación padre-hijo deja de ser jerarquizada, para convertirse en una más cercana. Más afectiva.

Alvaro Mestanza (administrador, 29 años) es padre de Catalina, una pequeña de 1 año y 7 meses. Junto a ella, tiene un blog en Instagram bajo el nombre de ‘La novia de papá’, donde comparte sus secretos para viajar sin despegarse de su engreída. “La idea nació en una reunión familiar juntos a mis hermanas y primas. Hablaban de los blogs en redes sociales y cómo existían muchos sobre la maternidad, pero muy pocos sobre la paternidad”, cuenta Mestanza. El proyecto inició a fines del 2018 y hasta el momento, ha captado una audiencia de más de 5 mil padres que, cómo él, buscan estar más relacionados en la crianza de sus hijos.

“Desde un principio hemos tratado de hacer todo miti-miti. Compartir roles. Si yo estoy con la bebé y hay que cambiarle el pañal, se lo cambio. Si le toca comer, le doy su comida, o la baño o la hago dormir. Obviamente, porque Daniela es su mamá, los primeros meses la bebé la necesitaba mucho. Pero conforme va creciendo, se va independizando. Ahora, hay más cosas que puedo hacer con ella sin depender de Daniela. Eso me ha ayudado a cambiar los roles. Porque no es que el papá ayuda, porque en realidad no ayuda: es su responsabilidad. Siempre lo hemos visto desde ese enfoque”, comenta Mestanza.

Para Alvaro, incluir a Catalina en su rutina diaria es vital. Como buen amante del trekking, adquirió una mochila especializada para cargar bebés el año pasado. Allí, lleva a Catalina en cada aventura que tiene, un momento especial para los dos. En el caso de Manuel, la lectura y la cena son los momentos más íntimos junto a Mateo. Todas las noches, llega a casa y se sienta a conversar con él: hablan sobre su día, las experiencias que vivió en el nido y cómo se siente al respecto.

“Mi objetivo es que Mateo tenga la suficiente confianza conmigo para contarme siempre todo lo que quiera. Trato que exista ese vínculo y que a la larga sea de forma natural. Quiero que él me vea como su papá, sí, pero no de una forma vertical, sino de más confianza. Que me pregunte lo que quiera. Lo que sea. Siempre le digo 'hay cosas que a veces uno no sabe, pero pregúntame lo que sea que lo voy a averiguar para poder explicártelo o sino, lo vamos a aprender juntos'”, cuenta.

Por los niños

Según Maria Elena Ugaz, oficial de nutrición y desarrollo infantil de Unicef Perú, la paternidad implicada tiene una consecuencia directa en el desarrollo de los niños. Su desarrollo emocional, social e intelectual, se ve afectado de manera positiva al tener mayor interacción con sus padres en la crianza diaria. Su autoestima, también se eleva considerablemente.

"El entorno marca positiva o negativamente el desarrollo del pequeño. El padre tiene que tener en cuenta esto", agrega Ugaz. 

Y aunque el panorama luce alentador, aún hay mucho por hacer. Se requiere políticas públicas de parte del Estado que faciliten los espacios y el tiempo para la paternidad implicada. Un reto que se espera, se pueda cumplir en los próximos años. 

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