Por: Karina Villalba F.
Fotos: Jaime Gianella

Desde pequeña algo la impulsaba a subirse en cuanto escenario se cruzara en su camino. Daba lo mismo el auditorio del colegio que el estrado de una kermés. Era su necesidad de comunicar, de decir algo. A sus 24 años, Fiorella Pennano ya ha pisado ocho veces las tablas de teatro para participar en la misma cantidad de obras teatrales –la última: “Víctor o los niños al poder”, dirigida por Gonzalo Torres–. Además, ha filmado ocho cortometrajes, diferentes comerciales para la televisión, videoclips y ahora mismo graba una telenovela que todavía no sabe cuándo verá la luz. Lo que sí sabe es que el 12 de noviembre se estrenará “Como en el cine”, la primera película en la que participa.

Fiorella tiene unos enormes ojos marrones que se agrandan más cuando expone sus ideas. Lleva los labios de rojo intenso que cada tanto dibujan una amplia sonrisa. Es una chica bonita que no presume de su belleza, pero que sí admite su mal genio. La causa, explica, es su compromiso con su trabajo y la exigencia consigo misma. Sin embargo, para quien la observa, es su pasión lo que la hace ‘obsesiva’, como ella se describe. 
Fiorella se toma el tiempo para elegir las palabras de sus argumentos, para explicar su vocación, para defender sus puntos de vista y decir qué le gusta y qué no. 
Ella transmite la fuerza, la intensidad y la ilusión de la juventud que se leen en esta conversación.


 

-¿Alguien en tu casa actuaba?

Antes de casarse mi mamá, Cecilia Hamann, era actriz. Mis hermanas también, pero nunca las he visto en el escenario. De hecho, están vinculadas al arte no como profesión, pero sí creo que todas tienen un poco de sensibilidad. Erica, por ejemplo, pinta precioso, y Carla estuvo en todas las obras del colegio, pero no se dedicaron a eso. Bueno, era otra época, ¿no? Entre Carla, que es la mayor, y yo hay una diferencia de 13 o 15 años.

-Pero los tiempos cambiaron, tú eres actriz.
¡Claro! Hace algunos años era imposible dedicarse al teatro o a la actuación como una carrera. La gente que lo hizo en ese entonces fue muy valiente. Todavía lo es porque creo que aún hay muchos prejuicios...

-Del arte no vas a vivir.
Sí. Justamente por eso yo estudié periodismo primero, porque en el 2007 no estábamos como ahora que todo es mucho más accesible, es más probable crear una carrera o poder vivir de esto (y creo que más adelante será más fácil aun). Hoy puedes tener un canal de You Tube con total libertad y si quieres hacer comedia, un sitcom o lo que sea, necesitas un iPhone y se acabó. Sin embargo, a mí lo que me interesa es otra cosa. Yo estoy en otra búsqueda.

-¿Qué tipo de búsqueda? 
Una búsqueda con la verdad, buscar que mi trabajo sea auténtico. No es la verdad de las emociones, sino de las acciones porque la emoción y los sentimientos salen por sí solos. Una vez que estás conectada por un deseo, de pronto ya sale. Y si tú tratas de controlar eso, de encontrar la verdad emocional, es mentira porque las emociones no se pueden controlar. Cuando tratas de actuar una emoción estás perdido, porque estás actuando un sentimiento y eso no es real. La emoción aparece y eso es lo que hay que buscar, que aparezca. No manipularla ni crearla.

-¿Tienes un método para abordar tus personajes?

No hay una fórmula o una manera exacta de crear un personaje. Cada proyecto tiene su propio camino y la magia está en permitir que eso suceda. Si te aferras a un método y lo tienes todo controlado, no vas a llegar a ningún lado.

-¿Terminaste tus estudios de periodismo?
No, no, no. En realidad, nunca existió la posibilidad de que yo sea periodista (se ríe). Mi papá me dijo: «Ok, tú quieres ser actriz y quieres irte a estudiar afuera. Antes de que te vayas, te pido por favor que tengas una carrera acá, que vayas a la universidad un par de años y que tengas la experiencia».
–De acuerdo. ¿Qué crees que debería estudiar? 
–Yo creo que tú serías una buena periodista.
–Ah, perfecto. 
Y me metí a la universidad a estudiar periodismo mientras me preparaba para irme.

-Y luego estudiaste teatro...
En la Universidad de York. Lo que me gustó de este lugar es que al comienzo tienes un año de teatro general, donde te obligan a hacer todo, te hacen participar como la hormiga más pequeña dentro de la producción. Entonces, puede que estés trabajando en la carpintería haciendo la escenografía o en el vestuario cosiendo vestidos o en el equipo de luces cargando cables. 

-Eso te ayudó a tener un conocimiento más amplio de todo lo que ocurre en una obra teatral.
No solo a tener el conocimiento sino a «estar al servicio de». Eso es algo que yo valoro mucho, porque cuando estás al servicio de alguien y ves a esta persona trabajar, aprendes a valorar su trabajo y el de todos. Y el teatro es un trabajo en equipo, en el que hay un montón de gente involucrada, es un grupo de energía en el que todos están dispuestos a entregarse.
Después de ese año pasé a especializarme.

-¿Qué fue lo más complicado de estudiar afuera?

El idioma. Mi inglés era pésimo, porque no es mi lengua materna y la lengua materna es lo que está más cerca de tus propias emociones, de tus pensamientos, de tus sentimientos. Cuando existe cierta distancia entre eso, necesitas hacer un vínculo, unir estos dos cables para que lo interiorices y pueda salir también. Felizmente me pusieron un coach para trabajar eso, aunque me tomó bastante trabajo.

-¿Esta carrera exige mucho anímicamente?
Sí. En el cuarto año de la universidad estaba un poco desanimada, porque me pusieron a hacer el rol más chiquito de la obra. Y lo agradecí muchísimo, porque eso es algo en lo que tengo que trabajar. Yo soy muy intensa y esta experiencia me enseñó a medir mi energía y dar solamente lo que se necesita. Yo tenía muchas ganas, tenía el impulso de hacer más y crecer y seguir avanzando. Que me dijeran: «Un momento, Fiorella, a ti te toca hacer el papel más chiquito de la obra», fue un trabajo dificilísimo porque, obviamente, también te deprimes, piensas que no eres buena. Pero al final, eso te hace crecer, te hace madurar, te hace ver que todos los roles son importantes.

-¿Cómo te recuperaste de eso?
A la semana que terminé la universidad me ofrecieron el papel principal en la obra Camila’s Bones y, por supuesto, me saqué la mugre, me volví la persona más chancona que te puedes imaginar. A partir de ese momento soy así.

-¿Cómo «así»?
Muy exigente con mi trabajo y con el trabajo de los demás. Eso está bien y está mal al mismo tiempo, porque cada uno tiene su propio proceso y hay que respetarlo. Mi problema en la vida, mi demonio (en el que tengo que trabajar) es que soy muy entregada a mi trabajo y cuando siento que el resto de personas no está igual de comprometido conmigo, me pongo de muy mal humor. Ese es un problema que tengo. Bueno, todo el mundo tiene sus cosas y yo me incomodo rápido. Lo siento, ¡perdónenme! (sonríe).

-¿A qué le atribuyes esa obsesión? 
Yo siento que tengo la responsabilidad de hacer mi mejor trabajo todo el tiempo. También creo que mi obsesión parte de mis inseguridades, de no llegar, de no encontrar la profundidad de los sentimientos… Es una cuestión de confianza. Yo tengo mucho miedo de olvidarme de lo que sé, de lo que he aprendido, de no haber prestado suficiente atención, de no saber cómo hacer. Pero creo que la clave está en confiar en la primera imagen que se te viene a la mente, es algo que estoy aprendiendo y que practico. No buscar, porque en la actuación no se trata de ir hacia adentro, sino hacia afuera.

-Hablando del aspecto externo, ¿practicas algún deporte?

Debería hacerlo más. Antes de entrar al escenario tengo una secuencia que incluye meditación, pero me encantaría tener más disciplina. Cuando he hecho yoga he sentido una conexión importante, pero no lo practico con regularidad. En este momento de mi vida, me cuesta mucho eso.

-Es porque estás en varias cosas...
Exactamente, no tengo rutinas. Me pasa que el lunes he tenido un día tranquilo hasta mi función en el teatro, pero el martes he grabado desde las seis de la tarde hasta las siete de la mañana del día siguiente, y a las 10 de la mañana, de ese mismo día, miércoles, tuve que estar en el canal para grabar hasta las tres de la tarde y luego empalmar con una reunión hasta las cinco. Llegué a mi casa a las ocho y me quedé dormida. Todas las semanas digo: «voy a comer mejor, voy a hacer ejercicios». Y te juro que lo intento. 

-¿Tienes algún secreto de belleza?
El aceite de coco es una maravilla. Para todo: para la piel, para el cabello, hasta para cocinar. A mí me funciona genial para quitarme el maquillaje. Es buenazo, aparte te deja la piel riquísima. 

-¿Cómo te va en el amor?
Bien, tranquila. 

-¿Qué te pone de buen humor?
La salsa, no necesitas más. Cuando estoy en el carro escucho Radio La Kalle o Radiomar Plus, categóricamente superior… (nos reímos). Para mí, bailar salsa en el Sargento o en las descargas es lo máximo, porque lo que buscan los asistentes es simplemente bailar. No es una cuestión de gilearte ni de aprovecharse ni de intentar algo, no. Hay una sensación hermosa cuando bailas bien con alguien y termina la canción y te dice: «Gracias». Lo único que quería era compartir contigo eso. ¡Me encanta!
 
-¿Qué te disgusta de esta sociedad?
¡Uf, Dios mío! La intolerancia, la falta de escucha. Conozco a demasiada gente que cuando defiende un argumento, antes que escuchar lo que dice el otro, está maquinando cómo hacer para ganarle. Todo el tiempo estamos pensando en ganarle al otro, como si fuera una competencia.

-¿Cómo podemos superar este problema?
Escuchando a los otros, mirando más hacia afuera. Hay que tener compasión por el otro, puede que esté pasando por un mal momento. Al darle la oportunidad de atención a otra persona, podemos encontrar muchas cosas positivas e interesantes sobre uno mismo. Otro ejercicio que podemos hacer es evitar hablar mal de la gente. Eso te contamina un montón y lo que tú veas mal en la gente y lo hables, habla peor de ti.

-Mencionaste a Dios, ¿crees en él?
Sí, soy espiritual y creo en Dios, pero ahora mismo estoy un poco confundida. Es que hay tantas cosas que pasan en el mundo que me hacen cuestionar si no estamos viviendo ya el infierno. ¿Qué lugar más desagradable puede existir para las niñas que están siendo vejadas y obligadas a trabajar? ¿Hay más que eso? ¿No es la ‘deep web’ el infierno del día de hoy? ¿Hay otra cosa más terrible que eso? Hay muchas cosas que no entiendo y que hacen que me cuestione. Pero, sí soy muy sensible a las energías y a los espíritus.

-¿Apoyas alguna causa social?
Ahorita mismo no estoy tan involucrada, pero toda la vida gracias al colegio y a mi mamá que hace mucho trabajo social, he llegado a compartir con comunidades, con hogares y fiestas de Navidad. Otra causa que apoyo es la igualdad de derechos para las mujeres, para los homosexuales, la igualdad de derechos para todos, que cada uno pueda tener su vida como quiera.

-¿Qué planes futuros tienes?
A mí me interesa ser internacional, creo que esa es mi meta. No solamente por prestigio o por  privilegios, sino porque me interesa viajar, conocer. Sé que quiero vivir en Buenos Aires, en Nueva York, en la India, quiero estar en París. 

-¿Qué consejo le darías a quienes desean dedicarse a la actuación?
Primero, empezar con la meditación o con el yoga o algo que vaya a desarrollar una conexión entre su cuerpo y su respiración. Ver la mayor cantidad de teatro o de cine peruano, porque esas son las historias que estamos contando el día de hoy, sobre todo en el teatro. Que vean, hay un montón de historias que ya están contadas y uno siempre tiene algo que contar. Una vez que ya tienes una conexión contigo mismo y ya sabes las historias del resto, tratar de investigar qué es lo que quieres decir, qué es lo que está dentro de ti que puede contribuir al resto. Saber de qué quieres hablar.

Agradecimientos: 
Styling: María Lucía Ruzo
Ropa y calzado: Mascarpone Originale
Av. Conquistadores 325, San Isidro
www.facebook.com/mascarponeoriginale

 

Contenido Sugerido

Contenido GEC