El fútbol apareció en la vida de Mara Gómez cuando tenía 15 años. (FOTO: LA NACIÓN)
El fútbol apareció en la vida de Mara Gómez cuando tenía 15 años. (FOTO: LA NACIÓN)

Mara Gómez dice que empezó la vida que quería vivir a los 13 años, cuando su mamá se enteró que no tenía un hijo sino una hija: ella, Mara, así se sentía. Parada en la cancha de la República de los Niños de La Plata, su ciudad natal, se entrena con Villa San Carlos para dar otro paso en pos de su propia libertad: nueve años después de salir al mundo como deseaba, ahora con 22, espera la autorización de la que la convertiría en la primera futbolista trans del campeonato de Primera División.

Fiodor Dostoievski, reconocido escritor ruso, definió alguna vez que el infierno era no saber amar: la delantera parece pisar el cielo a cada paso. Desde que se conoció la noticia de su incorporación al club que marcha último en el torneo, los comentarios en las redes sociales destilan prejuicios y agresiones. Su respuesta es utilizar la palabra para tratar de generar empatía: "Estoy haciendo uso de mis derechos, pero más allá de lo legal, pienso que todos tenemos derecho a vivir como deseemos. Tenemos que ser más humanos. La primera herramienta que tenemos como sociedad es el respeto: yo lo practico y espero lo mismo de las personas".

Sus compañeras, dice Mara, la recibieron muy bien. (Foto: LA NACION)
Sus compañeras, dice Mara, la recibieron muy bien. (Foto: LA NACION)

Mara Gómez nació en La Plata y es parte de una familia trabajadora que llegó a la ciudad desde Chaco. Su papá siempre trabajó como albañil y su mamá vendió panificados e hizo otras changas, además de resolver las tareas de la casa. En total son siete hermanos. Mara tiene una hermana de la pareja de sus padres, que se separaron. Sumó tres más por parte de su mamá y dos por parte de su papá. La familia la completa la sobrina recién nacida, Kima Aitana.

Sentada en el banco de suplentes, después de terminar su tercera práctica semanal, la delantera se emociona cuando recuerda su origen: "Nuestra casa era precaria, vivíamos del día a día, del trabajo si salía. Sé lo que es comer pan duro, pasar hambre, sé lo que es ir a pedir. Pasé un montón de cosas en la infancia y no me arrepiento de nada. Todos esos fueron pasos que me llenaron de valores. Fue duro", dice y se quiebra, hace silencio para evitar las lágrimas.

En estos días Mara Gómez ve pasar su vida en fast forward. Cuenta que cuando era chica el fútbol no la atraía. Jugaba a la rayuela, la escondida, a las bolitas, al elástico. Y sufría bullying. "En la escuela estaba tanto con mis compañeras que hasta en el baño jugaba con ellas. Yo iba cambiando y mi figura también. Un día me llama el director y me dice: 'Tenés que ir al baño de varones porque no queremos tener quejas de ciertos padres'. No existían tales quejas, pero me dijo que era preferible evitar esas situaciones. Y me mandó al de discapacitados".

Mara Gómez durant6e una práctica en Villa San Carlos. (FOTO: LA NACIÓN)
Mara Gómez durant6e una práctica en Villa San Carlos. (FOTO: LA NACIÓN)

Mara construyó desde niña una armadura para enfrentar la discriminación. Entendió que luchar era no acatar: esa vez no haría caso, como tantas otras: con el tiempo se acostumbraron y ya nadie se quejó.

-¿Cuándo sentís que empezaste a vivir en libertad?

-A los 13, cuando mi mamá se enteró. Ella percibía conductas mías, que algo "raro" había. Cuando salía de noche me iba de una manera y después era de otra forma. Íbamos a fiestas que se organizaban en alguna casa. Mis amigas me pasaban a buscar. Iba a su casa y ahí me perfilaban toda; y nos íbamos. Yo salía de casa con un chupín abajo de un pantalón suelto y una remera ajustada al cuerpo abajo de otra ancha que me la tapaba.

En un cumpleaños Mara compartió toda la noche con un chico que le gustaba. Alguien les sacó una foto dándose un beso. La información le llegó a su mamá: Mara intentó negarlo, hasta que pudo soltar su verdad. Dice que está agradecida con la persona que mostró la foto: "En ese momento la pasé mal pero hoy soy quien soy por aquella imagen. No hay bien que por mal no venga", bromea y se ríe.

Con su mamá fue contundente. Le dijo que si no la aceptaba se iba de la casa. No hubo inconvenientes: fue su madre quien la acompañó a tramitar el DNI a los 16 años, amparada en la Ley de Identidad de Género sancionada en 2012. Un juez se lo denegó y logró obtenerlo con la mayoría de edad.

El fútbol apareció en su vida a los 15. Después de vivir un año en Chaco con su papá, volvió a La Plata y en La Granja, el barrio humilde donde vive, las chicas habían transformado un campito en un potrero, con arcos de palo. Ahí armaron equipos y participaron en torneos. Una amiga la acercó después de acompañarla en un mal momento: Mara había pensado en suicidarse, abrumada por la discriminación.

Hoy recuerda que era muy mala con la pelota en los pies: "Lo único que hacía era correr. Me agitaba. No podía concretar un gol, le pegaba y la pelota iba para cualquier lado. Siempre nos ganaban por goleada".

En un campeonato su entrenador de entonces la ubicó como defensora, pese a que ella se sentía más cómoda como delantera. Cuenta que marcar no era lo suyo, que hasta el día de hoy no se destaca poniendo el cuerpo. Aquella vez, en el primer partido hizo un gol en contra. Los equipos rivales la observaron y alzaron la voz: no querían que una mujer trans participara porque, argumentaban, sacaba ventajas. Mara no tenía el DNI y la angustió la situación. Decidió alejarse del fútbol.

Fue su madre quien la acompañó a tramitar el DNI a los 16 años, amparada en la Ley de Identidad de Género. (FOTO: LA NACIÓN)
Fue su madre quien la acompañó a tramitar el DNI a los 16 años, amparada en la Ley de Identidad de Género. (FOTO: LA NACIÓN)

"Cuando conseguí el DNI pensé que si el fútbol me había salvado la vida tenía que buscar la manera de seguir jugando. Había conocido la liga LIFIPA (Liga Independiente de Futbol Infantil Platense Amateur) y fui al club Toronto porque las chicas de mi barrio estaban ahí", cuenta. El club la respaldó: los dirigentes dijeron que era una integrante más y que iba a ser la primera mujer trans en ser parte de ese club y de la Liga.

En una pausa en la práctica, Juan Cruz Vitale, el DT de Villa San Carlos, cuenta que siempre quiso traerla al club: viene de ser bicampeona con el club Las Malvinas en la Liga Amateur Platense y goleadora con 16 tantos del último campeonato. "Es una delantera muy rápida y con muy buena pegada -analiza-. Hoy no está en estado y su punto alto no es la fuerza, pese a que todos piensan que sí porque es una chica trans. Hay jugadoras que le hacen cuerpo y le ganan. Sí es incisiva, va al frente. Nosotros la estamos probando de 9 o delantera por afuera. Por lo legal tenemos todo, Mara ya se hizo los estudios, así que ojalá se pueda concretar".

Leila Encina, volante del equipo, dice: "Ella necesita nuestro apoyo, acá es una más y por lo que sabemos hay muchas jugadoras que están a favor. Yo ya la marqué en otros partidos y me superó, como tantas otras jugadoras lo hicieron".

El torneo está todavía en su fase clasificatoria. Cuando concluya esta etapa se dividirá en dos zonas: campeonato (para pelear por el título) y permanencia (por el descenso). El reglamento establece que al terminar dicha fase se reabre el libro de inscripciones: eso sería a mediados de marzo. Villa San Carlos es un club que tuvo que pelear para jugar en Primera División. Los dirigentes intentaron descender al equipo para no costear los gastos que demanda la semiprofesionalización. Fueron las futbolistas quienes pelearon para estar en la máxima categoría, buscando sponsors y apoyos. Hoy son ocho las que tienen contratos, el mínimo que determina la AFA.

-¿Soñabas con jugar en Primera?

-Nunca me lo imaginé, nunca pensé a lo grande. Desde que me di cuenta que quería ser mujer sufrí mucho. Los pensamientos me lastimaron psicológicamente. Tenía miedo. Salía de casa y estaba todo el tiempo perseguida con la mirada de los demás.

El fútbol fue la terapia de Mara. Lo sigue siendo. La ayuda a olvidar problemas, a distraerse, a reírse con sus compañeras y a conocer otra gente. "Es mi medicina crónica -dice-, ahora tengo que tenerlo toda la vida. Si no tengo fútbol en un momento que estoy mal, no me curo".

Además del deporte su vida incluye el trabajo y el estudio. La delantera se anotó en Derecho, pero dejó porque necesitaba trabajar para vivir. Su familia no podía ayudarla económicamente. Conseguir un empleo era un problema: cuando llevaba currículums la miraban de arriba a abajo y le decían que se fuera, que la iban a llamar. Eso no ocurría nunca.

El plantel completo de Villa San Carlos, en la pretemporada que realiza en la República de los Niños. (FOTO: LA NACIÓN)
El plantel completo de Villa San Carlos, en la pretemporada que realiza en la República de los Niños. (FOTO: LA NACIÓN)

Conoció la historia de Angeles Helguera, jugadora trans de For Ever en La Plata que trabaja en el Servicio Penitenciario Bonaerense, e intentó, como ella, ingresar a las Fuerzas Armadas cuatro veces: siempre le negaron el ingreso. Hoy hace trabajos de limpieza, manicuría y alisado de pelo, y estudia enfermería.

En estos días lo que más la sorprendió fue verse en la televisión. Recibió mensajes y llamados de apoyo y salió en medios de Brasil, Colombia y España. "Vamos rompiendo paradigmas. Es importante -dice- que la noticia sea viral porque todavía hay gente que sufre. Acá tenemos derechos de igualdad de género que en otros países no. Podemos abrir mentes, concientizar a la gente".

-¿Qué ves en tu futuro?

-A nivel deportivo me encantaría jugar en la selección. Si yo no pensé todo esto y se me está dando, por qué no hacerlo posible. Me encantaría que me llamara el presidente de AFA y me diga: “Quedate tranquila, está todo bien”. //

Por: Ayelén Pujol/ La Nación.


Contenido Sugerido

Contenido GEC